La capa de ozono podría verse totalmente recuperada hacia el año 2060 si se sigue aplicando el acuerdo mundial para protegerla según un estudio presentado este mes en la 30ª reunión de los firmantes del Protocolo de Montreal en Quito, llevado a cabo por el Panel de Evaluación Científica del acuerdo internacional.
La capa de ozono está compuesta por un tipo específico de molécula de oxígeno que protege el planeta de los rayos ultravioletas emitidos por el Sol, que sin ella podrían causarnos cáncer de piel, daños graves en la visión y perjuicios para los cultivos.
Además, si la capa de ozono se reconstituyera al cien por cien, el calentamiento global podría mitigarse hasta 0,4 grados centígrados para finales de este siglo, pero los expertos advierten que es imposible saber exactamente cuando desaparecerán de la atmósfera todas las sustancias nocivas que provocaron el agujero de ozono.
Estos gases “permanecen durante mucho tiempo en la atmósfera desde que son expulsados de máquinas de aire acondicionado y de neveras”, por lo que es necesario “esperar” hasta saber con exactitud si estas sustancias están o no siendo eliminadas de la atmósfera.
Progresivamente, la capa de ozono se está recuperando del 1 a 3% por década gracias al cumplimiento del Protocolo de Montreal, firmado en 1987. Con la progresión actual, el hemisferio norte y el ozono de latitud media se recuperarán completamente para la década de 2030, seguidos del hemisferio sur en la década de 2050 y las regiones polares en 2060.
El informe presentado en Quito, también trata la situación de los gases CFC-11, aquellos usados en productos de espuma blanda o aislantes, y que tienen una alta capacidad de destrucción de la capa de ozono.
“Hemos descubierto que estos gases no se han reducido en la atmósfera como esperábamos, es decir, que nuevos gases CFC-11 están siendo emitidos”, lamentó el copresidente del comité de expertos, David Fahey.
La influencia de las temperaturas
Debido a estas emisiones y a condiciones atmosféricas, el cierre del agujero no es lineal, tiene altos y bajos. Los niveles decrecientes de sustancias químicas que destruyen el ozono han impedido que el agujero en la capa de ozono fuera tan grande en 2018 como hace 20 años.
Temperaturas más bajas en la estratosfera antártica crearon condiciones ideales para destruir el ozono este año. Sin embargo, "los niveles de cloro en la estratosfera antártica han caído aproximadamente un 11 por ciento desde el año pico en el 2000", dijo Paul A. Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
"Las temperaturas más frías de este año nos habrían dado un agujero de ozono mucho más grande si el cloro todavía estuviera en los niveles que vimos en el año 2000", aseguró.
Según la NASA, el agujero anual de ozono alcanzó en 2018 un área de cobertura de 22,9 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a casi tres veces el tamaño de los Estados Unidos. Se ubica en el puesto 13 entre los 40 años de observaciones satelitales de la NASA. El mundo comenzó a eliminar gradualmente el uso de sustancias que agotan la capa de ozono en 1987 bajo un tratado internacional conocido como el Protocolo de Montreal.
Estas condiciones más frías, entre las más gélidas desde 1979, ayudaron a la formación de nubes estratosféricas más polares, cuyas partículas activan las formas de cloro y bromo que destruyen el ozono.
En 2016 y 2017, las temperaturas más cálidas en septiembre limitaron la formación de nubes estratosféricas polares y retardaron el crecimiento del agujero de ozono. En 2017, el agujero de ozono alcanzó un tamaño de 19,7 millones de kilómetros cuadrados antes de comenzar a recuperarse. En 2016, el agujero creció hasta los 20,7 millones de kilómetros cuadrados.
Sin embargo, el área actual del orificio de ozono todavía es grande en comparación con la década de 1980, cuando se detectó por primera vez el agotamiento de la capa de ozono sobre la Antártida. Los niveles atmosféricos de sustancias que agotan la capa de ozono producidas por el hombre aumentaron hasta el año 2000. Desde entonces, han disminuido lentamente pero siguen siendo lo suficientemente altos como para producir una pérdida significativa de ozono.