Hace 60 años, la falta de medios, de equipos humanos y materiales, y de una verdadera estrategia para la investigación científica, seguramente frustraron más de una vocación. Pero Emiliano Aguirre nunca se rindió. Los científicos somos extremadamente curiosos y nuestra principal motivación es el conocimiento, ese que llenó por entero la vida de Emiliano.
Con una formación tan amplia y diversa no puede extrañarnos que fuera siempre la fuente de sabiduría de la que muchos bebimos durante años
Perteneció a la Compañía de Jesús durante un tiempo. Estudió Humanidades y Filosofía, pero también se licenció en Teología y en Ciencias Naturales. Con una formación tan amplia y diversa no puede extrañarnos que fuera siempre la fuente de sabiduría de la que muchos bebimos durante años. Escribía textos con una maestría increíble y, cuando alguien se lo pedía, era capaz de encontrar esa coma o esa tilde que faltaba o sobraba. Siempre nos decía que si teníamos dudas sobre cómo escribir, lo más sencillo era hacerlo con frases cortas, en las que no faltara el sujeto, el verbo y el predicado.
Emiliano se acercó al ámbito de la paleontología y decidió saber más sobre la evolución de los elefantes durante el Cuaternario. Esa curiosidad le llevó a viajar por muchos países donde se conservaban colecciones fósiles de estos animales. El resultado fue una tesis doctoral de primera magnitud.
Cuando yo le preguntaba dónde había aprendido un inglés tan fluido me respondía que durante sus viajes por el mundo. Y no solo aprendió inglés y mucho sobre elefantes, sino que trabó amistad con personajes ilustres de la ciencia.
No dábamos crédito cuando nos hablaba de sus reuniones con los profesores Clark Howell, Richard Leakey o Phillip Tobias
Los jóvenes que aprendimos de él, no dábamos crédito cuando nos hablaba de sus reuniones con los profesores Clark Howell, Richard Leakey o Phillip Tobias. De esos encuentros nació su pasión por la evolución de la humanidad, que de manera muy sabia era capaz de conciliar con sus creencias religiosas.
Emiliano Aguirre en el yacimiento de Galería de la Trinchera del Ferrocarril de la sierra de Atapuerca. © José María Bermúdez de Castro
El interés por la evolución humana
Habiendo estudiado materias diversas relacionadas con el ser humano, no puede extrañarnos que finalmente su vocación le condujera a volcarse en la investigación sobre nuestros orígenes. Era la década de 1970 y en España se hablaba muy poco de prehistoria y evolución humana. Pero Emiliano ya estaba preparado para recibir unos cuantos fósiles humanos encontrados en 1976 por su doctorando Trino Torres, en el yacimiento burgalés de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca.
Aquellos fósiles no eran sencillos de interpretar. En España apenas había información y Emiliano buscó algo de ayuda en Francia durante sus primeros estudios. Pero ya estábamos llegando la primera generación de jóvenes españoles interesados por la prehistoria y la evolución humana.
Los que tuvimos la fortuna de conocerlo en persona y de gozar con sus relatos sobre geología, evolución o sobre la vida en general, lo echaremos mucho de menos
Él no se lo pensó dos veces y apostó por todos nosotros. Nunca se lo agradeceremos bastante. Los primeros años en Atapuerca fueron muy duros por la falta de recursos. Pero nuestro entusiasmo y su tesón fueron la llave que abrió la puerta de un proyecto científico de primera magnitud. Después de 45 años de investigaciones ininterrumpidas, ya podemos afirmar que Atapuerca no es solo un proyecto científico, sino un programa de investigación sobre la prehistoria y la evolución humana con multitud de ramificaciones en África y Eurasia.
Emiliano pudo presumir con justicia de haber puesto la primera piedra de este programa, en el que se ha formado y se sigue formando una cantera inagotable de jóvenes profesionales en las materias relacionadas con el Cuaternario.
Emiliano Aguirre será siempre una referencia obligada en cualquier estudio sobre la ciencia española del siglo XX y en particular sobre la prehistoria y la evolución humana. Su legado está ya en buenas manos, en la Fundación que lleva su nombre y en la Fundación Atapuerca, disponible para quien lo quiera conocer y disfrutar del ejemplo de un verdadero amante del conocimiento.
Los que tuvimos la fortuna de conocerlo en persona y de gozar con sus relatos sobre geología, evolución o sobre la vida en general, lo echaremos mucho de menos. D.E.P.
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