España se encuentra en plena desescalada. En las últimas semanas, la tendencia a la baja en las cifras de personas afectadas y fallecidas por la COVID-19 ha hecho albergar la esperanza en la sociedad. Sin embargo, no hay que bajar la guardia.
Como explica a SINC Helena Legido-Quigley, experta en sistemas de salud y profesora en la Universidad Nacional de Singapur, “estos resultados positivos se deben a unas medidas de confinamiento muy estrictas seguidas por la mayoría de la población. Pero la fase actual es igual de importante, si no más, para evitar posibles rebrotes como el de Corea del Sur”.
Igual opina Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE): “La situación es buena pero tenemos que seguir vigilando y continuar con todas las medidas recomendadas. Sería muy peligroso que nos confiásemos, aún tenemos un porcentaje muy alto de población susceptible de pasar la enfermedad y, si se reactivasen las cadenas de transmisión, las cifras se podrían revertir”.
Como parte del Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad, la semana pasada el Ministerio de Sanidad publicó la estrategia de diagnóstico, vigilancia y control en la fase de transición. En ella, se establece que los sistemas de vigilancia epidemiológica deberán suministrar información diaria para adoptar reacciones rápidas en caso de nuevos contagios.
De ahí que el estudio de los contactos de esos posibles brotes sea tan decisivo, el conocido como rastreo del virus. No obstante, para eso va a hacer falta más personal en Atención Primaria (AP) y profesionales que puedan hacer el seguimiento de contactos, los rastreadores.
“Es un trabajo complicado que necesita de muchos recursos. El sistema de AP y las unidades de epidemiología en cada territorio son las dos instituciones clave, pero habrá que aumentar sus medios para que puedan hacer frente a todos los casos y sus contactos”, sostiene Godoy.
“En Escocia proponen contratar 2.000 personas, en Reino Unido están pensando contratar 18.000 y en EE UU entre 100.000 y 300.000. Según lo que se está haciendo en Singapur y las redes de salud pública que tiene España, calculo que como mínimo harán falta unas 20.000 personas”, añade Legido-Quigley.
Para Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), “no es fácil definir el número de personas que vamos a necesitar, ya que hay una importantísima variabilidad entre las comunidades autónomas (CC AA)”, indicó en la rueda de prensa del pasado 11 de mayo.
La importancia del rastreo
Durante los dos últimos meses y hasta ahora, la mayor parte de la sociedad española ha estado confinada en casa. Por eso, aunque hubiera cadena de transmisión, no existían muchas oportunidades de una transferencia intercomunitaria. Pero la situación ha cambiado.
El Boletín Oficial del Estado (BOE) ha publicado esta semana una orden ministerial para que se optimice la recogida de datos epidemiológicos de las comunidades autónomas y para que estas garanticen la realización de una prueba PCR u otra técnica de diagnóstico adecuada a cada caso sospechoso en las primeras 24 horas desde el conocimiento de los síntomas.
“Con la vuelta al trabajo de muchas personas y el alivio de las medidas de confinamiento, se reanudan los contactos y puede darse la transmisión. De ahí que sea fundamental que todos los casos que se vayan produciendo se diagnostiquen adecuadamente”, puntualiza Godoy.
Cada caso confirmado debe aislarse de forma adecuada, rastreando todos los contactos que esa persona haya podido tener y a los que haya podido transmitir la enfermedad. “Estos contactos tienen que estar aislados en su domicilio durante 14 días para asegurarnos de que, si alguno de ellos desarrolla la enfermedad, no genere nuevas cadenas de transmisión”, continúa.
Pero, ¿qué ocurre con la propagación asintomática? Según los expertos, el estudio de los contactos no puede llegar hasta aquí, solo se basa en detectar los casos clínicos –que contactan con el sistema sanitario– y sus contactos.
“De los casos asintomáticos solo nos podemos proteger si cumplimos con las medidas de prevención no farmacológicas, como el distanciamiento físico y las medidas que las acompañan. Afortunadamente, aunque son muy numerosos, transmiten poco a nivel comunitario”, afirma el presidente de la SEE.
Vigilancia tecnológica
Para todos los países afectados, la detección de los casos y el aislamiento de sus contactos es una cuestión prioritaria para disminuir la transmisión. Según Fernando Simón, en España todas las CC AA tratan de desarrollar herramientas informáticas que ayuden en esta tarea.
“Si además de dotar de los recursos adecuados se pone a su disposición una plataforma tecnológica que permita acceder de forma simultánea al seguimiento de todos los casos, se facilitaría mucho el trabajo”, reclama Pere Godoy.
Sin embargo, si bien la tecnología puede ayudar, esta solo puede ser complementaria. “De hecho, todavía está por probar que funcione. Singapur desarrolló la primera app mundial de rastreo a través de la tecnología bluetooth. Solo se la ha bajado un 20% de la población y para que funcione eficazmente haría falta un 60%”, señala Legido-Quigley.
“El problema es que, por un lado, gasta la batería del teléfono muy rápidamente y, por otro, que las personas mayores no la están instalando”, insiste. “Además, en el país asiático la población confía mucho en el Gobierno, pero tengo serias dudas de que una aplicación con las mismas características funcione en España”.
No obstante, la recomendación de la experta es probarla. “Singapur ha facilitado toda la tecnología de manera gratuita así que no debería ser muy complicado ponerla en funcionamiento en nuestro país”.
Las vacaciones de verano, en el aire
Por la experiencia de Wuhan y los países europeos, parece que la estrategia de confinamiento ha funcionado. “Las países que más éxito han tenido han sido aquellos que actuaron rápido, los que introdujeron medidas de confinamiento en el momento adecuado, los que se abastecieron del material necesario, realizaron suficientes test y pusieron en marcha un plan de rastreo de contactos”, recalca Legido-Quigley.
Lo que ya no está tan claro es hasta cuándo se debería mantener. “Es muy difícil decir cuánto tiempo vamos a pasar así. Esto es lo que tenemos que ver en los próximos días”, declara Godoy. “Cada vez que se entre en una nueva fase se tiene que vigilar muy bien qué repercusión tiene en los indicadores de transmisión”.
El epidemiólogo considera que al menos las medidas básicas se mantendrán hasta pasado el verano, como el distanciamiento físico, el lavado de manos, el uso de mascarillas cuando esté indicado, la limpieza de superficies o el evitar grandes aglomeraciones. “Claramente, en algunas comunidades las vacaciones este año están lejos y comprometidas”, concluye.