Un fantasma machista recorre el mundo y España. En el imaginario colectivo de la juventud y en los discursos públicos y políticos es cada vez más común encontrarse con una idea muy simple: hoy en día, en España, los hombres son víctimas de un sistema ginocéntrico articulado por el feminismo de estado, el feminismo judicial y el feminismo cultural que les discrimina.
Esta idea parte de que los movimientos feministas consiguieron establecer desde hace años la igualdad entre hombres y mujeres, tanto legal como cultural, y las principales barreras y violencias específicamente vinculadas al hecho de ser mujer se han ido difuminando, o por lo menos se han reducido, hasta el punto de volverse insignificantes.
Siguiendo esta lógica, se puede afirmar que cualquiera que se alinee con postulados y sentires feministas hoy en día lo que en realidad persigue es el revanchismo y la dominación o anulación masculina, o el provecho propio. Desde una supuesta imparcialidad neutral que busca recuperar el equilibrio ya perdido entre hombres y mujeres se critica el despotismo de las cuotas, las sentencias judiciales abusivas y el peligro cotidiano con el que los hombres deben navegar para salvaguardar su reputación (y en algunos casos su libertad) ante las calumnias de las mujeres. En este texto quiero analizar algunos de los principios que componen esta idea de los hombres como víctimas.
¿Busca el feminismo perjudicar a los hombres?
Un reciente estudio publicado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación Fad Juventud, La Caja de la Masculinidad: Construcción, actitudes e impacto en la juventud española, ha incluido una encuesta online a 1 700 hombres y mujeres en España de entre 15 y 29 años con el objetivo de analizar el proceso de construcción de las masculinidades juveniles y el impacto que tiene sobre la juventud y sus creencias.
Hay elementos en los que observamos una gran polarización entre las posturas de los hombres y las de las mujeres. Por ejemplo, un 25,5 % de los hombres afirma que el feminismo no es necesario porque ya existe la igualdad frente al 12,6 % de mujeres que se alinea con esta postura.
Cuando afirmaciones falsas se ven como reales
En la misma línea, un 28,3 % de los hombres está de acuerdo con que el feminismo busca perjudicar a los hombres frente al 13,8 % de mujeres. Estas posturas son preocupantes, pero quiero destacar tres afirmaciones que no solo contribuyen a apuntalar esta idea de los hombres como víctimas en nuestra sociedad, sino que generan un nivel relativamente alto de acuerdo para el conjunto de la población joven:
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“Los hombres suelen tener trabajos más duros que las mujeres” genera un 31 % de acuerdo entre las mujeres y un 42 % entre los hombres.
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“La violencia de las mujeres hacia los hombres no se tiene en cuenta lo suficiente”, con un 51 % de acuerdo entre las mujeres y un 52,2 % entre los hombres.
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“Los hombres están desprotegidos ante las denuncias falsas por violencia de género” un 26,7 % de acuerdo entre mujeres y un 47,2 % de acuerdo entre hombres.
En los tres casos se observa que las diferencias entre los grados de acuerdo generados entre hombres y mujeres no son excesivamente elevadas, mostrando que se trata de discursos que han permeado como argumentario de forma transversal y sobre los que hay que poner una atención especial.
En este punto es importante dejar claro que mi intención no es argumentar que la precariedad laboral masculina, la violencia de mujeres a hombres o las denuncias falsas no existen. Sin embargo, sí quiero aportar datos que permitan contextualizar estos elementos en la sociedad en la que vivimos.
Los cuidados o la limpieza, trabajos duros
Comenzando por el primero, cuando hablamos de “trabajos duros” los ejemplos prototípicos que se suelen aportar son de sectores masculinizados en los que el esfuerzo físico es muy elevado (minería, construcción, recogida de residuos…). Sin embargo, mi argumento es que la dureza de un trabajo se debe medir principalmente en relación a las condiciones laborales que lo envuelven y, en este sentido, trabajos feminizados como el de cuidados o limpieza destacan por su dureza.
