Mientras, en España, el consumidor ni siquiera tiene la posibilidad de saber si el producto que adquiere las contiene, porque identificarlas no es obligatorio, aunque son ampliamente utilizadas para incrementar la durabilidad de los alimentos, como potenciadores de sabor o para conseguir determinadas texturas.
Se trata de una alternativa barata que alarga la duración de los productos
Las empresas alimentarias suelen referirse a las grasas trans en las etiquetas como “aceites vegetales parcialmente hidrogenados”. Los aceites totalmente hidrogenados, por el contrario, no las contienen porque, aunque como consecuencia de la introducción de hidrógeno sus grasas insaturadas se han convertido en saturadas, las resultantes no son del tipo trans, mucho más dañino.
Una campaña puesta en marcha a través de la plataforma Change.org reclama al Ministerio de Sanidad que obligue a las empresas alimentarias a que indiquen con claridad en el etiquetado qué productos utilizan este tipo de grasas. El objetivo de la campaña es alcanzar las 50.000 firmas y esta semana había superado las 37.000.
¿Qué son las grasas trans? Hay alimentos como la carne de ternera o de cordero, o incluso la leche, que contienen de forma natural pequeñas cantidades. Pero las que nos preocupan, las de fabricación industrial, son aceites grasos insaturados, principalmente de origen vegetal, que se someten a un proceso físicoquímico de hidrogenación parcial (inyección de hidrógeno en sus átomos de carbono por medio de un catalizador) con el objetivo de conferir a aceites líquidos un estado semisólido y con una mayor estabilidad térmica (cambian sus características de solidificación y fusión) para protegerlos de la oxidación (enranciamiento). Este proceso los convierte en grasas saturadas.
Tras la hidrogenación industrial, estas grasas pueden emplearse como un ingrediente que dota de estabilidad y consistencia a multitud de productos de gran consumo como margarinas, galletas y productos de bollería, palomitas de microondas, pastelería industrial, caramelos, snacks salados y dulces, helados, precocinados, salsas y buena parte de los productos propios del fast-food. Y, lo que resulta lo más interesante para la industria, lo hace de manera mucho más económica que empleando otras grasas más sanas.
Sustitutos más sanos
De hecho, las grasas trans se empezaron a usar cuando los científicos comenzaron a alertar de los peligros del colesterol malo causado por las grasas saturadas. Y con ellas se reemplazaron productos empleados hasta entonces en la elaboración de alimentos como la manteca, el sebo o la mantequilla. Pero fue peor el remedio que la enfermedad: en aquel momento se desconocía que su impacto sobre el sistema circulatorio era todavía más dañino.
Hoy son ya numerosas las investigaciones científicas que han advertido de los efectos perniciosos para el organismo de la ingesta de grasas trans, alguno de ellos publicado en revistas tan prestigiosas como The New England Journal of Medicine, que revelan que su consumo es incluso peor que el de las grasas saturadas o el colesterol habituales en la dieta moderna cotidiana: las grasas trans favorecen la formación de aterosclerosis, un estrechamiento de las arterias que dificulta el paso de la sangre, con posibles consecuencias de extrema gravedad para la salud.
Según datos de análisis comparativos llevados a cabo por la revista Consumer Eroski, algunas marcas de sobaos (bollos industriales inspirados en un producto de repostería típico del norte de España) contienen hasta un 1,42% de grasas trans, los cruasanes hasta un 1,58%, hay snacks que tienen entre un 0,2% y un 0,5%, las magdalenas entre 0,05% y un 0,20%, y muchas margarinas no llegan a un 0,5% pero habían contenido hasta un 17% en los años 70 y 80 del pasado siglo. En Europa, la legislación danesa es la más restrictiva con las grasas trans, y no permite comercializar alimentos que contengan más de un 2%.
Favorecen la aterosclerosis, la obesidad, la diabetes y la hipertensión
La Food and Drug Administration (FDA), agencia federal estadounidense encargada de la autorización de alimentos y medicinas, acaba de decretar su progresiva eliminación de la lista de ingredientes de los alimentos. La agencia ha establecido un periodo transitorio de tres años para que los fabricantes sustituyan estos ingredientes de sus productos y los mismos desaparezcan por completo de la dieta de los norteamericanos. "Los aceites parcialmente hidrogenados ya no serán reconocidos en adelante como seguros", informó la FDA por medio de un comunicado.
Desde 2006 ya era obligatorio en aquel país declarar en la etiqueta la cantidad de grasas trans por porción de producto si éste contenía más de 0,5 gramos, lo que se sumaba a la obligación vigente desde 1990 de informar sobre los porcentajes de grasa total, grasa saturada y colesterol. Gracias a estas y otras medidas, el uso de grasas trans descendió un 78% en Estados Unidos entre 2003 y 2012, asegura la FDA. El país tiene algunos de los índices más elevados del mundo de incidencia de obesidad, enfermedades coronarias y diabetes, que el destierro de las grasas trans quiere ayudar a reducir.
"Los estudios muestran que la dieta y la nutrición juegan un papel clave en la prevención de problemas de salud crónicos, como las enfermedades cardiovasculares, y la acción de hoy va de la mano con otras iniciativas de la FDA para mejorar la salud de los estadounidenses, incluyendo la actualización de la etiqueta de información nutricional", declaró Susan Mayne, directora del Centro para la Seguridad Alimentaria y Nutrición Aplicada de la FDA, al anunciar la medida.