Al igual que necesitamos cambiar nuestro fondo de armario cuando empieza el buen tiempo, nuestro organismo requiere nutrirse de alimentos de temporada, refrescantes y apetitosos. Alimentos que durante el resto del año no los podemos consumir porque están fuera de temporada y su valor nutritivo es muy escaso o porque simplemente no nos apetecen.
Las ensaladas de fruta y vegetales, pasta o arroz, las cremas frías y el gazpacho destacan entre los platos más típicos del verano. En principio, parecen ser comidas saludables que aportan una increíble variedad de vitaminas, minerales y fibra. Pero, si no vigilamos los ingredientes secundarios, podemos llevarnos la sorpresa de que contengan una excesiva aportación de calorías, grasas y sal. Por ello, debemos leer la letra pequeña, sobre todo si nuestra alimentación se completa de platos preparados.
Las cremas preparadas que solemos encontrar en supermercados o en pequeñas tiendas de comestibles suelen contener una excesiva cantidad de sodio, es decir, sal. Por tanto, una persona hipertensa o simplemente con retenciones cree que está consumiendo un plato de verdura saludable para su corazón, pero, en verdad, está comiendo una pequeña bomba de sodio.
Los platos preparados pueden llevar una excesiva aportación de calorías, grasas y sal
La alternativa más saludable es preparar cremas frías caseras. Unas verduras frescas, mejor si son locales, hervidas con un poco de aceite de oliva y una patata para dar consistencia al plato. De esta forma consumiremos un plato muchísimo más nutritivo e incluso económico.
Las ensaladas preparadas son una opción cada vez más seleccionada por los consumidores. Son económicas y prácticas, pues suelen llevar los cubiertos y se pueden consumir en cualquier lugar. Además, cada vez encontramos más diversidad para que nos sea más apetecible consumir verdura y fruta.
Sin embargo, una simple variedad de hortalizas no llama la atención de los consumidores como lo hace una ensalada con cebolla frita, con trozos de beicon crujiente o con una espectacular salsa. Al igual que el sabor o el placer sensitivo no es el mismo, sus propiedades nutritivas tampoco. Empezando porque esa ensalada no es fresca y acabando por todos los extras ricos en grasas saturadas y sodio que hemos añadido a esas pobres hojas de lechuga.
Por lo tanto, de nuevo la opción casera puede ser nuestra mejor alternativa. Una ensalada con variedad de lechugas, como la rúcula, los canónigos y la escarola, nueces, tomate, maíz e incluso atún es una genial opción para comer más saludable.
El gazpacho, el plato estrella del verano, puede aportarnos vitamina C, potasio y fósforo. Sin embargo, un gazpacho saludable puede transformarse en uno calórico si nos excedemos con las cantidades de aceite y pan. En cuanto al gazpacho comercial, deberíamos leer cuidadosamente la etiqueta nutricional. Lo que no podemos negar es que su aportación nutritiva será bastante menos enriquecedora y seguramente su contenido en sal será bastante elevado.
Los alimentos que consumimos tanto en verano como en invierno deben servir para poder seguir una dieta saludable, sea cual sea la estación en la que nos encontremos.