El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció un posible cambio de actitud respecto al Acuerdo de París sobre el cambio climático, que Estados Unidos es el único país del mundo que ha anunciado su intención de abandonar, después de que fuera firmado en 2015 por la anterior administración de Barack Obama.
Trump insinuó que su país, el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del planeta y en el que su Gobierno ha anunciado su intención de volver a potenciar el uso de combustibles fósiles, podría replantearse su decisión si se renegocian las condiciones del acuerdo.
En una comparecencia ante la prensa en Washington junto a la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, el presidente de Estados Unidos, qua acaba de cumplir un año en el cargo, no tuvo reparos en afirmar que "tenemos una posición muy fuerte en favor del medio ambiente. Puedo decir que al menos yo tengo una posición muy fuerte".
Sin embargo, en el año que lleva en el poder, su administración, plagada de antiguos ejecutivos de empresas petroleras, ha emprendido una ofensiva exactamente contraria a los intereses del planeta: ha puesto al frente de las políticas ambientales a Scott Pruitt, un negacionista del cambio climático, fenómeno que el propio Trump calificó en su campaña como "un invento de los chinos"; ha empezado a desmantelar el ambicioso Plan de Energía Limpia de Obama; ha autorizado nuevas prospecciones petrolíferas y de gas, incluso en Alaska y el Ártico, protegidos hasta ahora.
Trofeos de elefantes
También ha retirado la protección de espacios naturales; ha recortado los presupuestos de los organismos medioambientales, relajado las normas de protección de la calidad del agua y el aire, o incluso de las ballenas, e incluso pretendió autorizar que los cazadores de elefantes, entre los que se cuentan personas de su entorno, pudieran volver a introducir sus trofeos en el país.
"Sería concebible que retornemos. Pero el Acuerdo de París realmente eliminó nuestra ventaja competitiva. Y yo no voy a permitir que eso ocurra", dijo. A su juicio, el tratado "nos penalizaba mucho. Nos hizo muy difícil negociar desde el punto de vista de los negocios. Nos quitó muchos de nuestros recursos más valiosos", añadió, con su habitual retórica vaga e imprecisa y plagada de lugares comunes.
En junio del año pasado, Trump confirmó su promesa electoral de sacar a Estados Unidos del acuerdo, lo que le dejó totalmente solo en el mundo en este terreno cuando hasta Siria, el único país no firmante, se sumó al mismo. Sin embargo, en julio, durante una visita a París dijo ante el presidente Emmanuel Macron que "algo podría ocurrir" sobre la postura estadounidense y que"ya hablaremos llegado el momento. Si pasa algo sería maravilloso y si no pasa nada estará bien también".
Trump ha recibido muchas presiones internas y externas para que el país siga en el tratado. Una alianza de una veintena de estados, más de un centenar de grandes ciudades (como Nueva York, Los Angeles, Atlanta, Chicago, San Francisco o Seattle), tribus indígenas, universidades, ONG y unas 1.400 de las mayores empresas estadounidenses (incluyendo Facebook, Microsoft, Apple, Google y Amazon) liderada por ex alcalde neoyorquino Michael Bloomberg y el gobernador de California, Jerry Brown, participó en la cumbre del Clima de Bonn a finales de año y pidió un asiento en la misma en sustitución del Gobierno federal.
Y esta semana, un informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) calculó el coste de los desastres meteorológicos en Estados Unidos el año pasado (huracanes, inundaciones, incendios forestales, la ola de frío de estos días, todos ellos si no causados si acrecentados por el calentamiento global) con la cifra récord de 306.000 millones de dólares (255.700 millones de euros), un gigantesco lastre para la competitividad económica que Trump siempre alega cuando defiende sus posiciones ambientales.
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