Los científicos han capturado con éxito CO2 emitido para convertirlo en minerales de carbonato en las profundidades subterráneas en menos de dos años y de forma estable.
La tecnología CCS (Carbon Capture and Storage) ha existido desde la década de 1970, aunque en uso limitado debido a varias barreras para su absorción generalizada, siendo el costo el obstáculo más importante.
CCS implica atrapar CO2 emitido por fuentes puntuales grandes, como plantas de energía, comprimirlo y transportarlo a un sitio de almacenamiento adecuado donde se inyecta en el suelo. Durante este proceso que utiliza el almacenamiento en formaciones geológicas profundas, el CO2 se convierte en una forma líquida de alta presión conocida como CO2 supercrítico.
Este CO2 se inyecta directamente en rocas sedimentarias en yacimientos agotados de petróleo y gas y lechos de carbón, o en formaciones salinas. Sin embargo, el método CCS convencional conlleva un riesgo. El gas puede regresar a la atmósfera "o a acuíferos de agua dulce suprayacentes", como se señala en el sitio web del proyecto, informa CORDIS.
Los socios del proyecto CarbFix2, financiado con fondos de la UE, creen que su método es más seguro que las técnicas tradicionales de CCS "porque implica el almacenamiento inmediato de solubilidad, así como el almacenamiento rápido de minerales que inmoviliza permanentemente el CO2".
El sitio web explica cómo se aborda el riesgo de fugas: "Gran parte de este riesgo se elimina una vez que el CO2 inyectado se disuelve en la fase acuosa, ya que el agua saturada de CO2 es más densa que el agua libre de CO2.También se ha demostrado que el agua de inyección cargada es rápida, lo que resulta en más del 95% de secuestro de CO2 mineral permanente en menos de dos años".
El proyecto en curso CarbFix2 se basa en el éxito de su predecesor que se ejecutó entre 2011 y 2014. Inyectó CO2 disuelto en agua en rocas basálticas reactivas, y la tecnología se probó en una planta de energía geotérmica en Hellisheidi, Islandia. La central eléctrica coproduce electricidad y agua caliente del volcán Hengill.
Después de las exitosas inyecciones a escala piloto en 2012, la inyección experimental a escala industrial comenzó en 2014.
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