La industria tabacalera es consciente desde 1960 de la adicción que la nicotina provoca en el consumidor. Sin embargo, no fue hasta el año 2000, tras décadas de negación pública, cuando la compañía Philip Morris admitió que esta sustancia es uno de los principales factores causantes de la dependencia de los fumadores, tal y como alertaban las autoridades sanitarias. Sin embargo, la empresa poseía mucha más información científica sobre el complejo fenómeno de la adicción al tabaco y supo cómo aprovecharla.
Según un nuevo estudio publicado esta semana en PLOS Medicine, a partir del año 2000 la compañía comenzó a promocionar productos bajos en nicotina. Simultáneamente, también creó campañas de publicidad y políticas que alentaban a comenzar o a seguir fumando. Y lo hizo porque conocía bien las demás claves de la dependencia al cigarrillo.
Así lo han demostrado Jesse Elias, Yogi Hendlin y Pamela Ling, investigadores de la Universidad de California (EE UU) y autores del estudio, a través del análisis de parte de los documentos secretos de la industria tabacalera a los que han tenido acceso como resultado de un pleito contra esta.
Los tres autores querían saber qué datos conocía Philip Morris sobre la dependencia al tabaco antes y después de admitir públicamente los efectos de la nicotina.
Factores psicológicos, sociales y ambientales
Los científicos comprobaron que la compañía continuó estudiando sobre el tema durante la década de los 2000 con el objetivo de desarrollar productos bajos en nicotina, supuestamente más seguros. Pero, además, descubrieron que los modelos de adicción que la empresa tuvo en cuenta desde mediados de 1990 hasta al menos 2006 también consideraban los factores psicológicos, sociales y ambientales, de vital importancia en la adicción a los cigarrillos. Es más, les otorgaba la misma relevancia que a la nicotina.
Los autores reconocen que, debido a la naturaleza fragmentada e incompleta del archivo investigado, es posible que se hayan perdido algunos documentos relevantes.
“Hemos llegado a la conclusión de que el cambio que mostró Philip Morris, de negar a asumir el efecto adictivo de la nicotina, fue impulsado por presiones públicas y legales, no por un cambio sustancial en el conocimiento científico que la industria tenía sobre el tema”, explican los investigadores en su estudio.
La reducción del tabaquismo requiere de políticas que abarquen todos los factores involucrados en la adicción, señalan los investigadores. Entre sus demandas se encuentran la disminución de publicidad, el empaquetado genérico, los impuestos al tabaco y las restricciones generalizadas de no fumar.
Según el estudio, hasta la fecha estas políticas han tratado la adicción de manera más efectiva que las soluciones individualizadas, incluso mejor que la farmacoterapia. Por ejemplo, es mucho más probable que sea la publicidad lo que incida sobre los miembros marginados de la sociedad, muchos de los cuales son fumadores, que las intervenciones y soluciones médicas, ya que tienen menor acceso a ellas.
“Nuestro análisis sugiere que el cambio estratégico de Philip Morris es un intento oportunista de mantener las ganancias futuras y capitalizar la reducción del daño del tabaco”, concluyen los expertos.