Me gustaría empezar por el principio: ¿Qué es una mujer?

Veamos una definición extraída del Diccionario Etimológico de 1881 de Roque Barcia. A partir de ahí, analizaremos qué era una mujer y qué es hoy, para así poder vislumbrar que será mañana.

 

“Ser mujer”

 

Mujer: Criatura racional del sexo femenino // la casada en relación al marido.

Primeras líneas de la entrada correspondiente a la palabra MUJER del Primer diccionario general etimológico de la lengua española, por Roque Barcia (1880-1883). Biblioteca Virtual de Defensa  /  The Conversation

 

Tras una serie de refranes moralizantes sobre cómo debe comportarse una mujer, acaba con la expresión “ser mujer” que significa haber llegado una moza al estado de menstruar.

 

Primeras líneas de la entrada correspondiente a la palabra MUJER del Primer diccionario general etimológico de la lengua española, por Roque Barcia (1880-1883). Biblioteca Virtual de Defensa / The Conversation

 

En esta definición vemos los diferentes ámbitos que se interrelacionan cuando se habla de la mujer:

  • La definición biológica, que agrupa a las personas nacidas con los cromosomas XX en oposición al sexo masculino con cromosomas XY. Esa definición dejaría fuera aquellas personas que han nacido con una biología más compleja, como los intersexuales, o quien, a pesar de no haber nacido con dos cromosomas XX, se siente mujer en lo más profundo de su ser.

  • Otro ámbito que apunta la definición es atender a la capacidad de la mujer de ser madre. Sin embargo, como diría Judith Butler, existen muchas mujeres que deciden no ser madres. Aquellas que deciden serlo tienen una capacidad reproductiva que abarca 20 años, mientras que su vida puede alcanzar los 90. ¿Se justifica entonces clasificar su participación a la sociedad en función de 20 años? Además, muchas mujeres se sienten madres aunque biológicamente no hayan dado a luz, y también quedarían fuera de la definición.

  • También podemos llamar mujer a la que se identifica con lo femenino. En este sentido, pensadoras del movimiento denominado “feminismo de la diferencia”, como Luce Irigaray, proclaman que lo femenino debe ser reivindicado en un mundo construido desde lo masculino. Por tanto, características femeninas como la intuición o la sensibilidad deben ser reivindicadas y ensalzadas en un mundo en el que se sobrevaloran las cualidades masculinas como el éxito o la competitividad. Pero también esta definición deja fuera a mucha gente, ya que existen muchas mujeres que no se identifican con estas cualidades y muchos hombres que sí.

Esto nos deja con esa parte de la definición que implica la existencia de comportamientos normativos para la mujer, lo que debe o no debe de hacer y en qué lugares puede contribuir o no. Creo que la totalidad de los movimientos feministas estarían de acuerdo en rechazar que se dicte desde la sociedad un comportamiento normativo para la mujer.

 

La mujer en la empresa

 

Podemos quizás dudar si, ontológicamente, la mujer existe o no, pero los datos confirman que existe una asimetría importante en el porcentaje de representación política y económica de las que la estadística considera hoy mujeres.

Sin embargo, lo positivo es que esta asimetría se está reduciendo, ya que los datos apuntan una clara tendencia de mejora en el objetivo de igualdad por parte de la sociedad y en concreto por parte de las empresas. Como ejemplo podemos analizar los resultados del último informe del índice de la Innodiversidad en España en el que hasta la fecha han participado más de 700 empresas. El informe entre otros datos indica que:

  • Más del 85 % de las empresas de la muestra afirman prestar interés a la inclusión de la mujer en sus empresas, destacando la gran empresa que alcanza el 89,8 % y, específicamente, la empresa cotizada que llega al 100%. Este interés se refleja en todos los sectores en un rango que va desde el 100 % en servicios financieros al 67 % en construcciones y obras públicas.

  • Por otra parte, las empresas de modo creciente desarrollan indicadores para medir el impacto de sus políticas de inclusión. Así, el 74 % de las grandes empresas y el 85 % de las empresas cotizadas indican tener indicadores para medir el impacto de las políticas de género.

Entre las herramientas empleadas para la inclusión destacan las políticas para la igualdad en el reclutamiento y promoción de los candidatos, el compromiso de la empresa con la igualdad reflejada en su misión y objetivos y el fomento de las bajas por paternidad, que alcanza ya al 90 % de las grandes empresas de la muestra. Estas políticas se han mantenido e incluso se han incrementado durante la pandemia, como declara el 81 % de las empresas de la muestra.

Indudablemente, la sociedad ha avanzado, gracias en parte a nuestras madres y abuelas, que lucharon por conseguir una mejor representatividad. A la vez que dirijo la mirada hacia ellas me gustaría también observar a nuestras hijas y nietas, porque la sociedad siempre sigue avanzando. Es posible que las siguientes generaciones encuentren categorías más amplias en las que se acepten las diferentes maneras de ser y sentirse mujer, una vez que la igualdad completa se consiga y el ser mujer no implique una situación de mayor dificultad a la hora de contribuir a la sociedad desde la independencia individual.The Conversation