La llegada a la Luna paralizó el mundo hace medio siglo. La misión Apolo 11 supuso un hito en la carrera espacial protagonizada en aquellos años por EE UU y la Unión Soviética. En los años 60, John F. Kennedy inició abiertamente en su famoso discurso una competición entre dos grandes rivales y ganar era una cuestión de orgullo. Fueron a contrarreloj porque el presidente americano había prometido llegar a la Luna antes de finalizar la década. Fue una carrera de fondo y cuando llegaron estaban exhaustos y sin más motivación política.
Han pasado 50 años desde aquella rivalidad y las circunstancias políticas hoy son muy diferentes. Sin embargo, una nueva hazaña lunar sigue siendo relevante desde el punto de vista científico y económico.
“Vivimos un momento histórico en el que somos conscientes de que nuestro planeta tiene unos recursos limitados y eso hace inviable nuestra civilización. La extracción de recursos en el espacio, si es que logran reducirse los costes, empieza a parecer una buena solución para algunos de los muchos problemas de nuestro sistema económico insostenible”, explica a Sinc Jorge Hernández Bernal, investigador del instrumento VMC, de la sonda espacial europea Mars Express, actualmente en órbita en Marte.
La carrera actual en la Luna se libra entre Estados Unidos y China, principalmente. En el caso de las misiones no tripuladas, destacan los robots de prospección Chang’e del país asiático y los Servicios de Carga Comercial Lunar de la NASA, que determinarán la ventaja relativa de cada país para acceder y explotar los recursos lunares.
Destacan “los existentes en el agua helada en el polo sur, ya que H2 y O2son los principales elementos para tener un ‘estación de servicio’ extraterrestre con combustible para futuras misiones más lejanas, como la de ir a Marte por exploración o las comerciales de explotación de asteroides ricos en metales y tierras raras”, apunta el físico Juan F. Cabrero Gómez, que trabaja en la misión ExoMars 2020 de la Agencia Espacial Europea (ESA).
China ya ha lanzado en los últimos años cinco de estas misiones a la Luna, incluidos orbitadores, aterrizadores y dos pequeños vehículos capaces de desplazarse por su superficie. “Chang'e 3 es el primer rover lunar que se crea desde los años 70 y mostró las capacidades de la Luna como base para la observación de la Tierra y del espacio con las tecnologías modernas”, dice Ana Inés Gómez de Castro, catedrática de Astronomía y Astrofísica de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid.
El último, Chang'e 4, ha sido capaz de aterrizar en la cara oculta de la Luna por primera vez. Además, las próximas tres misiones Chang’e ya están aprobadas y, entre otras cosas, tienen planes serios de transportar a la Tierra restos de la superficie lunar.
“El 5 y 6 tratarán de traer a la Tierra muestras de distintas regiones de la Luna, el 7 estudiará una zona del polo sur y el 8, todavía por determinar, probaría las tecnologías necesarias para la construcción de una base lunar, sin duda la más interesante de todas las anteriores”, explica Tomás Alonso Hernández, ingeniero de telecomunicaciones en el Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de Madrid (MDSCC, por sus siglas en inglés), perteneciente a la NASA.
El boom de las misiones comerciales
Uno de los motores de renovación del interés por la Luna ha sido la disponibilidad de mapas de alta resolución en 3D de la superficie lunar, generados principalmente por la misión Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA. “En el futuro cercano, también los SLS-Orion de la NASA y las misiones Luna (25-27) de la Agencia Espacial Rusa representarán un incremento significativo de la actividad en la Luna”, dice Gómez de Castro.
Otros países también han hecho sus incursiones. Hace tan solo tres meses, en abril de 2019, una organización israelí intentó hacer aterrizar una sonda no tripulada en la Luna. Fallaron por muy poco y volverán a intentarlo.
Por su parte, la India ha intentado esta semana lanzar otra sonda de aterrizaje al polo sur de la Luna, pero ha tenido que suspender la misión por problemas técnicos. La Chandrayaan 2 probará la habilidad de Agencia India de Investigación Espacial de un aterrizaje suave y su capacidad de operar un rover robótico. Corea del Sur también tiene planeadas misiones no tripuladas.
“Se está produciendo además un auténtico boom de misiones comerciales patrocinadas por empresas privadas para enviar orbitadores, vehículos todoterreno e incluso turistas a nuestro satélite. Todos estamos entusiasmados por seguir explorando la Luna”, enfatiza Rafael Bachiller, astrónomo y director del Observatorio Astronómico Nacional.
Una de esas iniciativas privadas es SpaceX, que planea junto a un multimillonario japonés enviar una nave a las inmediaciones de la Luna en 2023. A esta iniciativa la han bautizado #DearMoon y en ella volarían varios artistas.
“Aun así, no está claro en qué medida SpaceX tiene la capacidad, es decir, el dinero y los medios, para preparar esta misión en tan poco tiempo. Es posible que vayan ‘de farol’, para conseguir más inversores”, dice Hernández Bernal, y añade: “Estamos claramente ante un resurgir del interés por la exploración lunar”.
Volver a la Luna para quedarse
Por su parte, EE UU lidera un proyecto internacional –en el que también participa la Agencia Espacial Europea– para lanzar la Estación Espacial Deep Space Gateway (DSG, por sus siglas en inglés) que estará en la órbita lunar. Esta base supondría hacer que las misiones de aterrizaje en la Luna sean bastante más accesibles.
