Investigadores daneses han secuenciado el genoma de un narval, la ballena ártica famosa por el colmillo con forma de cuerno que sobresale de su frente. Su trabajo, que se publicó esta semana en la revista Science, encuentra que, en comparación con otros mamíferos marinos del Ártico, los narvales tienen baja diversidad genética, lo que generalmente indica que una especie está luchando por no extinguirse. Sin embargo, las poblaciones de narvales suman cientos de miles.
Los narvales (Monodon monoceros), son ballenas de tamaño medio que viven en las aguas frías del Círculo Polar Ártico, cerca del norte de Canadá y Groenlandia. Su característica más peculiar es un largo colmillo que crece en su frente. Estos animales alcanzan por lo general entre 4 y 6 metros de largo, un tamaño similar a su pariente más cercano, la ballena beluga.
Históricamente, la baja diversidad genética ha sido considerada como la sentencia de muerte de una especie porque se pensaba que cuando los miembros de la misma tienen menos variaciones de ADN para la acción de la selección natural, tendrían dificultades para adaptarse a los cambios en su entorno. Pero esta investigación sugiere que podría ser más complicado que eso.
"Existe la idea de que para sobrevivir y ser resistente a los cambios, se debe tener una alta diversidad genética, pero luego tenemos esta especie que durante el último millón de años ha tenido una baja diversidad genética y todavía existe, y en realidad es relativamente abundante", subraya la pofesora Eline Lorenzen, conservadora del Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Actualmente, la estimación de la población de narvales los ubica en alrededor de 170.000 individuos, lo suficiente para cambiar el estado de la Lista Roja de la UICN de 'Casi amenazado' a 'Preocupación menor' el año pasado.
"Esto nos muestra que el solo hecho de observar el número de individuos no es indicativo de los niveles de diversidad genómica de una especie, sino que el hecho de observar los niveles de diversidad genómica no es indicativo del número de individuos de forma tan simple como se pensaba anteriormente", dice Lorenzen.
Curiosamente, la baja diversidad genética que se encuentra en los narvales parece ser exclusiva de la especie; varias otras especies árticas, incluyendo su pariente más cercano, la beluga, tienen niveles más altos de diversidad genómica.
Hábitat ideal
Los casos de baja diversidad genética generalmente se derivan de eventos de consanguinidad o cuellos de botella, que es cuando la población de una especie se reduce drásticamente como resultado de una gran mortalidad y los individuos sobrevivientes tienen que reconstruir sus poblaciones a partir de un capital genético limitado. Sin embargo, ninguna de estas posibilidades, que resulta en una acumulación de variantes genéticas desfavorables dentro de una especie, parece explicar lo que se ve en los narvales.
En cambio, los autores sugieren que el inicio del último periodo glacial hace aproximadamente 115.000 años podría haber creado un hábitat ideal en el que los narvales, cuya población probablemente era considerablemente más pequeña en ese momento, podrían haber proliferado rápidamente.
"La baja diversidad genética a largo plazo de narvales puede haberles permitido desarrollar diferentes mecanismos para hacer frente a su limitado genoma", plantea otro de los científicos de este trabajo, Michael Vincent Westbury, investigador postdoctoral del museo danés.
Especialización y cambio climático
Los autores advierten que, aunque la mayoría de las poblaciones de narvales se encuentran bien, su especialización de nicho y su confinamiento en el Ártico, un área que se espera sea una de las más afectadas por el cambio climático, significa que aún son vulnerables en las próximas décadas. "Nuestro estudio no puede adelantar si los narvales podrán adaptarse o si tienen la plasticidad para resistir estos rápidos cambios. Pero lo que podemos decir es que han tenido esta baja diversidad genética durante un tiempo realmente largo y todavía están por aquí", opina Lorenzen.
A Lorenzen y Westbury les gustaría que su trabajo aportara información para la conservación de este animal carismático. "Los narvales son culturalmente importantes para la historia nacional danesa", dice Lorenzen, señalando que las aguas danesas no están habitadas por narvales, pero los colmillos de narval se intercambiaron intensamente como cuernos de unicornio durante el periodo vikingo, y hoy en día los narvales son un producto de caza de gran precio en Groenlandia, la mayor isla del mundo, que está bajo soberanía danesa.
"Su predominio en la cultura danesa representa una amistad duradera entre Groenlandia y Dinamarca, e incluso la silla de coronación del rey danés Frederik el 3 de 1640 está hecha de colmillos de narval", señala. En el futuro, los autores están interesados en explorar si este hallazgo genético inesperado en los narvales también está presente en otras especies.
Para ese fin, los planes de investigación futuros incluyen realizar análisis genómicos y expandir su comprensión genética de una variedad de especies del Ártico, tanto terrestres como marinas. "Este estudio muestra que, a medida que se disponga de nuevos datos, podemos cuestionar estas nociones comúnmente percibidas de que la diversidad genética predice la supervivencia de una especie. En última instancia, este análisis es solo un paso de mucho trabajo que queda por hacer", dicen sus autores.