Desde el comienzo del siglo XXI hemos ido de sobresalto en sobresalto. Si en el año 2000 nos preocupaba el efecto dosmil y el bloqueo generalizado de los ordenadores, en 2008 nos empezamos a adentrar en la mayor crisis financiera desde que se tienen datos.

Dicha crisis trajo consigo un incremento en los créditos y una reducción de depósitos y del ahorro en la economía. Esa tendencia tan negativa para las familias fue perdiendo intensidad conforme se acercaba la recuperación económica, a partir de 2019.

 

Crisis sanitaria y confinamiento

 

Con la pandemia de covid-19 esa tendencia se invirtió y comenzó a incrementarse el volumen de depósitos y de ahorro, con una gran estabilidad en el volumen de crédito solicitado por las familias. En esos meses hubo una subida exponencial en el volumen ahorrado, debido a la imposibilidad de incurrir en gasto ante los cierres totales y las restricciones de los meses siguientes.

Cuando todo parecía indicar que se iba a producir un decremento de los depósitos por un incremento del consumo, la nueva crisis qué se está fraguando ha vuelto a incrementar el volumen de depósitos y de ahorro.

La incertidumbre derivada de la subida de los tipos de interés, que están encareciendo las hipotecas; del no control de los precios, con una inflación cercana a los dos dígitos, y de la guerra de Ucrania, cuyo final no se atisba, están frenando el consumo y aumentando el ahorro. Incluso comienza a observarse un tímido incremento de la petición de créditos para hacer frente a pagos sobrevenidos.

En términos generales, las familias se van a enfrentar en mejores condiciones a esta nueva recesión económica, que esperemos que sea corta y no se alargue más allá del primer semestre de 2023.

La crisis financiera de 2008 provocó cambios en la cultura financiera. Incluso cambios legales como los protocolos de venta de productos financieros o de firma de hipotecas y el papel de los notarios. Pero esto va a resultar insuficiente.

 

General invierno

 

La inflación no parece remitir y la pérdida de poder adquisitivo va a ser traumática este invierno. En España, la factura de la luz, que seguirá alta pese a los esfuerzos del Gobierno central y de la Unión Europea, y el encarecimiento de las hipotecas que se revisen en los próximos meses van a provocar un incremento de la morosidad y de los impagos. Ya la banca adelanta negociaciones con los clientes para congelar las cuotas mientras dure la tormenta.

Según la consultora Macrobond, en el último año se está produciendo en la eurozona una fuerte contracción del poder adquisitivo de los salarios sujetos a convenio. En término medio, en la zona euro estamos hablando de un 6,5 %. Pero si nos fijamos en el dato de España, el dato es aún peor, con un 8,1 %. Junto con Italia (7,5 %), los de peor comportamiento.

En la práctica, esto se traduce en que si antes había familias que llegaban justas a fin de mes, ahora ya no le salen las cuentas. Esto está reduciendo el consumo y comienza a incrementarse el uso de microcréditos e hipotecas fijas.

 

En igualdad de condiciones

 

En economía utilizamos el latinajo ceteris paribus para expresar que las cosas serán como se describe si los factores se mantienen constantes. En términos concretos, nos referimos a que la guerra en Ucrania no se radicalice aún más y que no se produzca en pleno invierno un shock energético como el de 1973. Además, se espera que la evolución de la política monetaria de subida de tipos que están implementando los bancos centrales, tenga o no resultados inmediatos, frene la inflación (y no solo encarezca el precio del dinero).

Sobre este tema hay una cuestión preocupante. Dado que en la eurozona la subida del tipo de interés de intervención se realiza de forma común y para todos los países, podríamos encontrarnos en unos meses con una sorpresa: que la política implementada surtiese efecto en Alemania y los países centroeuropeos pero no en España. Si eso ocurre la política fiscal expansiva contemplada en los Presupuestos Genérales del Estado de 2023 podría seguir calentando la demanda y, con ello, los precios. Y la pérdida de poder adquisitivo seguiría imparable.

En cualquier caso, si la crisis de 2008 pilló a las empresas y a las familias con elevados niveles de endeudamiento y pocos depósitos en los bancos, la situación en 2022 no es la misma. Concretamente en mi región, Andalucía, desde marzo de 2020 se han incrementado los depósitos hasta los 145 000 millones de euros. Casi un 20 % desde que apareció la covid-19. Y los depósitos a la vista y a plazos han crecido en casi 24 000 millones de euros.

La demanda de dinero por motivo precaución se ha ido incrementando. La incertidumbre creciente, incluido el riesgo de amenaza nuclear, ha hecho que estemos mejor preparados. La situación no es comparable con la de 2008. Esa crisis no se vio venir. O no se quiso ver venir. Esta sí está siendo anticipada y se están tomando medidas previas. Aunque todo lo apostamos a que el aterrizaje sea suave, dure poco y la economía remonte en el segundo semestre de 2023. Ceteris paribus, no haya sorpresas.The Conversation