La autoría de los artículos científicos es fundamental para el éxito en la carrera investigadora. Sin embargo, hasta hora no había estudios sobre las diferencias de género en esta atribución, especialmente en lo que se refiere a cómo se eligen los autores para la titularidad de los artículos y cómo se ordenan en la lista de participantes, que es la forma de reconocer las contribuciones al trabajo en ciencia.

Para abordar este vacío, un equipo internacional de científicos utilizó la base de datos Web of Science de Clarivate Analytics en la que recopiló datos sobre más de 3 millones de investigadores que publicaron al menos un artículo con uno o más coautores entre 2011 y 2015.

Posteriormente, en mayo de 2016 enviaron una encuesta de 42 preguntas a una muestra de más de 103.000 investigadores de ciencias naturales, ciencias médicas, ingeniería, ciencias sociales y otros campos profesionales. La lista de autores incluyó países europeos, entre ellos España.

“Nuestros resultados muestran que los desacuerdos de autoría son comunes en la ciencia: más de la mitad (53,2%) de los encuestados indicaron que se habían encontrado con desacuerdos sobre la autoría, ya sea en la denominación de los autores o en el orden de estos”, explican los investigadores en el estudio que publica la revista Science Advances.

Algunas disciplinas, como la física experimental de altas energías, tienen normas y directrices de autoría muy estrictas. Otros campos son mucho más abiertos, por lo que mayoritariamente es el investigador principal quien suele decidir. “En general, podríamos decir que, dada la importancia de la autoría en la carrera investigadora, debería haber mejores directrices. Existen algunas (como las del ICMJE), pero no necesariamente se hacen cumplir”, declara a SINC Vincent Larivière, coautor del estudio en la Universidad de Quebec en Montreal (Canadá).

La encuesta incluyó preguntas como: “Al trabajar con otros investigadores en un proyecto de equipo (no como investigador principal), ¿cuándo, según su experiencia, se discute la autoría?”, “Según su experiencia, ¿quién suele decidir qué personas se incluyen como autores?” o “¿Se ha encontrado alguna vez con un desacuerdo sobre la denominación de la autoría?, ¿qué factores causaron o contribuyeron a los desacuerdos entre los miembros del equipo?”, entre otras.

Los investigadores analizaron las respuestas completas de 5.575 científicos que contestaron, y encontraron que las mujeres eran 1,21 veces más propensas a informar de discrepancias entre las firmas de las publicaciones y la relación de autores que deberían aparecer en ellas.

En conjunto, las investigadoras tienen 1,38 veces más probabilidades que los hombres de sufrir disputas por la selección de los autores que se incluyen en las publicaciones de los estudios y 1,25 veces más probabilidades de estar en desacuerdo con sus colaboradores sobre el orden de los autores.

 

Trabajo devaluado y menor consideración

 

Asimismo, observaron que las mujeres percibían más a menudo que sus contribuciones eran devaluadas, tanto por los hombres como por otras mujeres. Ellas tendían a decir que recibían menos consideración por su trabajo del que merecían, mientras que los hombres dijeron sentir que recibían más crédito del que se habían ganado.

Todas las disciplinas analizadas recogieron sesgos de género. “Varían según la materia. De esta forma, las ciencias naturales y la ingeniería son las que presentan más sesgos de género en el reconocimiento de todo tipo de disputas, seguidas por las ciencias sociales. Las ciencias médicas son las que menos presentan estas luchas”, añade Larivière.

"La transparencia en la autoría, al igual que los efectos de otras formas de remuneración, es esencial para lograr la equidad en la comunicación académica", apunta Chaoqun Ni, que participa en el estudio desde la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU).

Aunque ahora hay más mujeres que nunca en las ciencias, las científicas tienden a avanzar más lentamente en sus carreras académicas que sus colegas masculinos, según concluyen los científicos de este trabajo.

“Las directrices son parte de la solución, pero creo que lo más importante es educar y formar a los investigadores en las prácticas de autoría ética y hacer más transparentes los criterios. Por ejemplo, el director de un laboratorio puede crear una lista de las contribuciones  necesarias para un determinado trabajo de investigación. La tipología de las contribuciones (como la taxonomía de roles de colaboración académica CREDiT) también puede ayudar”.