Un nuevo estrago ambiental y también económico de la globalización: cientos de miles de toneladas de mandarinas y clementinas se pudren al pie de los frutales en los campos valencianos, catalanes, murcianos y andaluces debido a la competencia comercial insuperable de los cítricos tardíos sudafricanos, favorecidos por un acuerdo con la Unión Europea que los exonera de aranceles aduaneros hasta el 30 de noviembre de cada año, fecha que coincide con el inicio de la cosecha de la producción temprana española.
Las mandarinas y otros cítricos sudafricanos ya disfrutaban de acceso libre a la UE entre el 1 de junio y el 15 de octubre, pero el acuerdo que entró en vigor en 2016 prolongó el periodo de exención arancelaria. Además, en virtud del tratado, el impuesto que estas importaciones pagan el resto del año, del 16%, se irá reduciendo progresivamente hasta desaparecer totalmente en 2025. Cabe destacar que Sudáfrica es ya el segundo productor mundial de naranjas, solamente por detrás de la misma España.
El consumidor adquiere piezas cosechadas meses atrás a 8.000 km de distancia
Los agricultores valencianos denuncian que este punto estaba escondido en un prolijo documento de 2.500 páginas y por ello pasó desapercibido a los responsables gubernamentales y eurodiputados españoles. En la votación de la Eurocámara, ocho diputados del PP y uno de UpyD apoyaron el acuerdo comercial en su conjunto, y otros nueve del PSOE se abstuvieron. Los 36 restantes representantes españoles votaron en contra.
Y, en este contexto, las grandes cadenas de distribución europeas (y españolas) han apostado por las mandarinas, clementinas y naranjas del hemisferio sur, mucho más baratas, frente a las de producción nacional (o por lo menos comunitaria), lo que ha inundado un año más este otoño los supermercados del continente de fruta africana y ha dejado la cosecha autóctona en los árboles, de los que va directamente al suelo, debido a que resultaría más caro recogerla que dejar que se eche a perder.
Cada verano entran en la UE enormes cantidades de cítricos que pueden guardarse en cámaras y seguirse vendiendo una vez ha terminado el periodo de importación libre de tasas, lo que hunde a la producción mediterránea, que empieza a cosecharse a finales de año. Debido a su transporte de larga distancia y a esta necesidad de almacenamiento refrigerado, la huella de carbono y ambiental de esta fruta que en cambio sale más barata debido a los bajos salarios y a los menores requerimientos de seguridad alimentaria en origen es enormemente mayor que el de la de proximidad. Por las mismas razones, su calidad y sus valores nutricionales también se resienten: el consumidor acaba comprando unas piezas recolectadas meses atrás a más de 8.000 km. de distancia.
Bajos salarios y menos requisitos sanitarios
Ante los míseros precios que se les ofrecían (desde un tercio más bajos a la mitad de los de la campaña anterior, según variedades, y hasta diez veces inferiores a los que paga el consumidor), los agricultores de la costa levantina y otras zonas del país han optado por no recoger las mandarinas y clementinas, que habían superado una difícil prueba con el encharcamiento de los campos el pasado otoño, y que se están descomponiendo ahora lentamente en el suelo de las fincas. Y, como en años anteriores, lo mismo puede pasar en breve con las naranjas. Como acto de protesta, Asaja-Córdoba llevará a cabo el próximo 8 de febrero, a las 11:00 horas un reparto gratuito de naranjas en el Bulevar del Gran Capitán de la capital provincial.
Algunos payeses han malvendido la cosecha para no perderlo todo mientras otros, incluso, han empezado a arrancar los árboles pensando en sustituir el cultivo o incluso dedicar las parcelas a otra actividad. Según datos de los sindicatos agrarios, casi 30.000 hectáreas de cítricos se han abandonado en la Comunitat Valenciana durante la última década debido a la crisis del sector, aunque también a la falta de relevo generacional.
Solamente en la provincia de Castellón, el sindicato agrario valenciano Unió de Llauradors i Ramaders, que representa a la mayor parte del sector, estima que puede perderse entre un tercio y el 40% de la cosecha de mandarinas, lo que equivale a unas 220.000 toneladas de las más de 500.000 previstas. España produce entre 2,2 y 2,5 millones de toneladas de mandarinas, que se exportan en su mayoría al resto de la UE, donde las tardías sudafricanas también le están cerrando las puertas.
Las cadenas ofrecen al productor hasta 10 veces menos que lo que paga el público
Ante esta situación, el Gobierno español anunció en diciembre una primera medida, consistente en retirar del mercado 50.000 toneladas de cítricos para convertirlos en zumo que se repartirá gratuitamente a colectivos desfavorecidos, una medida financiada con 12,5 millones de fondos europeos considerada positiva por los agricultores, pero claramente insuficiente para hacer frente a la debacle del sector, que la Unió de Llauradors calcula que había provocado hasta el mes pasado pérdidas por valor de 130 millones de euros, en un 65% achacables a la entrada de fruta sudafricana (y el resto, a las lluvias torrenciales de otoño).
Según los términos del documento, una posible modificación del acuerdo de libre comercio con Sudáfrica debería esperar al menos a tres años después de su entrada en vigor, lo que se cumpliría el próximo octubre. Mientras tanto, las asociaciones de agricultores reclaman ayudas directas a las explotaciones que eviten “una tala masiva de naranjos” este año. El sistema de ayudas denominado 'de mínimis' cuya aplicación solicitan supondría el pago de 15.000 euros por explotación a distribuir durante tres ejercicios. También piden una ley como la francesa, que establece que los precios que deben cobrar por la fruta deben estar proporcionados a los costes de producción.
Por su parte, la Generalitat Valenciana ha empezado a dialogar con los sindicatos sobre un Plan Estratégico del sector que planifique su futuro y su viabilidad a 15 años vista y que podría incluir medidas como una ampliación de las misiones comerciales para abrir nuevos mercados, incorporar más personal a la oficina instalada en Bruselas para que actúe como ‘lobby’ permanente, ayudas ‘de minimis’ de hasta 15.000 euros a cada agricultor que demuestre una caída de ingresos por razones climáticas o comerciales, ayudas para la recuperación de los árboles dañados en las fincas inundadas por las lluvias de otoño y préstamos bonificados del Instituto Valenciano de Finanzas.
Una situación similar está sufriendo el sector de los cítricos en Turquía, que había llegado a ser uno de los diez primeros productores mundiales de cítricos y uno de los cinco mayores exportadores. Miles de toneladas se pudren allí también cada año y miles de jornaleros se quedan sin trabajo por culpa de los irrisorios precios que les paga el mercado por la fruta, que se vende al público a un precio de 6 a 10 veces superior al que los productores perciben.
En la economía globalizada de mercado, la desgracia de unos supone el beneficio de otros: Sudáfrica ha alcanzado este año su récord de exportación con dos millones de toneladas de cítricos. Según datos de publicaciones sudafricanas del sector (como la de la Citrus Growers Association) recabados por la patronal española, para llegar a medio millón de toneladas tardó 60 años, alcanzar un millón le costó 31 años más, para el millón y medio sólo tardó 12 años y crecer el último medio millón, hasta los dos millones de toneladas, lo ha conseguido en sólo seis campañas.
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