Mientras tenemos bien presente que la alimentación es un factor esencial para alcanzar un mayor rendimiento deportivo, la hidratación suele ser considerada un factor secundario.
El agua, el líquido esencial para la vida, interviene en numerosas funciones vitales actuando como regulador de la temperatura corporal, acelerador de reacciones bioquímicas, disolvente y vehículo de la mayor parte de los elementos sólidos que se mueven por el interior del organismo, y su papel es imprescindible para que se puedan llevar a cabo las diferentes reacciones metabólicas.
El agua es el elemento que se encuentra en mayor cantidad en nuestro organismo, aunque su porcentaje varía según el sexo y la edad.
Los deportistas tienen un mayor porcentaje de agua en el cuerpo que el resto de personas
Teniendo en cuenta que el 70% de los músculos son agua, un deportista tiene un mayor porcentaje de agua que una persona con una elevada concentración de grasa. Por ello, la hidratación en el deportista debe ser controlada y regulada antes, durante y después del ejercicio.
Es muy importante monitorizar las dosis de agua días antes del ejercicio. Las recomendaciones hídricas para los deportistas son de beber tres litros al día. En cambio, tan sólo se suele recomendar beber entre 400 y 600 mililitros de agua antes de la competición... ¿El motivo?, nuestro estomago solamente puede absorber de 800 a 1.000 mililitros por hora, por lo que, si el deportista no está acostumbrado a beber justo antes del ejercicio puede resultarle molesto.
Durante el ejercicio, la cantidad exacta a ingerir depende de cada deportista, del tipo de ejercicio y sobre todo, de las condiciones climáticas. Es sumamente importante que el atleta no pierda más de un 2% del peso durante la competición, ya que esto le ocasionaría una mayor frecuencia cardíaca, que traería como consecuencia un descenso importante en el rendimiento deportivo, seguido de molestias físicas.
Pasar por la báscula
Por lo general, se suele recomendar un consumo orientativo de 400 a 800 mililitros por hora. Pero, como habíamos indicado anteriormente, la cantidad puede variar según las condiciones ambientales, el ejercicio concreto que se practique y las condiciones físicas del deportista. Así pues, aquellos que sean más rápidos y con mayor peso necesitarán mayor cantidad de agua por hora.
Después del ejercicio, se deberá hidratar al deportista hasta cubrir el 150% del peso perdido. Por ello, sería importante pesar al deportista antes y después de la práctica, para determinar con exactitud la cantidad de agua que tiene que consumir para hidratarse correctamente. El porcentaje de peso perdido es un valor transcendental para determinar en qué situación puede encontrase el atleta.
Tras la competición hay que recuperar por medio de la bebida el 150% del peso perdido
Como ya se ha dicho, una pérdida de peso del 2% puede comportar el inicio de un malestar físico, acompañado de una gran sensación de sed. Pero una pérdida de entre el 5% y el 6% ya implica una menor irrigación cerebral, acompañada de una imposibilidad de sudoración que impedirá que el atleta expulse el calor interno, lo que le podría ocasionar un golpe de calor.
Una pérdida total cercana al 7% del peso inicial puede llevar al deportista a un estado de coma, e incluso provocarle la muerte.
La hidratación debe ser un compañero más del deportista, al igual que una dieta saludable. Su papel, es fundamental para ayudarle a conseguir un mayor rendimiento, al igual que es imprescindible para mantenerle con vida.