¿Por qué decidió hacer otro documental sobre el vino 10 años después? ¿Hay alguna relación entre ambas cintas?
Soy un ser humano libre e independiente, y para mi cada película es una nueva historia de amor. Normalmente hago películas de ficción y, de vez en cuando, algún documental. En esta ocasión no tenía intención de rodar una película. La idea surgió espontáneamente, como una emoción, durante un encuentro con los viticultores. El movimiento del vino natural aporta una ética profunda respecto a la tierra, la cultura, la historia. Antiguamente, la palabra cultura significaba el trabajo de la tierra. Después, adquirió su significación actual, de una actividad más intelectual. Estos viticultores están ligando ambos significados, con respeto, comprensión y humildad ante la naturaleza. Y recuperan la dignidad del acto campesino. Espero que cunda su ejemplo, porque se dice que 'donde va el vino, va la sociedad'.
¿Cómo definiría este movimiento del vino natural?
Es un movimiento que no admite etiquetas. Cada productor y cada vino es diferente. ¡Son unos anarquistas! No se podría crear una asociación porque todos tienen una visión distinta. Y nadie comparte la misma definición de lo que es el vino natural. ¡Es genial, no están de acuerdo en nada! Pero comparten el trabajar la tierra como en el pasado, de cara al presente y el futuro, para que su trabajo aporte vitalidad, salud y placer.
¿Cree que su lucha tiene futuro?
¡Éste es el milagro! ¡Qué tantas personas en tantos países piensen lo mismo, aunque cada territorio tenga sus propias respuestas! Porque el movimiento es especialmente fuerte en Italia y Francia, pero también se está expandiendo por Estados Unidos, Alemania... y no conozco tanto la situación aquí... Estos agricultores no aceptan las verdades institucionales y políticas que imponen los grandes poderes económicos, que nos dicen qué es ecológico, qué es biológico... según definiciones de la industria química. Ponen la ética democrática por delante de todo. Es un gesto profundamente político. Y soy optimista. Yo creo profundamente en esto.
¿Consiguen dar salida a sus productos, al margen de los canales institucionalizados?
Poco a poco van creando sus redes de distribución, de exportación, se abren camino en restaurantes, enotecas... En ciudades como París o Roma, hace 10 años había sólo un par de sitios donde se vendían vinos naturales, y ahora hay 200.
No es tan optimista en cambio respecto al porvenir de la profesión de cineasta...
Más que pesimista, soy realista. Estamos expulsados por el mercado, como lo estáis los periodistas, los escritores y otras profesiones culturales que deberían ser sagradas. Seguimos en ellas por una cuestión de amor, de convicción. Lo único que podemos hacer es intentar entender la situación y sobrevivir.
A diferencia de sus otras películas, éste fue un rodaje corto...
Normalmente, en el proceso completo de una película empleo cinco años, sea documental o de ficción. Ésta se rodó en cuatro días, el verano de 2013, y necesitó tres meses de montaje. La presentamos en febrero pasado.
¿Cómo seleccionó a los cuatro productores que la protagonizan? Todos son italianos...
Yo vivo en Italia, y cuento lo que vivo. Los conozco a todos. Son amigos. Es una película sobre la amistad con ellos, rodada estando con ellos, entre ellos, en la tierra.
Y viven totalmente ajenos a las reglamentaciones de la Unión Europea y de las denominaciones de origen (DO), que aparecen casi como el malo de la película...
Las DO no son el malo de la película, pero los viticultores creen que son expresiones de un poder político, sin ninguna relación con tradiciones verdaderas. Cuando nacieron en Francia, hacia 1935, representaban algo positivo, perseguían el rescate de un patrimonio cultural. En Italia, las DO nacieron en los años 60-70 ya con motivaciones industriales, buscando una idea de marca más que un trabajo cultural serio. Hoy en día, en ambos países (no conozco bien la situación aquí), estos organismos son los defensores de la visión de la agricultura química. Es una opción ideológica: defienden el poder económico y no un acto cultural. Si personas que están haciendo vinos más auténticos y que transmiten mejor la personalidad de un territorio no son aceptados por una DO, es que algo no va bien.
Muchos de los impulsores de este movimiento son gente que procede de la ciudad.
Es cierto. Y salen adelante aunque hoy en día trabajar en el campo es algo muy diferente a lo que era antes. Es igual de complicado que hacerlo en la ciudad, pero ahora están haciendo algo mucho más interesante. Son gente libre, no importa ni quiénes son ni de dónde vienen, si pertenecen a una denominación de origen, o si tienen detrás 200 años de tradición familiar. Todo eso no es más que marketing, como las puntuaciones de los gurús como Robert Parker, o las listas en revistas como Wine Spectator.
Hay un anhelo de regresar a los orígenes...
Una de las enfermedades más graves de nuestra sociedad es el haber cortado la relación de la ciudad con el campo. Nadie sabe de dónde viene el vino, la verdura, la fruta o la carne que consume... Quién los hace y por qué los hace. En los años 70-80, el vino pasó de ser un alimento y un producto cultural a un artículo de lujo. Y la industria química ha creado una sociedad enferma, que ha abandonado cualquier ética. Tenemos que recuperar una relación animal, mineral con la naturaleza.
En una escena impactante, un agricultor compara un puñado de su tierra, puro humus, con uno de la finca de su vecino, al otro lado del camino, apelmazada y esterilizada por el uso de productos químicos.
En Francia e Italia, los dos países que más conozco, la situación es gravísima. Todos los campos están destruidos por los agroquímicos, y no hablo sólo de los viñedos.
¿Cree que la biodinámica, que alguno de los protagonistas practica, es un método eficaz? Algunas técnicas parecen basarse más en creencias que en fundamentos racionales.
¡Las afirmaciones que mantienen que la biodinámica es algo esotérico son casi fascistas! Son técnicas que responden a gestos antiguos y también tienen un aspecto científico desarrollado. No es esoterismo: es algo muy racional.
Resistencia natural transmite la idea de que el futuro de la humanidad está en el campo.
La política y la cultura de las ciudades están muertas y se agradece esta respuesta desde el campo. El filósofo francés Michel Serres afirma que, hace 200 años, las únicas personas que entendían hacia dónde se encaminaba la sociedad eran las de las clases ilustradas de las ciudades, pero que hoy en día sucede todo lo contrario: ¡quien vive en las grandes ciudades no sabe nada, no sabe hacer nada! Los únicos que saben hacer algo de cara al futuro son los campesinos. Soy muy optimista respecto a esta gente que trabaja la tierra con amor y respeto hacia nosotros.
Comentarios