La precariedad laboral es una realidad extremadamente extendida en el mercado de trabajo español y afecta con especial virulencia a la población joven. No obstante, no afecta a todo el mundo por igual. En todos los indicadores que utilizamos para medir la precariedad (la tasa de paro, la temporalidad, la parcialidad involuntaria…) las mujeres tienden a puntuar significativamente peor que los hombres. Además, todas las encuestas sobre el uso del tiempo también muestran que la mayor parte del trabajo doméstico no remunerado sigue recayendo sobre las mujeres.
Pasando a la idea de la violencia de las mujeres hacia los hombres es importante contextualizarla y dimensionarla con los datos existentes. Para contabilizar el número de víctimas, en el Instituto Nacional de Estadística se ofrece información del Registro Central para la Protección de las Víctimas de la Violencia Doméstica y de Género del Ministerio de Justicia sobre órdenes de protección o medidas cautelares dictadas. En el registro se diferencia entre violencia de género (considerada como violencia de hombres a mujeres en el ámbito de la pareja o expareja) con 30 141 víctimas en 2021 y la violencia doméstica (que puede ser perpetrada tanto por hombres como por mujeres), con 3 182 hombres y 5 058 mujeres víctimas en 2021. Si contabilizamos de forma conjunta la violencia de género y la violencia doméstica en 2021 (38 381 víctimas), solo el 8,3 % de las víctimas serían hombres.
48 mujeres asesinadas en 2021
Analizando los casos con víctimas mortales, en 2021 murieron 48 mujeres por violencia de género (con un promedio interanual de 2003 a 2021 de 59,6 víctimas mortales/año). Poniendo el foco sobre la violencia doméstica con víctimas mortales en el ámbito de la pareja o expareja, en 2020 se dieron 7 casos, con un promedio interanual de 2003 a 2020 de 7,6 víctimas mortales/año. En este promedio, el 88 % ha sido de mujeres a hombres, un 11% de hombres a hombres y un 1 % de mujeres a mujeres. Como vemos, insistiendo una vez más en la importancia y gravedad de todas las formas de violencia, la diferencia entre hombres y mujeres es evidente.
150 785 denuncias por violencia de género
Finalmente, los últimos datos existentes sobre denuncias por violencia de género y doméstica publicados por la Fiscalía General del Estado son de 2020 (Capítulo III, Sección 1.5). Se registraron 150 785 denuncias por violencia de género, aunque hay que tener en cuenta que según la “Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer 2019” solo un 21,7 % de las mujeres que han sufrido violencia de alguna pareja actual o pasada la han denunciado y en realidad el 57,3 % de las mujeres han sufrido violencia por ser mujer.
Del número total de denuncias de 2020 solo se produjeron 30 retiradas de acusación, de las cuales en 20 ocasiones se fundamentaron en la decisión de no declarar de la víctima y los 10 restantes por no destruirse la presunción de inocencia del acusado. De estas 10 solo se acordaron 3 deducciones de testimonio contra la denunciante por un posible delito de denuncia falsa y ninguna de las tres fue resuelta con condena.
Entre 2009 y 2020, del total de 1 708 075 denuncias por violencia de género solo se han producido 134 condenas por denuncia falsa (el 0,0074 %). La diferencia entre el número de denuncias y el número de víctimas tiene que ver con el sobreseimiento o archivo de las causas, con que existan varias denuncias de una misma víctima, que queden denuncias pendientes de resolver o porque se llegue a un acuerdo entre las partes.
Aun teniendo en cuenta que puede haber casos en los que una denuncia falsa no llegue a quedar registrada en la estadística anterior porque no llega a tramitarse el caso, también se producen abandonos de las causas por miedo, falta de acompañamiento en los trámites administrativos y dependencia económica o emocional de las víctimas. En ningún caso se puede tratar a las denuncias falsas como un fenómeno generalizado o común.
En definitiva, las problemáticas que reflejan las afirmaciones analizadas en un contexto más amplio se vuelven poco realistas a la hora de argumentar que los hombres viven en un contexto de dominación femenina, dándole la vuelta al concepto bourdieano o, con otras palabras, que son víctimas en el contexto actual.
Por el contrario, este tipo de argumentos, que han sido denominados como posmachistas, parten de una defensa formal de la igualdad mientras critican cualquier medida o iniciativa para seguir luchando por ella y avanzando hacia una sociedad mas justa, apuntalando así la estructura social patriarcal.