Con una masa estimada en seis millones de kilos, investigadores de la Universidad Estatal de Utah han alertado en un estudio publicado en PLOS One que esta alameda única, también conocida como The Trembling Giant (El Gigante Tembloroso en inglés) está siendo lentamente devorada por una superpoblación de venados y otros herbívoros, que proliferan por la desaparición de sus depredadores naturales tras el asentamiento humano en la zona hace un siglo.
Los bosques de álamo temblón, como el bosque de Pando y muchos otros, se reproducen de dos maneras. Una es el sistema familiar en el que los árboles maduros sueltan semillas que se convierten en árboles nuevos. Pero más comúnmente, el álamo temblón y algunas otras especies de árboles se reproducen al enviar brotes de sus raíces, que crecen a través del suelo en árboles completamente nuevos.
Se desconoce la cantidad exacta de tiempo que tardó Pando en alcanzar su extensión, estimada en unos cien campos de fútbol, dice Paul Rogers, ecólogo de la Universidad Estatal de Utah en Logan, citado por Science. "Sin embargo, es muy probable que tenga siglos de antigüedad, y es igual de probable que tenga milenios", opina.
Los científicos notaron por primera vez que el bosque perdía superficie a finales de los 90. Sospechaban que los alces, el ganado y los ciervos más prominentes se comían los nuevos brotes, por lo que en el nuevo estudio, Rogers y sus colegas dividieron el bosque en tres grupos experimentales.
Una sección no tenía cercas, lo que permitía a los animales alimentarse libremente de los álamos. Una segunda sección fue cercada y dejada sola. Y una tercera sección se cercó y luego se trató en algunos lugares con estrategias para estimular el crecimiento del álamo, como la eliminación de arbustos y la quema controlada. Mientras, en otros lugares se dejó sin tratar.
Los resultados fueron sorprendentes: simplemente mantener fuera a los venados fue suficiente para permitir que la arboleda se recuperara con éxito. Incluso en las parcelas cercadas donde no había quema ni remoción de arbustos, los árboles jóvenes prosperaban.
La destrucción del bosque empezó a producirse en el último siglo aproximadamente. Este marco de tiempo coincide aproximadamente con el momento en que los humanos entraron en el área, construyeron cabañas, prohibieron la caza y eliminaron a los carnívoros como lobos que normalmente atacarían al venado. Estas actividades humanas, dice Rogers, han convertido a Pando en un refugio seguro para los ciervos, inflando artificialmente su población.
Con los nuevos datos, este investigador planea abogar por un sacrificio de la población de ciervos en el área. Aunque eso pueda parecer extremo, puede ser la única oportunidad de darle a Pando una oportunidad de supervivencia a largo plazo. "El problema real", dice Rogers "es que hay demasiadas bocas que alimentar en esta área".