La noche del 5 de noviembre promete ser de infarto: las encuestas prevén un resultado ajustadísimo en las elecciones que se celebran ese día en EE. UU., con 205 votos asegurados para los demócratas frente a 206 para los republicanos y 24 prácticamente empatados para los 435 representantes de la Cámara Baja –o House of Representatives—.
También el 5 se celebran las elecciones presidenciales en EE. UU. y Kamala Harris y Donald Trump están muy empatados. Doble infarto.
La Cámara Baja se encarga de aprobar la legislación federal en forma de proyectos de ley, que son posteriormente enviados al Senado, y una vez aprobados en esa Cámara, el presidente tendrá potestad para vetarlos o elevarlos definitivamente al rango de ley.
Esto tiene importancia no solo dentro de EE. UU., sino fuera también: por ejemplo, el pasado abril la Cámara aprobó 95 000 millones de dólares en ayuda exterior (incluyendo 15 000 millones de ayuda militar a Israel y 9 000 de ayuda humanitaria a Gaza).
Y esto tiene importancia no solo dentro de EE. UU., sino fuera también: por ejemplo, el pasado abril la Cámara aprobó 95 000 millones de dólares en ayuda exterior (incluyendo 15 000 millones de ayuda militar a Israel y 9 000 de ayuda humanitaria a Gaza).
Si Harris ganase el día 5, la Cámara podría convertirse en su gran aliada para llevar a cabo un cambio tan significativo para su país como la reforma de su Tribunal Supremo. La Constitución de EE. UU. otorga a los miembros de este tribunal un cargo vitalicio, y la composición del tribunal actual es de las más conservadoras de su historia. Los magistrados son nombrados por el presidente de turno, previa aprobación del Senado, y los últimos tres fueron elegidos durante la última presidencia de Donald Trump.
El motivo de la inmunidad de Trump
Dos de las últimas decisiones de este tribunal han estado muy presentes en la campaña presidencial: en junio de 2022, anuló el caso Roe contra Wade, poniendo fin al derecho constitucional al aborto defendido durante décadas. Y en julio de este año, otorgó a los exmandatarios estadounidenses inmunidad absoluta contra el procesamiento penal por los actos oficiales llevados a cabo durante sus mandatos (a Donald Trump por el asalto al Capitolio del 2021).
¿Y qué tiene que ver la Cámara con el Tribunal Supremo? A finales de junio de 2024, el actual presidente, Joe Biden, presentó un plan de reformas para ese tribunal en el que se pedía al Congreso que aprobara leyes que establecieran límites a los mandatos de los jueces y normas éticas vinculantes y ejecutables para el más alto tribunal del país. Para que este plan pueda ser llevado a cabo, no basta con que Harris gane las elecciones: una mayoría demócrata en la Cámara Baja parece ser necesaria.
Pero ¿cómo se eligen estos 435 representantes de la Cámara? Y ¿qué relación tiene la forma de hacerlo con las matemáticas para amañar elecciones? Pues aquí es donde entra en escena el famoso gerrymandering, como se denomina a la manipulación de las circunscripciones electorales.
Mapas redibujados
Cada 10 años, a cada estado se le asigna un número de representantes de manera proporcional a su población (de una forma similar a como lo hacemos en España). Por ejemplo, a Wisconsin le corresponden 8. Para elegir a sus representantes, el estado se va a dividir en 8 regiones llamadas distritos congresionales, y en cada una de ellas se elegirá a un representante por mayoría simple. Es decir, si Wisconsin fuera Andalucía, cada una de sus provincias aportaría un representante al congreso. Pero con dos importantes diferencias:
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Cada región tendrá aproximadamente el mismo número de personas, según la Constitución.
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Cada 10 años, con el nuevo censo, las regiones pueden ser modificadas.
En las elecciones de 2022, Wisconsin envió 2 demócratas y 6 republicanos a la Cámara de EE. UU.
