A lo largo de su vida, es muy probable que en algún momento sufra escalofríos, tos, fiebre y dolores musculares y de cabeza y garganta. Se trata de una gripe, una enfermedad respiratoria contagiosa causada por virus que infectan la nariz, la garganta y los pulmones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que las epidemias anuales de gripe causan entre 3 y 5 millones de casos graves cada año. De hecho, en 2017 se produjeron de 300.000 a 650.000 muertes en el mundo.
Este año se conmemora el centenario de la pandemia más mortal de la historia, la mal llamada gripe española, causante de más de 50 millones de fallecimientos en el mundo, especialmente entre los grupos de edad joven.
Es conocida así porque en la época se creía que la infección había comenzado en nuestro país debido al gran número de casos. Sin embargo, la mayoría de estudios posteriores señalan los primeros casos en otras localizaciones, como China o EE UU.
¿Y qué diferencia a la epidemia de 1918 con respecto a otras? Como explica a Sinc Anton Erkoreka, profesor de la Universidad del País Vasco, la pandemia de hace cien años fue extremadamente virulenta, tuvo una estrecha vinculación con la Primera Guerra Mundial y su aparición fue simultánea en todo el mundo –con su episodio más grave en otoño–.
La población del mundo ese año era de 1.825 millones de personas, de las cuales enfermaron de gripe entre 800 y 1.000 millones y murieron entre 40 y 50 millones. “En unos pocos meses provocó el fallecimiento del 2,5% de la población mundial”, apunta Erkoreka.
El también director del Museo Vasco de Historia de la Medicina contó, durante el Simposio del centenario de la pandemia de gripe española de la Fundación Ramón Areces celebrado en Madrid el pasado septiembre, que la cifra de muertes fue muy variable dependiendo del país y continente.
“Mientras que en Europa murió alrededor del 1% de su población, en algunos países de Asia sobrepasó el 4% de sus habitantes. En el caso de España, que entonces tenía unos 20 millones de habitantes, fallecieron unas 250.000 personas, es decir el 1,1% de su población”, añade.
Predecir una pandemia
Sobre si un virus H1N1 similar al de 1918 podría reaparecer y causar otra vez una pandemia, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) considera que es imposible predecir con certeza, pero la probabilidad de que resurja de una fuente natural es remota.
“Solo si se produjera una situación extrema, como la Primera Guerra Mundial, estaríamos en las mismas condiciones y podría aparecer una pandemia gripal de aquella envergadura”, indica Erkoreka.
Silvia Rojo Rello, especialista del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, considera que a pesar del conocimiento que hoy tenemos de los distintos tipos y subtipos del virus, es difícil prever cuándo se producirá una nueva pandemia.
“Lo que sí es cierto es que estaríamos mejor preparados”, revela Rojo Rello. “Todos los avances en el descubrimiento del virus –que hace 100 años no conocíamos–, en el diagnóstico y en la experiencia de tratamiento hacen posible un mejor abordaje de la enfermedad gripal y un intento claro del descenso de la morbilidad y mortalidad”.
No obstante, para el experto vasco, “nuestro talón de Aquiles sería el colapso que se produciría en nuestros servicios de salud ante una emergencia de este tipo. Es decir, si el 50% de la población enfermara de gripe en un período de tres semanas, como ocurrió en 1918”.
Mejorar la eficacia de la vacuna
Para prevenir y controlar adecuadamente la enfermedad, la principal medida es la vacuna antigripal. Según Amparo Larrauri, del Centro Nacional de Epidemiología, “es segura y efectiva y reduce el riesgo de complicaciones graves e incluso la muerte, especialmente en grupos de alto riesgo”.
La importancia de conocer los tipos y subtipos circulantes ayuda a estudiar la efectividad vacunal y a estimar cómo será la epidemia anual. Según Larrauri, la efectividad de la vacuna frente a los virus A(H1N1)pdm09 y B –dos de los virus que hoy circulan habitualmente en el mundo– es moderada, entre un 50 y 60% en estudios que miden la protección de la vacuna en condiciones reales entre la población.
Y frente al virus A(H3N2) es subóptima en algunas temporadas, dependiendo de factores como su capacidad para sufrir cambios genéticos y antigénicos (que dificultan al sistema inmunitario la defensa).
La actividad gripal en cada temporada gripal se valora mediante indicadores relativos que caracterizan el nivel de intensidad de las ondas epidémicas, en relación con lo sucedido en cada territorio en temporadas previas. “Cuando se utilizan los mismos criterios e indicadores, la intensidad de ondas epidémicas de gripe en España es comparable entre países de nuestro entorno”, sentencia la investigadora del Instituto de Salud Carlos III.
Una solución universal
Peter Palese, director del departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina Icahn en Mount Sinai (EE UU), considera que los dos cuestiones más importantes para lograr una vacuna universal contra el virus de la gripe son si el sistema inmunitario humano induciría una respuesta protectora similar a la que se observa en los animales, y si esta sería duradera durante décadas en los humanos.
“Se está trabajando mucho para mejorar el rendimiento de la vacuna antigripal frente a todos los subtipos virales”, afirma Larrauri. “Pero incluso cuando la efectividad no es óptima, la vacuna previene una proporción muy importante de hospitalizaciones, complicaciones graves y mortalidad relacionada, especialmente en las personas mayores y grupos vulnerables”.
Por su parte, Rojo Rello subraya que la efectividad vacunal no solo depende del tipo de vacuna que se administre, también depende de la inmunidad del individuo y de otros factores.
“Lo que está científicamente probado es que desciende los casos de gripe grave y que una mayor cobertura aumentaría de forma notable su efectividad. Debemos promocionar la vacunación porque es la mejor forma de control de la enfermedad”, concluye.
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