La gacela dorcas (Gazella dorcas), el antílope adax (Addax nasomaculatus) –catalogadas ambas como "en peligro crítico" de conservación– y el elefante africano (Loxodonta Africana), fauna de gran tamaño de los desiertos del Sáhara y el Sahel, se encuentran en peligro de extinción por el aumento de conflictos armados en la región, en el norte de África.
Esta es una de las conclusiones de un estudio realizado por un equipo internacional de investigadores con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y liderado desde el Centro de Investigación en Biodiversidad y Recursos Genéticos de la Universidad de Oporto. El trabajo compara los casos de conflicto en la zona y otros factores de riesgo, como la explotación de recursos naturales, con la distribución de las especies de gran tamaño de estos desiertos. Los resultados han sido publicados en la revista Conservation Letters.
"Otra de las conclusiones de este estudio es la necesidad de identificar las áreas en las que la fauna se encuentra en declive y en desarrollar medidas efectivas para su protección", explica la investigadora del CSIC Teresa Abáigar, de la Estación Experimental de Zonas Áridas.
En conjunto, los desiertos del Sáhara y el Sahel abarcan parte de Argelia, Burkina Faso, Chad, Egipto, Eritrea, Libia, Mali, Marruecos, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Túnez.
Durante el último siglo el impacto de la caza ha aumentado de manera dramática en la región. La accesibilidad a zonas que antes eran remotas y la explotación de los recursos naturales (principalmente en Argelia, Egipto, Libia y Níger) han provocado, según el estudio, una pérdida de biodiversidad. Como consecuencia, 12 de los 14 grandes vertebrados que habitan en la región han recibido la etiqueta de "extintos en estado silvestre" y "en peligro".
En concreto, la investigación expone una clara relación entre la reducción de poblaciones de gacela dorcas y de elefante africano y el aumento de los conflictos. Asimismo, el estudio señala que las exploraciones petrolíferas están vinculadas con la disminución de las poblaciones de adax.
Los datos recopilados muestran también una aceleración en la caza ilegal entre dos y tres años después del aumento de los conflictos. La megafauna casi ha desaparecido de la zona sur del Sáhara-Sahel, donde las guerras han sido más prolongadas, la población humana es mayor y la red de carreteras es más densa.
Dos vías para la conservación
Los autores del estudio proponen dos vías para conservar la biodiversidad en la región. La primera de ellas implica la puesta en valor de la biodiversidad y la sostenibilidad de los recursos naturales.
Con respecto a esto, en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC se llevan a cabo actividades de cría en cautividad de poblaciones de antílopes con propósitos de reintroducción. "Los resultados de este estudio son especialmente relevantes para nosotros en tanto que afectarán a los éxitos de los proyectos de reintroducción y a la supervivencia de las poblaciones naturales todavía existentes en esta zona", apunta la investigadora del CSIC.
Abáigar es, además, la responsable del Programa de Conservación ex situ de la gacela dorcas y lidera un proyecto de reintroducción de esta especie en Senegal.
La segunda vía consiste en la imposición de sanciones para aquellos que no respeten las normas de conservación y en la concienciación a las comunidades locales sobre la importancia cultural, económica y ecológica de la biodiversidad.
En el plano internacional, el estudio insta a los países productores y exportadores de armas a cambiar de actitud. "Es importante entender el círculo vicioso que se establece entre el tráfico de armas, las guerras, las migraciones y la extinción de especies salvajes –señala el director del estudio, el investigador José Carlos Brito, del Centro de Investigación en Biodiversidad y Recursos Genéticos de la Universidad de Oporto–. La interferencia de otros países en las zonas de conflicto, como las intervenciones militares de la Unión Europea y de Estados Unidos en Libia, no tiene en cuenta los riesgos y las consecuencias para las poblaciones humanas y la biodiversidad".
Por eso, tal y como apunta Brito, "es imprescindible conseguir un equilibrio entre la conservación del medio ambiente y el desarrollo económico y social, así como la colaboración entre la investigación en conservación y los legisladores".