Una vez cumplidos los 1.000 días de guerra en Ucrania empiezan a aparecer algunas voces que apuntan tímidamente a una posibilidad de alto el fuego.
Sobre el terreno, este extremo no parece tan claro, ya que el conflicto se encuentra cada vez más enconado y sin una resolución clara cercana. Ninguna de las dos partes parece dispuesta a ceder lo más mínimo a su enemigo.
El frente del Donbass
Rusia continúa su sistemática ofensiva en el Donbass en un frente que avanza muy lentamente, casi ciudad por ciudad. Ya queda lejos la emblemática toma rusa de Bakhmut, gran conquista de 2023, y desde ese avance la situación se concentra en muy pocos kilómetros.
El siguiente gran objetivo de Rusia podría ser Pokrovsk, un importante nudo de comunicaciones de la región. Todo este progreso supone un gran coste que parece que al Kremlin no le cuesta asumir; de hecho Ucrania ha apuntado a unas 725.000 bajas rusas entre muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
Pero estas cifras no parecen afectar a la intención rusa de lograr el control total sobre las regiones de Donetsk y Lugansk, los dos territorios sobre los cuales Rusia reclamó y autoimpuso su soberanía.
Otros frentes del conflicto
Pero más allá del frente del Donbass Rusia sigue lanzando ofensivas por todo el territorio ucraniano. En la zona de Jarkov los rusos intentan desgastar la resistencia en torno a Kupiansk, un gran centro ferroviario de la región. En la zona central también se han desplegado tropas en el entorno de Zaporiyia en un intento de diversificar el lento avance de sus tropas.
Los bombardeos rusos no se limitan al frente propio de batalla, sino que también golpean otras ciudades de Ucrania alejadas de la zona. En ese sentido fue especialmente grave el ataque masivo que Rusia lanzó el pasado fin de semana contra la red energética ucraniana.
El lanzamiento de más de un centenar de misiles y otros tantos drones por todo el país suponía el golpe más importante desde el mes de agosto, con la intención de inutilizar la infraestructura energética de varias regiones ucranianas como Rivne, Lviv, Dnipropetrovsk, Kiev, Volyn u Odesa. Este ataque resulta de especial importancia para la vida de la sociedad civil cuando el duro invierno del este comienza a acercarse en una situación de grave déficit energético.
Pero los ataques no son monopolizados sólo por el bando ruso, sino que Ucrania también emprendió desde el verano una ofensiva en la región de Kursk, en territorio ruso. Este avance ucraniano puede ser una importante moneda de cambio, al llegar a ocupar más de 1.000 km2 de territorio ruso.
La situación diplomática internacional
El avance ucraniano en territorio ruso generó una respuesta que hizo retroceder en parte a los ucranianos, fortalecidos en torno a la ciudad rusa de Sudzha. Para intervenir en este punto del frente Rusia recibió el apoyo de soldados norcoreanos en el intento de recuperar territorio y unirse a sus tropas propias.
Esta decisión ha coincidido en el tiempo con el permiso de Joe Biden para que Ucrania pueda usar armas de largo alcance en el conflicto. La prensa americana asegura que esta medida es una especie de respuesta a la participación de las tropas norcoreanas, un mensaje para que el régimen de Kim Jong Un no envíe más efectivos a la guerra de Ucrania. La decisión de Biden ha despertado la indignación del gobierno ruso, que acusa a los americanos de echar leña al fuego. De hecho el Kremlin ha afirmado la posibilidad de ampliar el uso de armas nucleares ante las ‘amenazas de Occidente a la seguridad de Rusia’.
Para contrarrestar esta decisión del todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha mostrado tras la victoria electoral su escaso interés en que el conflicto continúe activo, lo que ha despertado varias ofertas de esfuerzos diplomáticos para que cese la guerra.
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