Los huracanes devastadores en el Atlántico, de momento, son una rara avis. Solo el 7% de los 243 colosos de este tipo observados desde que comenzaron las mediciones por satélite en 1983 han alcanzado la categoría 5, la más catastrófica de la escala de Saffir-Simpson. Lo recuerda el meteorólogo Jeff Masters en un artículo publicado en Scientific American.
El huracán Dorian es uno de ellos. Con vientos que alcanzaron los 295 kilómetros por hora, causó gran devastación en las Bahamas, en concreto en las islas Ábaco y Gran Bahama el pasado mes de septiembre. Aunque sus valores encajan dentro de la categoría 5 –que abarca huracanes con vientos, como mínimo, de 252 km/h–, su virulencia ha provocado que expertos como Masters y otros meteorólogos pidan que se revise la clasificación y se amplíe.
La decisión correspondería al Centro Nacional de Huracanes, con sede en Miami (EEUU), cuyos expertos, a priori, no consideran que sea necesario añadir un nuevo nivel. “La categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson ya incluye “daño catastrófico” del viento, por lo que no está claro que sea necesaria otra categoría, incluso aunque las tormentas se hicieran más fuertes”, explica a Sinc Dennis Feltgen, meteorólogo y responsable de Comunicación del organismo.
Lo primero que hay que tener en cuenta cuando hablamos de un huracán es que nos estamos refiriendo a un ciclón tropical cuyos vientos superan los 117 km/h y que se genera y desarrolla en el océano Atlántico o en el Pacífico oriental. En el Pacífico occidental los huracanes se llaman tifones. Por debajo de esas velocidades están las tormentas y depresiones tropicales.
Para clasificar los huracanes según la velocidad del viento contamos con la escala de Saffir-Simpson, diseñada por el ingeniero Herbert Saffir y por el director del Centro Nacional de Huracanes, Robert Simpson, en 1969. Pero esta escala se limita a medir el daño potencial del viento. Para cuantificar otros impactos asociados a estos eventos extremos, como marejadas ciclónicas, lluvias o tornados, se emplean otras herramientas.
“La mayoría de las muertes en los ciclones tropicales no son fruto del viento, sino del agua –por marejadas ciclónicas, lluvias, inundaciones y olas peligrosas–, que causa el 90% de las muertes por estos ciclones en Estados Unidos”, afirma Feltgen. “Por lo tanto, no queremos enfatizar mucho el peligro del viento poniendo demasiado peso en la categoría”, añade.
Un toque de atención hacia la emergencia climática
Más allá del viento, lo cierto es que cincuenta años después de que se diseñara la escala las condiciones climatológicas hoy son diferentes a las registradas a finales de la década de los 60. La crisis climática como consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha traído aparejada un aumento de la temperatura de la superficie global de casi 1 ºC respecto al promedio del período de referencia que utiliza la NASA (de 1951 a 1980).
Y los pronósticos no son nada halagüeños. Los diferentes modelos que manejan los expertos reflejan eventos extremos cada vez más intensos fruto de este incremento de las temperaturas y eso incluye a los ciclones tropicales, como muestra una investigación publicada en Science.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, desde la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) entienden que haya voces que quieran ampliar la escala. “Desafortunadamente, el calentamiento global está haciendo que los huracanes tan intensos como el Dorian sean más probables”, señala a Sinc un portavoz del organismo.
Desde el punto de vista de la comunicación del cambio climático, desde AEMET consideran que tendría sentido ampliar la clasificación e incluir una categoría 6 e incluso una categoría 7 “para llamar la atención sobre este nuevo tipo de huracanes catastróficos ultraintensos, que probablemente se volverán cada vez más comunes en las próximas décadas”.
Sin embargo, admiten que la actual categoría 5 ya contempla la máxima alerta en cuanto a la seguridad pública debido a su poder catastrófico, por lo que técnicamente no sería esencial modificarla.
Falta confirmar la tendencia
Otros expertos abogan por revisar la escala cuando realmente se observe una tendencia de huracanes cuyos vientos se salgan de los valores que comprende. “Si las futuras intensidades de los huracanes se alejan significativamente de las anteriores, es posible que debamos considerar la posibilidad de revisarla”, apunta a Sinc Karthik Balaguru, investigador del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico (EEUU).
Una opinión que comparte José Miguel Viñas, meteorólogo de MeteoRed y responsable de Divulgameteo. “Es cierto que parece detectarse ya una tendencia a tener un mayor número de ciclones tropicales de categorías 3, 4 y 5, pero todavía no hay suficientes evidencias de que los de categoría 5 vayan a ser mucho más frecuentes a partir de ahora”, puntualiza a Sinc.
Solo en el caso de que se detectara esa tendencia y fueran más frecuentes huracanes con vientos sostenidos alrededor de su ojo de unos 280 km/h, según Viñas tendría sentido plantearse incluir en la clasificación a los fenómenos de categoría 6.
Si aumentaran las intensidades de estos colosos, además de ampliar la escala, Balaguru apuesta por modificarla para que tenga en cuenta factores que actualmente no mide, como marejadas ciclónicas y precipitaciones que tienen mayor potencial destructivo que el viento.
El objetivo: evitar confusión en la población
Los meteorólogos también analizan cómo afectaría al público estos hipotéticos cambios en la clasificación. Aunque, como hemos visto, una ampliación de las categorías podría ser una forma de concienciar a la ciudadanía de los efectos del cambio climático, también podría conseguir el efecto contrario.
“Si agregar una nueva categoría le da a la gente la impresión errónea, por ejemplo de que una categoría inferior es menos dañina, sería un posible efecto no deseado”, advierte a Sinc Taoyong Peng, responsable del programa de Ciclón Tropical de la Organización Meteorológica Mundial.
En países como Estados Unidos, la población está muy familiarizada con las actuales categorías y modificarlas podría provocar que bajara la guardia, infravalorando los riesgos si se añaden más números. “Lo último que queremos es crear confusión, por lo que planeamos recabar datos de las ciencias sociales y del comportamiento antes de realizar cambios en la escala”, recalca el meteorólogo del Centro Nacional de Huracanes.
Además de los huracanes, ¿habría que revisar las clasificaciones de otros eventos extremos que también podrían ser más virulentos en los próximos años, como los tornados? De nuevo, los expertos piden esperar a tener suficientes evidencias de este aumento en la intensidad para revisar la clasificación que, en el caso de los tornados, se recoge en la escala Fujita Mejorada.
Esta herramienta –que empezó a utilizarse en 2007–, es una actualización de la anterior. “En la escala actual están mejor ajustados algunos rangos de velocidad del viento con el nivel de destrozos que provoca el fenómeno”, detalla Viñas.
Ya sean tornados o huracanes, de momento, habrá que esperar para comprobar si el potencial destructivo de estos colosos se sale de las escalas o si, al menos por ahora, se pueden contener.