“En estos momentos, EE UU es quién ha indicado que llevar un humano de vuelta a la Luna es su prioridad, de modo que pienso que la NASA será quien lo haga, con colaboradores nacionales e internacionales. El volver allí después de más de medio siglo será ciertamente importante. Y esta vez, el deseo es establecer una base, no solo para explorar su superficie y sus minerales, sino también para aprender cómo poder realizar otras misiones aún más ambiciosas, como ir a Marte”, argumenta María Begoña Vila Costas, astrofísica española que trabaja en el centro de vuelo espacial Goddar de la NASA.
La DSG daría soporte en las comunicaciones entre la Tierra y la Luna a las misiones pequeñas, abaratando significativamente su coste y simplificando el diseño. Además, podría servir de punto de ensamblado de componentes que requieran condiciones de microgravedad o de vacío y que vayan a utilizarse en misiones lunares o en órbitas alejadas de la superficie terrestre como los grandes observatorios astronómicos.
El país norteamericano también anunció hace pocos meses su intención de volver a pisar la Luna en 2028 y posteriormente dobló la apuesta a 2024, en lo que han bautizado como el programa Artemisa. Sin embargo, este proyecto tiene muchas dificultades. “Están las elecciones presidenciales el próximo año, además si quieren llegar en 2024 van a necesitar desarrollar muchos elementos vitales para una misión de estas características, y eso requiere mucho dinero”, declara Hernández Bernal.
La Casa Blanca ha anunciado un aumento de 1.600 millones de dólares (1.426 millones de euros) en el presupuesto de la NASA de 2020 para el desarrollo de este programa, pero esta cantidad no parece suficiente. “Para colmo, este dinero se sacaría de un programa de ayudas a estudiantes universitarios. ¿Es esa la clase de progreso que queremos?”, se lamenta el investigador.
Vila Costas considera que poner en marcha este proyecto va a ser muy complicado, pero es uno de los objetivos a futuro: “Los prototipos iniciales permitirán demostrar el proceso de aterrizaje, la investigación de la superficie lunar, y tecnologías como paneles solares o comunicaciones con la Tierra, que serían esenciales para establecer una base allí. El proyecto Artemisa es muy ambicioso, un primer paso en una nueva fase de exploración espacial”, expone.
“Desde mi punto de vista lo relevante no es volver a poner astronautas en la Luna, sino ir para quedarse. Generar un entorno en el que pueda haber permanencia humana en la Luna”, enfatiza Gómez de Castro.
Las nacionalidades de la Moon Village
El objetivo de la primera fase de Artemisa sería aterrizar en el polo sur de la Luna en el año 2024, con una tripulación compuesta de mujeres y hombres. Para ello, contaría con el nuevo lanzador SLS y la nave Orion, además del módulo Gateway que ya estaría en funcionamiento. La segunda fase se centraría en conseguir la sostenibilidad en la Luna y sentar las bases para un futuro viaje a Marte. Se abriría así la posibilidad de colaboración con agencias espaciales internacionales y empresas privadas para crear lo que ha bautizado como Moon Village.
Esta colonia en el polo sur lunar contaría, según la ESA, con un entorno colaborativo en el que las agencias pueden mantener su independencia y, sin embargo, compartir infraestructura básica para sobrevivir en un entorno tan hostil como la Luna. Además, la estación en la superficie de la Luna abriría muchas posibilidades para la investigación científica, igual que las que en su momento surgieron con las estaciones espaciales orbitales.
“Está por ver si esta vez el Gobierno de EE UU pondrá los recursos necesarios y conseguirá las alianzas imprescindibles con empresas del sector privado para llevar a cabo este gran proyecto”, insiste Alonso Hernández.
Bachiller cree que en este contexto, la Agencia Espacial Europea debe reforzar su colaboración con la NASA en el marco de la construcción de la nueva nave Orión. “También debería desarrollar nuevas tecnologías para la extracción y el uso de los recursos naturales in situ, pues estas tecnologías serán clave para el futuro de la exploración espacial”, explica.
Los planes de China a este respecto son relativamente desconocidos. Aparentemente su meta es pisar la superficie lunar hacia 2030 y también tiene planes de poner una estación espacial en el satélite, hacia 2025. “La gran ventaja de China es la estabilidad política, aunque sea a costa de coartar libertades, contaminar y explotar trabajadores para que nosotros tengamos móviles, tablets y ordenadores más baratos”, relata Gómez de Castro.
A Cabrero Gómez las intenciones del país asiático en misiones tripuladas también le resultan una incógnita: “Con la publicidad mediática del proyecto Artemisa de llevar a una mujer a la Luna, puede que China se incentive en ser los primeros en ello. Desconozco la hoja de ruta de China pero sí el sobrevalorado plan de EE UU que por dinero no creo que se produzca hasta 2028 o 2030”.
“En general, tras 50 años de la llega del ser humano a la Luna, ver por allí a un simple robot nos sabe a poco. Nos queda mucho por aprender sobre la Luna. ¡Y sobre la Tierra! ¡Siempre hay mucho que aprender!”, concluye Hernández Bernal.