El hecho de que cada 10 años haya que volver a dibujar estos mapas tiene una gran importancia. En Estados Unidos, cada estado tiene su Asamblea Estatal y, ¡sorpresa!, en 36 de los 50 estados el partido que tiene mayoría decide los distritos electorales tanto para la Cámara del Congreso como para su propia Asamblea –pero esta es otra historia en la que no vamos a entrar ahora–. Y según cómo se dibujen estos distritos, el resultado puede cambiar radicalmente.
Supongamos que queremos agrupar a 25 votantes en 5 distritos (figura 1a, izquierda). Cada ficha representa a una persona que votará por el partido de su color. Presentamos tres posibles mapas, donde cada distrito está delimitado por una línea negra (figuras 1b, 1c y 1d respectivamente).
Con el mapa de la figura 1b, este estado envia a 3 representantes azules y 2 rojos a la cámara (hemos empaquetado por ideología). En el mapa 1c, el azul gana en todos los distritos. Finalmente, el mapa 1d: gracias a fracturar al máximo a los votantes del partido rojo, este gana en 3 distritos.
Esta manipulación del trazado de los límites de una circunscripción electoral para favorecer a un partido, quebrando la imparcialidad del sistema electoral, se conoce como gerrymandering y el origen del nombre procede del apellido de un gobernador de Massachusetts, Elbridge Gerry. En 1812, Gerry unificó los distritos del norte y el oeste del estado para reducir el número de escaños y dar más posibilidades de victoria a su partido, el Demócrata-Republicano.
Saber cuándo un mapa ha sufrido gerrymandering es muy difícil; hay varias propuestas matemáticas que intentan medirlo de diversas maneras y varias iniciativas cuantifican la posible manipulación.
Los votos desperdiciados
En 2015, un profesor de Derecho y un politólogo propusieron una manera de medir empaquetamientos y fracturaciones comparando la disparidad en votos desperdiciados entre los distintos partidos, lo que permite estimar cuánto más eficiente ha sido uno de los partidos transformando votos en representantes: la brecha de eficiencia. Esta técnica considera que todo voto al candidato perdedor o todo voto por encima del 50 % para el candidato ganador es un voto desperdiciado.
En un estado con 10 distritos que tuviera la distribución de votos de la figura 1, una brecha del 10 % significaría que el partido que ha desperdiciado menos votos ha obtenido un 10 % más de distritos de los que habría obtenido si ambos partidos hubieran desperdiciado los mismos votos (o sea, un distrito de más). Si en un mapa la ventaja es de más de 2 distritos, se considera que hay, en efecto, gerrymandering. Con la distribución de las figuras 1c y 1d, si se hacen las cuentas se obtiene un número de distritos “extra” de 3 (para el partido azul y el partido rojo, respectivamente).
Volvamos a Wisconsin. Tras el censo de 2010, la Asamblea Estatal encargada de dibujar los nuevos mapas tenía mayoría. En la figura 2 podemos ver el cambio que experimentó el distrito 7, que pasó de una victoria ajustada demócrata en 2010 a una republicana en 2012. En la figura 2 derecha se pueden ver los votos emitidos para el Partido Republicano (en rojo) y para el Demócrata (en azul).
En 2016, el Tribunal del distrito oeste de Wisconsin falló a favor de los demócratas basándose en la evaluación de la medida de la brecha de eficiencia, y ordenó a Wisconsin rehacer sus distritos (legislativos estatales) para 2017. El Estado recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo: el caso Gill v. Whitford.
Hay más razones por las que se puede producir gerrymandering. Existe otro tipo de discriminación sutil basado en la situación penal de las personas. Los políticos avispados (o corruptos) se aprovechan también del hecho de que una gran parte de la población reclusa de EE. UU. no tiene derecho a voto, pero sí contabiliza a la hora de dibujar los distritos congresionales. Estamos hablando, sí, de gerrymandering en prisiones. Por ejemplo, como consecuencia de esta manipulación, en uno de los 24 distritos clave para la Cámara, el 6 de Arizona, el 2.5 % de su población adulta no podrá votar.
En definitiva, gerrymandering es una forma de manipulación de la voluntad democrática de los ciudadanos que puede poner en tela de juicio la imparcialidad de un sistema electoral.
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