Activistas han celebrado este sábado en el Puerto de Valencia una performance contra la reactivación del tráfico de cruceros en la que han simulado una boda entre la ciudad y la terminal de cruceros, oficiada por la Autoridad Portuaria de Valencia y frustrada por la sociedad civil.
Esta acción se enmarca en una jornada de protestas convocada también en Barcelona, Palma, Tarragona, A Coruña y Vigo, en rechazo a la reciente resolución del Gobierno central para levantar la restricción de la llegada de cruceros a partir del pasado 7 de junio. Los organizadores reclaman "hacer frente a la pandemia de contaminación" y advierten que los "megabarcos que vienen a las ciudades solo nos dejan humos, basuras y apenas trabajos de calidad".
En Valencia, la convocatoria ha corrido a cargo de la Comissió Ciutat-Port -formada por colectivos como Per l'Horta, Acció Ecologista-Agró, Ecologistas en Acción y l'Associació de Veïns i Veïnes, entre otos- y ha puesto el foco además en el proyecto de la ampliación norte del Puerto de Valencia.
Sobre las 11.30 horas, el Edificio del Reloj ha sido testigo de la escenificación de una boda flanqueada por pancartas con los mensajes #STOPCreuers, Malva-rosa, un barri que lluita per la seua dignitat (Malvarrosa, un barrio que lucha por su dignidad) y Menys port, més serveis publics (Menos puertos, más servicios públicos).
Hacer frente a la pandemia de contaminación
Una activista ataviada de novia ha interpretado el papel de València y ha procedido a contraer matrimonio con Terminal de Cruceros, vestido también para la ocasión, en una falsa ceremonia oficiada Autoritat Portuaria de València, personaje que simulaba ser un religioso para formalizar una "unión acordada en grises despachos".
Todo ello alentado por la madrina, Ministerio para la Transición Ecológica -que ha asegurado que "no ve nada, no sabe nada y no hace nada"-, y el padrino, Puertos del Estado, bajo la atenta mirada y abucheos de unos invitados entre los que se encontraba Mar Mediterrània, Natzaret, Malvarrosa y Contaminación Atmosférica, entre otros.
En el momento en que se iba a formalizar la unión "hasta que el petardazo de la contaminación nos aniquile como especie", estos testigos han interrumpido la boda para advertir a València que no se casara con Terminal de Cruceros. Natzaret ha hablado de la "relación tóxica" que ha mantenido con estas embarcaciones y la Mar Mediterrània ha lamentado el retroceso de las playas y la degradación de los fondos marinos. La performance ha terminado con València abandonando la unión de la mano de los invitados que representan a sus barrios y a los recursos naturales.
"No queremos volver a este tipo de turismo"
La portavoz de la Comissió Ciutat-Port y miembro de Ecologistes en Acció Pau Monasterio -que ha representado a Terminal de Cruceros- ha explicado en declaraciones a Europa Press el rechazo de los convocantes al "reinicio de la actividad de megacruceros en todas las ciudades", que han "venido sufriendo este tipo de turismo de masas".
Estas ciudades se han coordinado para lanzar un mensaje: "No queremos volver a este tipo de turismo y, sobre todo, a este tipo de megabarcos que vienen a las ciudades y solo nos dejan humos, basuras y apenas trabajos de calidad y se basan en sistemas muy extractivos", ha sostenido Monasterio.
"En València, en concreto, tenemos un punto que hace más grave la situación, porque la Autoridad Portuaria pretende construir una terminal de cruceros que toque con los barrios marítimos, a menos de 400 metros de Natzaret, por ejemplo, y eso significa que estos espacios se van a ver más masificados aún, pero sobre todo van a recibir todas las humaredas de esos barcos que están día y noche quemando ese combustible muy pesado".
En ese sentido, ha explicado que España ha sido, hasta la pandemia del coronavirus, "el segundo país de la UE con más contaminación debida al tráfico marítimo". "Ahora volvemos a comenzar, igual o peor en el caso de Valencia, a reiniciar esta actividad que hace que, entre otras cosas, la ciudad no pueda cumplir sus compromisos climáticos".
De este modo, ha afirmado que las ciudades quieren "poder repensar si quieren o no" esta actividad. En su caso, la opinión es clara: "No queremos este tipo de turismo, tenemos que pensar qué ciudad queremos y qué relación queremos con el puerto", ha zanjado.