Científicas del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) de Cataluña han analizado la resistencia al calor del coronavirus para conocer los parámetros que habría que considerar en un sistema de desinfección térmica que elimine al patógeno.
Los resultados muestran que el 99,99 % de la carga vírica de SARS-CoV-2 presente en espacios cerrados y superficies se inactivaría si estos se someten a una temperatura de 56˚C durante 52 minutos o, lo que sería equivalente, a 65˚C durante 7,5 minutos.
Para realizar el estudio, las investigadoras primero revisaron los trabajos disponibles sobre la inactivación térmica de diferentes coronavirus. Luego construyeron un modelo matemático con los llamados parámetros cinéticos de activación térmica, como el tiempo necesario para reducir en un 90% la carga viral (DT) y la constante de resistencia térmica (z), que cuantifica la sensibilidad del patógeno al incremento de la temperatura de un tratamiento.
“Así obtuvimos equivalencias de letalidad térmica, es decir, combinaciones de tiempo y temperatura que garantizan un determinado nivel de eliminación del coronavirus”, explica Sara Bover, jefa del programa de investigación de Seguridad Alimentaria del IRTA y coordinadora del estudio, que aclara: “con este procedimiento se valida un tratamiento térmico frente a cualquier patógeno, pero hasta ahora no se habían descrito los parámetros cinéticos para los coronavirus”.
Las condiciones que afectan la viabilidad y el tiempo de supervivencia del virus SARS-CoV-2 no se conocen con certeza, y la información científica sobre su persistencia térmica es muy escasa. Hasta ahora, la temperatura que se había tomado como referencia para inactivar virus como este es la del coronavirus anterior, el SARS-CoV-1, que se inactiva a una temperatura de 56˚C durante 15 minutos.
“Por la incertidumbre de la información disponible y la variabilidad entre los diferentes coronavirus, una estimación más segura y conservadora del tiempo necesario para inactivar en un 99,99% la carga vírica (equivalente a las 4 unidades logarítmicas que se exige a los biocidas químicos) sería someter los espacios y las superficies infectados como mínimo a 56˚C durante 52 minutos, o a una combinación equivalente”, apunta Bover.
“Si el objetivo de la desinfección fuera llegar a una reducción del 99,99999 % (es decir, 7 unidades logarítmicas) del SARS-CoV-2, por ejemplo, en ambientes con más contaminación como el clínico o el hospitalario, sería necesario aplicar un tratamiento equivalente a 56˚C durante 90 minutos”, puntualiza la científica.
Desinfección térmica frente a la química
La investigación concluye que la desinfección térmica puede ser una buena alternativa a la química en espacios y superficies con coronavirus porque estos lugares permaneces secos y no quedan residuos. Esta desinfección con calor se podría aplicar en entornos urbanos y públicos, en concreto, en medios de transporte como autobuses, trenes, taxis y ambulancias.
De hecho, el encargo de este estudio parte de la empresa Techtrans Systems (OPP group), que ya había desarrollado un sistema de desinfección térmica de camiones para el transporte de animales, DrySist. Con los nuevos datos, ahora lo podrá adaptar también en la desinfección de SARS-CoV-2 en vehículos de transporte público.
El sistema DrySist se utilizaba para desinfectar vehículos de transporte de cerdos frente a patógenos como la salmonela, Listeria monocytogenes y el virus del síndrome reproductivo y respiratorio porcino. En su momento el IRTA también contribuyó a la validación de este sistema desarrollado por una de sus investigadoras, Cristina Castañé, junto a técnicos de OPP group.