Las enfermedades zoonóticas, aquellas que se originan en otras especies animales antes de extenderse a los humanos, ahora constituyen más del 60 por ciento de las enfermedades infecciosas emergentes. De estas patologías zoonóticas, el 70 por ciento proviene de animales salvajes. Debido a la similitud entre humanos y primates no humanos, estos monos y simios sirven como reservorios o amplificadores frecuentes de patógenos que representan un riesgo para las poblaciones humanas.
En el nuevo trabajo, Tamara Giles-Vernick, del Instituto Pasteur, en Francia, y Victor Narat, del Centro Francés para la Investigación Científica Nacional, junto con sus colegas, llevaron a cabo encuestas, recopilación de datos en tiempo real, entrevistas orales y exámenes de carne salvaje para pintar un cuadro completo de la exposición física de las personas en el sureste de Camerún con especies de primates no humanos. Los datos se recopilaron en 2016 y 2017 e incluyeron información de varias aldeas y cientos de personas.
Los científicos encontraron que los adultos cameruneses tienen contacto físico frecuente con primates, y más con monos que con simios. Este contacto es más a menudo a través de la caza, el despiece, la preparación y el consumo de carne, pero también incluye las lesiones sufridas por gorilas. Alrededor del 85 por ciento de los encuestados habían comido carne de primate en su vida. En general, el riesgo de exposición en cualquier aldea estaba directamente relacionado con la densidad relativa de primates no humanos y su proximidad a los asentamientos humanos.
"Las autoridades nacionales e internacionales deben apoyar una mejor vigilancia de los seres humanos y abundantes especies de monos, así como mensajes populares para promover prácticas seguras de manejo de la carne. Deben utilizarse la ciencia social multidisciplinaria y los enfoques ecológicos para mejorar la vigilancia y las comunicaciones con las poblaciones forestales sobre las enfermedades tropicales desatendidas", plantean los investigadores.