La mayor carga de estas enfermedades afecta a las poblaciones más empobrecidas pues, generalmente, se encuentran en zonas tropicales con un clima cálido y húmedo, ideal para la reproducción y el desarrollo de estos animales.
Investigadores de la Universidad de Rockefeller (EE. UU.) han encontrado ahora una posible solución a la trasmisión de estas infecciones a través de los mosquitos. Su estudio, publicado en la revista Cell, propone el uso de sustancias para inducir una sensación de ‘empacho’ en los insectos, bloqueando así su interés en atacar nuevas víctimas para saciar su sed de sangre.
“Los insecticidas están fallando, no hemos encontrado una forma de hacer mejores repelentes, y aún no tenemos vacunas que funcionen bien contra la mayoría de las enfermedades transmitidas por mosquitos”, declara Leslie Vosshall, autora principal de este estudio y directora del Laboratorio de Neurogenética y Comportamiento de la Universidad de Rockefeller. “Nos estamos quedando sin ideas y –añade– nuestra propuesta es una forma completamente nueva de pensar en el control de estos contagios”.
A diferencia de los humanos, que suelen recobrar el apetito en pocas horas, los mosquitos tardan varios días en volver a tener hambre después de llenar el estómago. Este fenómeno atrajo la atención de los investigadores ya que, al menos durante un tiempo, se conseguía de alguna forma alejar a los insectos de sus ansias por picar.
Los expertos plantearon la hipótesis de que ciertas hormonas eran responsables de la atracción de los mosquitos hacia los humanos y que, tras alimentarse, había ‘algo’ que mermaba la apetencia, anulando así el efecto de estas hormonas.
Por esta razón, Vosshall y su equipo centraron su estudio en entender estos mecanismos que regulan el hambre y la saciedad en la especie Aedes aegypti, conocida por ser el principal vector de los virus que causan el dengue. La hembra se alimenta de sangre humana con el fin de nutrir a sus huevos que aún están en crecimiento. Al engendrar generaciones de crías dispares, este mosquito necesita alimentarse en varias ocasiones a lo largo de toda su vida.
En los humanos existen vías capaces de activar y desactivar estos efectos hormonales que determinan las ansias por comer como, por ejemplo, en los casos severos de obesidad con la ayuda de fármacos reguladores. Por ello, los científicos tomaron la decisión de emplear medicamentos dietéticos, diseñados en principio para humanos, con el fin de comprobar si estas vías estaban también presentes en los mosquitos.
“Encontramos que los caminos funcionaban de la misma manera en los mosquitos y esto nos dio la confianza para seguir adelante con nuestra investigación”, explica la líder del proyecto. El siguiente paso fue identificar el receptor sobre el que estaban actuando estas sustancias y que le indicaban al mosquito que ya no necesitaba comer más.
El laboratorio identificó el receptor NPYLR7, responsable de si al mosquito le entraba hambre o no. Después, realizó pruebas en la respuesta de este receptor en células de cultivo con más de 265.000 compuestos para determinar cuáles lo activaban. Una vez identificaron los mejores candidatos, probaron 24 de ellos directamente en los mosquitos y encontraron los 18 que mejor funcionaban.
Reducir las poblaciones sin afectar a los ecosistemas
Estas sustancias actuaban como los medicamentos, al inhibir las conductas de alimentación y, por lo tanto de picadura, cuando los mosquitos estaban en contacto con hormonas humanas o el olor de sangre caliente. “Cuando tienen hambre, los mosquitos están supermotivados y vuelan hacia el aroma de un ser humano de la misma manera que nosotros nos acercamos a un pastel de chocolate. Pero al administrarles la droga, se mostraron indiferentes ante la tentación”, cuenta Vosshall.
Los investigadores insisten en que aún falta información para controlar por completo las ansias del mosquito y explotar de la mejor forma posible los hallazgos de su nuevo estudio. Además, consideran que los trabajos futuros tendrán que centrarse también en cómo se llevará esta sustancia hasta las poblaciones de mosquitos en el medio natural y no en el laboratorio como ellos.
En definitiva, su intención no es erradicar a estos insectos, sino reducir de manera natural su apetito por unos días y por tanto la reproducción para reducir la transmisión de las enfermedades. Los investigadores insisten en que los efectos observados del medicamento no son permanentes, ya que de lo contrario, podría causar daños indeseados en el equilibrio de los ecosistemas.
Vosshall concluye que si las técnicas resultan eficaces, es probable que funcionen también con otros tipos de mosquitos, así como con otros artrópodos que se alimentan de sangre humana, incluidas las garrapatas.
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