Todavía horrorizados por la masacre de Nador, junto a la frontera española y de la Unión Europea en Melilla, es complejo hacer un análisis obviando el dolor que provocan estas muertes. Cuando escribo estas líneas aún no hay una cifra oficial de fallecidos, pero se acercan más a los 37 que anuncian las organizaciones en defensa de los derechos humanos que a los 23 que reconoce el gobierno de Marruecos.

Ahora lo que más debería preocupar al gobierno de España sería exigir a Marruecos que no diera sepultura a las víctimas sin un proceso de identificación y esclarecimiento de las causas de estas muertes. No se deben ocultar bajo tierra los cadáveres sin cumplir unos mínimos estándares de legalidad respetuosa con los derechos que toda víctima debe tener. Al respecto debemos citar los tratados suscritos para la protección de las víctimas de las violaciones del Derecho penal internacional.

Es evidente que aún no podemos determinar desde el punto de vista procesal esta calificación penal, pero los indicios de los que se disponen apuntan en esta dirección. Y, desde luego, si se lleva a cabo el enterramiento de las víctimas sin el más mínimo procedimiento forense, entonces sí que debemos concluir que se trata de una violación de estas normas internacionales.

Ello podría dar lugar a la activación de la competencia de la Corte Penal Internacional, para dilucidar sobre una posible responsabilidad por omisión de España que sí ha suscrito el Tratado de Roma. Sin embargo, Marruecos solo tiene el estatuto de observador en dicho tratado, aunque el artículo 23 de la Constitución marroquí de 2011 establece que el genocidio y los demás crímenes contra la humanidad y las violaciones de los derechos humanos están castigados por la ley.

En todo caso, el gobierno de España debe encontrar el equilibrio, y esta es la gran paradoja, entre una defensa sin fisuras de los derechos humanos y la real politik de una complejísima relación diplomática con el Reino de Marruecos que ha gestionado con un resultado totalmente sangrante y desafortunado este nuevo asalto a nuestras fronteras.

 

¿Qué ha pasado?

 

Hay muchas preguntas sin respuesta. La primera incógnita es confirmar que Marruecos realmente no conocía esta aproximación hacia la frontera de numerosas personas que avanzaban con el claro propósito de asaltar la valla. ¿No tuvo capacidad Marruecos de interceptarlas antes de llegar al punto crítico de la frontera? Parece difícil de creer.

Es evidente que si Marruecos hubiese actuado antes de que hubiesen llegado a la zona fronteriza, muy probablemente nadie hubiese tenido noticias de esa intervención y las consecuencias no habrían sido tan dramáticas. ¿Buscaba entonces Marruecos de nuevo una mayor repercusión pública –que luego se ha escapado de su control–, dejando acercarse a la frontera a un grupo tan grande de personas migrantes? ¿Quería ejercer de nuevo presión sobre nuestras fronteras utilizando los sistemas híbridos de desestabilización? Y la gran interrogante si la respuesta anterior es afirmativa, ¿qué podría perseguir ahora Marruecos con esta nueva presión migratoria?

Se podrá decir que sus fuerzas policiales sí han actuado para evitar el asalto a la valla, pero insisto: ¿Por qué permitieron que se acercasen hasta el punto crítico para luego masacrarlos?

Estos movimientos están, en la mayoría de los casos, organizados por mafias que trafican con los deseos desesperados de seres humanos con unas nefastas condiciones económicas, políticas y sociales. Éstas son el resultado de un colonialismo que durante el siglo XX explotó sus recursos y construyó toda una serie de regímenes políticos fallidos.

Sin embargo, y precisamente por ello, es difícil creer que, desde que entraron estos grupos en su territorio, Marruecos desconociese sus movimientos en su propio país hasta llegar a Nador, donde incluso pasearon por sus calles en multitud. Desde luego, esperar hasta que llegasen a la valla fue una decisión arriesgada que supuso el encajonamiento de estas personas y desató una represión tan violenta como violentas han sido las muertes incomprensibles de estos seres humanos indefensos.

 

Coincidencia con la Cumbre de la OTAN

 

Las casualidades ocurren, pero es demasiada casualidad que esto haya acontecido apenas a cuatro días del inicio de la Cumbre de la OTAN en Madrid. Por ello hay que plantear también esta derivada por la coincidencia temporal de los hechos.

La reunión de Madrid se celebra esta semana con el marco de la guerra de Putin en Ucrania como desafío más urgente. Sin olvidar, por supuesto, el reto que en los próximos años va a suponer la región indopacífica y el papel de China. Lo más importante, además, es el hecho de que la OTAN va a abandonar su papel de organización para la defensa colectiva de sus miembros en el espacio Euroatlántico para convertirse en una organización de seguridad global.

Aquí aparece el interés de España y otros países del Mediterráneo de que se despliegue también una política de seguridad de la Alianza en el llamado “flanco sur”, ante el peligro que suponen las dinámicas híbridas de desestabilización que proceden del Magreb y del Sahel. Es en este punto donde sorprende la coincidencia temporal de esta desmedida actuación de las fuerzas de seguridad marroquíes. Es de suponer que las declaraciones del presidente español, Pedro Sánchez, que calificó dicha actuación como eficaz, se realizaron sin conocer con detalle la dimensión de la catástrofe.

En todo caso, la agenda de la reunión de Madrid tiene ahora muy cerca unos hechos que merecen la discusión de una política de seguridad que desmovilice a las mafias que juegan con la vida de las personas y a aquellos países que, por acción u omisión, han utilizado la desesperación de los migrantes como instrumento de su política en defensa de los propios intereses de su geoestrategia.

Si la actuación de Marruecos tenía otra intención, en su lugar va a constituir un nuevo argumento en favor del llamado Concepto Estratégico de Madrid que incluirá la defensa de “la soberanía e integridad territorial” de todos los miembros de la Alianza. Esto por fin acabará con la exclusión de Melilla y Ceuta del ámbito de actuación de la OTAN, que ahora quedarán dentro de lo que Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, llama el compromiso de la defensa de “cada pulgada” del territorio de los países miembros. Esto refuerza de modo exponencial el flanco sur, en el que España es el primer interesado puesto que históricamente las mayores amenazas externas a su seguridad provienen de la región norte de África.

Pero no podemos sin más olvidar lo que ha ocurrido. De inmediato es necesario exigir una investigación internacional sobre estos atentados a los derechos humanos en los que, si España no tiene una responsabilidad directa, tiene al menos una responsabilidad in vigilando al fijar con Marruecos un control común de la frontera.The Conversation