La rebelión de la futbolista Jenni Hermoso, sus compañeras y la sociedad española y mundial tras el beso no consentido que le dio Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), en la entrega de medallas del Mundial de fútbol femenino, está teniendo un gran impacto internacional.
Y aunque la imagen que este momento proyectó fue increíblemente negativa, el hecho está siendo extraordinariamente positivo para la consolidación del consentimiento y, por tanto, de la libertad sexual.
En los últimos años, los análisis y las propuestas contra el acoso sexual han surgido de las universidades y han alcanzado mayor dimensión social cuando las ha recogido un sector muy famoso y mediático.
En Estados Unidos se inició en los campus universitarios y, cuando el entonces presidente Barack Obama les dio un apoyo muy decidido, se conoció en el conjunto de la sociedad. Más tarde las artistas lo generalizaron a partir de la denuncia al productor de cine Harvey Weinstein.
En España también surgió en las universidades. En 2011 se creó la primera red de víctimas de violencia de género en las universidades, conocida hoy como el Metoo Universidad. Ahora, otro sector mediático, en este caso futbolistas ganadoras de la copa mundial, lo ha recuperado.
El consentimiento en las universidades
Como ya han demostrado las evidencias científicas, el consentimiento no depende sólo de las palabras sino de las diferentes dimensiones de los actos comunicativos.
Una de las principales dimensiones de esos actos sería, por ejemplo, si se dan o no en una situación de relación de poder institucional que coloca a la víctima bajo la jerarquía de la otra persona. En el caso que nos ocupa, Rubiales es superior jerárquico de Hermoso. Si posteriormente ella muestra públicamente su desagrado, no se necesita saber nada más.
Para esas situaciones la investigación sobre violencia de género en el ámbito universitario ha definido dos tipos de modelos orientados a prevenir el abuso bajo poder institucional: prohibición y regulación. Estas definiciones nacen en algunas de las universidades más prestigiosas del mundo, entornos en los que la jerarquía permea las relaciones sociales, y ahora sirven de referencia para jueces y juezas de diferentes países en el tratamiento de casos no solo universitarios.
Por un lado estaría el modelo prohibitivo. Cualquier tipo de relación sexual, incluyendo besos en la boca, está totalmente prohibida entre un profesor y una estudiante sujeta a su evaluación. Se rechaza entrar en comentarios de si la estudiante consintió o no. Nunca hay consentimiento en esos casos. Desde ese modelo de prohibición, estaría muy clara la necesidad de condena de Rubiales y su inmediata destitución del cargo.
El segundo modelo sería el llamado “de regulación”. Esta perspectiva considera que entre mayores de edad siempre puede haber relaciones sexuales consentidas y, por tanto, no están prohibidas entre un profesor y una estudiante.
Sin embargo, en este segundo modelo, si la persona que está en la posición jerárquica inferior denuncia, no se investiga y se rechaza radicalmente que se haga ningún comentario, y mucho menos público, sobre el caso ya que se considera que genera inevitablemente una revictimización que a veces dura toda la vida.
Investigación sobre el consentimiento
Si extrapolamos estos modelos al caso Rubiales, es indudable que quien estaba en una posición jerárquicamente inferior ha declarado que había una ausencia de consentimiento. Por lo tanto, condicionar la calificación de lo ocurrido a un debate público sobre las palabras y gestos que ambos realizaron es un negacionismo que revictimiza a la víctima.
España está liderando a nivel mundial el tema del consentimiento ya desde 2003. No es casualidad que entre las diez primeras investigadoras del mundo en la categoría de Violencia de género del ranking Google Scholar cuatro sean profesionales de universidades españolas.
Algunas de esas investigadoras del ámbito de la violencia de género han llevado esas evidencias científicas de impacto social a sus instituciones y a la sociedad, coliderando el surgimiento de movimientos como el Metoo Universidad.
La comunidad científica internacional ha investigado y presentado soluciones a hechos como el del caso Rubiales que se repiten continuamente en el deporte, en las universidades, en la marcha nocturna, en las empresas, en las instituciones religiosas, en los partidos políticos y en todo tipo de institución y ámbito social.
Impacto más allá del fútbol
Esas situaciones están muy normalizadas. Son muchas mujeres las que han sufrido diferentes tipos de acosos, agresiones, comentarios, tocamientos no esperados ni deseados en diferentes entornos personales y profesionales.
Las dos mayores dificultades para superarlo y denunciarlo son la normalización de los actos y la Violencia de Género Aisladora. En muchas ocasiones, las mujeres ni siquiera reciben apoyo ni solidaridad de sus iguales, quienes tienen miedo a convertirse en foco de los ataques y ser víctimas de la Violencia de Género Aisladora (VGA).
La VGA es el conjunto de ataques que se hacen contra quienes defienden a las víctimas con el objetivo de que queden aisladas y no puedan denunciar y transformarse en supervivientes. Es la principal causa de persistencia tanto de la violencia de género como del bullying.
Sin embargo, desde que, tras el discurso de Rubiales en defensa propia en la asamblea de la RFEF, las jugadoras se rebelaron contra la versión del presidente utilizando la frase “se acabó”, el hashtag #Seacabo se ha convertido en una suerte de #metoo español. Muchas mujeres, y muchos hombres, se están sumando a esa etiqueta para describir y denunciar situaciones machistas en sus entornos, sobre todo en el profesional.
Igual que las artistas en Estados Unidos impulsaron el #metoo, las futbolistas están empujando a todos los ámbitos de la sociedad española y el “metoo” universal en el deporte.
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