Con el desarrollo de la inteligencia artificial y las imágenes generadas por dicha tecnología que inundan las redes surgen varias preguntas. ¿Qué peso puede tener la cada vez más abundante presencia de este tipo de imágenes en nuestra comprensión de la historia? ¿Cómo va a influir esta en la visión que la sociedad va construyendo de la historia? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para la enseñanza de la historia en las escuelas?
Analicemos brevemente los intríngulis de esta relación.
¿Un problema del siglo XXI?
Ante la alarma existente, se ha de recordar un aspecto que se considera clave: la generación de imágenes para ilustrar hechos de la historia siempre ha existido. Cuando Velázquez pintó La rendición de Breda o cuando Goya recreó Los fusilamientos del 3 de mayo en Madrid había una intencionalidad y una narrativa. Cuando en España se piensa en estos episodios nuestra memoria tira de estas imágenes, generadas, en este caso, por inteligencia humana.
¿Pero son estas una representación del pasado? ¿Hasta qué punto este se parecía a lo que estas obras maestras muestran? Es cierto que Velázquez y Goya eran contemporáneos a los hechos que narraban, pero eso no evitaba su sesgo o su posicionamiento (o el de sus mecenas), que influía en cómo eran representados los hechos.
Más destacable todavía es cuando ciertas obras de arte se realizan siglos después de los hechos que describen pero se constituyen como representaciones fidedignas del pasado en nuestra memoria. ¿Qué sucede si se habla de la rendición de Granada? ¿Qué imagen nos viene a la cabeza cuando hay que imaginarse a Colón llegando a América?
Inmediatamente aparece en nuestra mente una escena nítida del hecho, que posee muchas concomitancias con las pinturas históricas del siglo XIX, utilizadas hasta la saciedad en libros de texto, de divulgación o en redes.
Pintadas casi cuatro siglos después, poco tienen que ver con los acontecimientos que tratan de representar. En su creación, los pintores se nutrían de la memoria colectiva que la sociedad conservaba de esas hazañas o hechos y, principalmente, del mensaje que se quería narrar: la exaltación de personajes e hitos clave para la narración maestra de una nación, del origen y desarrollo de la nacionalidad española.
Volvemos a hablar, pues, de imágenes generadas por inteligencia humana con una clara intencionalidad narrativa.
¿Fotografías fieles?
Pero no es necesario irse tan lejos en el tiempo: la fotografía, método de documentación gráfica de sucesos y noticias por excelencia, tampoco es inocente. Está determinada igualmente por el fin narrativo del fotógrafo: ¿qué dejo dentro del encuadre? ¿Qué momento selecciono? ¿Qué tonalidades utilizo? Nada queda al azar.
Y, sin embargo, todos estos documentos (fuentes de la historia) han sido consumidos acríticamente durante décadas, como testimonios reales del pasado, como fotografías exactas de lo que aconteció, y asumidas en nuestra memoria sin demasiadas reticencias.
¿Hay mayor riesgo?
El riesgo ahora, con la llegada de la inteligencia artificial, es que la generación de este tipo de imágenes (intencionadas, sesgadas y parciales) es mucho más fácil y está en manos de todo el mundo: es masivo. Todos lo podemos hacer. Ya no hay que tener habilidades excepcionales. Con un ordenador o un móvil es suficiente. Y esto, claramente, va a tener una repercusión directa en cómo se recrea el pasado, cómo se comprende la historia y cómo se construye la memoria.
En efecto, tal y como muestra la investigación, lo visual (ya sea cine, TV, videojuegos o, ahora, la IA) incide claramente en aquello que se recuerda, la memoria, y posee un gran peso en el aprendizaje de la historia. Supera incluso a aquello que se lee o se aprende en las aulas.
Por tanto, la afluencia masiva de imágenes va a tener un claro efecto en esa comprensión del pasado. Influirá en la manera de pensar sobre ciertos temas, máxime si se tiene en cuenta que alguna de estas imágenes será creada expresamente para generar opinión y desinformación. Y es que el poder de la imagen en la conformación del conocimiento es destacable, como demuestran algunas investigaciones.
Ser conscientes
Hay una ventaja clara: la sociedad es cada vez más consciente de la facilidad con la que se generan imágenes que poco (o nada) se corresponden con la realidad. Esa mirada naíf y realista sobre lo iconográfico, lo pictórico, lo visual, está cambiando y evolucionando hacia una mirada crítica, incluso incrédula.
Ahora es más habitual esa duda sistemática en relación con la veracidad de las imágenes que llegan, de los datos que se consumen. Como se ha señalado, esto no era demasiado frecuente anteriormente y se tendía hacia un consumo acrítico de lo visual.
Impacto en la manera de enseñar historia
Está claro que esta es una problemática a abordar en las lecciones de historia. El análisis crítico de las fuentes visuales para fomentar esa mirada crítica comentada va a tener que cobrar un especial protagonismo.
Pero, la irrupción de la inteligencia artificial, y no solo las imágenes que genera, van a obligar a la transformación radical de la enseñanza. En materias tan ligadas a la memorización y reproducción de contenidos esa metamorfosis es urgente. Ya no tendrá sentido hacer un trabajo escrito que incite al parafraseo. Mediante la IA, y con un solo clic, el estudiante tendrá una respuesta bastante convincente del problema o pregunta planteada.
Esto abre una puerta evidente a una revolución en todas las materias pero, sobre todo, en la enseñanza de la historia. Y algunos podrían pensar que la IA puede hacer peligrar la propia existencia de la disciplina en las escuelas. Al contrario, es en esta materia escolar donde se encuentra parte de la solución a este desafío: el desarrollo del pensamiento crítico en las y los estudiantes, ciudadanos y ciudadanas en formación al fin y al cabo.
La historia es una disciplina que está ligada, precisamente, a la incorporación de estrategias activas, reflexivas, de indagación, de trabajo y contraste de fuentes, y está llamada a convertirse en la respuesta a este desafío. Ante la desinformación, más historia.