La exclusión de la Unión Europea (UE) del proceso de paz en Ucrania por parte de Estados Unidos y Rusia redefine su papel en la geopolítica actual. Washington prioriza sus propios intereses estratégicos y económicos en Europa, alineándose temporalmente con Moscú en foros como la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU. Esto ha relegado a la UE a un rol meramente financiero en la reconstrucción de Ucrania, sin capacidad de influencia geopolítica, pese a haber sido un actor clave en el conflicto.

La negociación directa entre Donald Trump y Vladimir Putin, excluyendo tanto a la UE como a Kiev, refleja el pragmatismo de ambos líderes y la marcada postura transaccional del actual gobierno estadounidense.

La posible formalización de concesiones políticas, como el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea, anexionada en 2014, y las regiones ocupadas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, todas ricas en recursos naturales, a cambio de acceso preferente de EE. UU. a minerales estratégicos en Siberia –particularmente en los yacimientos de Tomtor y Zashikhinskoye, así como en la mina de cobre de Udokan– demuestra la marginalización europea en la toma de decisiones globales.

Tras su fallida reunión con Trump en EE. UU., Zelenski, debilitado políticamente, acudió al Reino Unido en busca de respaldo, logrando obtener un préstamo de 2 740 millones de euros.

 

Zelenski sigue buscando apoyos

 

Su insistencia en ingresar en la OTAN o, en su defecto, en establecer una defensa colectiva oficiosa dentro de la Alianza Atlántica, choca frontalmente con Rusia, que considera cualquier expansión de la organización, especialmente la de un país vecino, como una línea roja infranqueable.

La administración de Keir Starmer busca fortalecer el apoyo europeo a Kiev y evitar su aislamiento diplomático, aunque su margen de maniobra es limitado debido a la reconfiguración geopolítica impuesta por EE. UU. y Rusia en suelo europeo.

Zelenski también ha buscado apoyo en Ankara, especialmente en 2023 y 2024, cuando Turquía suministró drones Bayraktar TB2 y tecnología militar avanzada a Ucrania. Su creciente industria de defensa y una de las fuerzas armadas más poderosas de la OTAN la convierten en un actor clave en la región. Turquía, tras décadas intentando ingresar a la UE y viendo sus aspiraciones estancadas por preocupaciones sobre derechos humanos, la deriva autoritaria de Erdoğan, disputas territoriales con Grecia y Chipre y diferencias económicas con la Unión Aduanera, ha optado por una política exterior pragmática, más enfocada en Eurasia que en Europa.

Su acercamiento a Moscú genera inquietud en Bruselas y evidencia la incapacidad de la UE para proyectar influencia en su propio vecindario.

Si Kiev no logra estructurar un respaldo sólido –Von der Leyen mencionó la posibilidad de adhesión a la UE antes de 2030–, corre el riesgo de colapsar como Estado (“Estado fallido”), lo que representaría una amenaza directa para la estabilidad de la UE debido a la crisis geopolítica y económica en sus fronteras.

El acercamiento de la UE a India, impulsado por la necesidad de contrarrestar los aranceles de Trump y reforzar su posición frente a Rusia y China, se da mientras estos tres países, miembros fundadores de los BRICS, expanden su influencia en el Sur Global y fortalecen sus lazos con la ASEAN, acelerados por la reciente adhesión de Indonesia al BRICS Plus.

Con Rusia y China liderando una integración sin imposiciones políticas, la UE enfrenta el desafío de mantener su relevancia en un orden global en transformación. Pero su estrategia errática la hace oscilar sin rumbo claro entre frentes geopolíticos cada vez más definidos.

 

Los minerales estratégicos, en el punto de mira

 

El control de minerales estratégicos trasciende Ucrania, con África, América Latina y Asia jugando un papel central en la geopolítica de los recursos. África alberga el 30 % de las reservas globales de cobalto, litio, manganeso, grafito y níquel, esenciales para la tecnología y la defensa.

América Latina lidera la producción de litio, con Argentina, Bolivia y Chile concentrando más del 50 % de las reservas mundiales. Brasil, por su parte, es el mayor poseedor de niobio del mundo y cuenta con importantes yacimientos de tierras raras.

China domina la refinación de estos minerales, procesando el 35 % del níquel, 40 % del cobre, 58 % del litio, 65 % del cobalto y el 87 % de las tierras raras. Esta hegemonía le permite monopolizar la fabricación de baterías para vehículos eléctricos y consolidar su posición en la transición energética. A pesar de esto, la UE sigue sin una estrategia clara para contrarrestar esta dependencia, quedando atrapada entre su vulnerabilidad económica y la falta de autonomía industrial.

El Reglamento (UE) 2024/1252, conocido como Ley Europea de Materias Primas Fundamentales, busca reducir la dependencia de China y fomentar la minería regional. Sin embargo, enfrenta barreras burocráticas, resistencia social y falta de inversión en exploración y extracción.

España, Francia y Alemania han intentado impulsar proyectos mineros, pero la oposición ambientalista y la falta de incentivos económicos han paralizado su desarrollo. En un intento por evitar una dependencia total de China y EE. UU., Bruselas puede intentar explorar acuerdos con países ricos en minerales estratégicos como Brasil, varias naciones africanas o Indonesia (aunque en este caso su legislación actual prohíba su exportación en bruto). Con Australia ya posee un acuerdo desde mayo del año pasado. Esos recursos son esenciales para la industria de defensa y la transición energética europeas, aunque la inestabilidad política y la influencia china en estas regiones complican su viabilidad.

La Cumbre de la OTAN en Madrid en 2022 dejó claro que Pekín es un “desafío sistémico” para la seguridad del bloque, pero la UE sigue sin una estrategia efectiva para reducir su dependencia. Mientras otras potencias aseguran sus cadenas de suministro, Europa continúa dependiendo de importaciones y medidas temporales que no garantizan su autonomía. Un mayor acercamiento a China en este momento revelaría, por otro lado, la poca fiabilidad de la UE como socio internacional.

 

La UE y su decadencia industrial

 

La decadencia industrial de la UE es un hecho. En 2021, su producción minera representaba solo el 5,2 % del total global y ha disminuido un 31 % en las últimas dos décadas. España, con su proximidad y lazos históricos con América Latina, podría servir como puente estratégico para que Europa acceda a los vastos recursos de la región, particularmente el litio del “triángulo del litio” en Argentina, Bolivia y Chile. Sin embargo, la competencia en política exterior de la UE limita la capacidad española de actuar de forma autónoma.

La exclusión de la UE no es un mero accidente diplomático: estamos ante una estrategia deliberada que la margina del núcleo de toma de decisiones, debilitando su influencia incluso en su propio territorio. Atrapada en su impotencia estratégica, la UE parece incapaz de asumir el control de su destino, quedando relegada a una posición de irrelevancia en el nuevo orden mundial.The Conversation