Las fresas son las frutas que mayores residuos de pesticidas contienen, según el ranking de las Doce Sucias que cada año elabora la organización estadounidense Environmental Working Group (EWG, Grupo de Trabajo Ambiental) tras analizar muestras de los productos vegetales frescos cultivados convencionalmente más consumidos en Estados Unidos, alimentos que también son exportados e importados a otros países.
“Las fresas eran una vez una fruta de temporada, disponible solamente algunos meses de primavera y verano. En las últimas décadas, el uso creciente de pesticidas y otros productos químicos han hecho que haya fresas baratas disponibles durante todo el año, y las agresivas campañas de marketing han estimulado su consumo. Hoy en día, un estadounidense medio come casi cuatro veces más fresas por año que en 1980”, explican Bill Walker y Sonya Lunder, de la EWG.
En 2014 y 2015, científicos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos analizaron 841 lotes de fresas –aproximadamente el 88% de las cuales cultivadas en los Estados Unidos, y el resto en México–. Casi todas las muestras –el 99%– tenían residuos detectables de al menos un pesticida y un 29% de 10 o más. La muestra más contaminada contenía restos de 21 plaguicidas diferentes.
Cerca del 70% de las miles de muestras tenían residuos de productos tóxicos
El uso de pesticidas en agricultura ha ido aumentando desde la llamada Revolución Verde, a lo largo de los años 50 y 60, del siglo pasado. Algunos de estos son bastante benignos, pero otros, tal y como sostienen los expertos, están relacionados con cáncer, trastornos hormonales, problemas neurológicos y daños al sistema reproductivo. Por ejemplo, la carbendacima, un fungicida que deteriora el sistema reproductivo masculino, se detectó en el 20% de las muestras. La Unión Europea lo ha prohibido debido a su intensa toxicidad.
Los productores de fresas también usan volúmenes de gases venenosos, algunos desarrollados para la guerra química, pero ahora prohibidos por los Convenios de Ginebra, para esterilizar sus campos antes de plantar, matando a cada plaga, malezas y otros seres vivos en el suelo.
“Por inquietantes que sean estos resultados, no violan las débiles leyes y reglamentos de los Estados Unidos sobre plaguicidas en los alimentos. Sólo alrededor del 6,3% de las fresas de las muestras tenían niveles de residuos de pesticidas considerados ilegales”, detalla la organización ecologista.
Pero no sólo las fresas están contaminadas con pesticidas. Le siguen, las espinacas, las nectarinas, las manzanas, los melocotones, las peras, las cerezas, las uvas, los apios, los tomates, los pimientos dulces y las patatas. En total, según el EWG, se encontraron 178 pesticidas y productos de descomposición de los mismos en las miles de muestras analizadas y cerca del 70% de las muestras de 48 tipos diferentes de productos tenían residuos de uno o más pesticidas.
Por el contrario, el maíz dulce se reveló como el producto menos contaminado por pesticidas. Le siguen el aguacate, la piña, el repollo, la cebolla, el guisante dulce, la papaya, el espárrago, el mango, la berenjena, el melón verde, el kiwi, el melón cantalupo, la coliflor y el pomelo.
Sensibilidad única
La EWG recuerda que la Academia de Pediatras del país publicó en 2012 un informe en el que establecía que los niños tienen una “sensibilidad única a la potencial toxicidad” de los restos de pesticidas. "Incluso niveles bajos de exposición a plaguicidas pueden ser perjudiciales para bebés y niños pequeños, por lo que, cuando sea posible, los padres deben tomar medidas para reducir la exposición de los niños a los pesticidas a la vez que se alimentan con dietas ricas en frutas y verduras”, afirma Philip Landrigan, de la escuela de Medicina del Hospital Monte Sinaí.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima que cerca de un quinto de los 12 millones de casos de cáncer que se diagnostican cada año en el mundo se pueden atribuir a exposiciones ambientales y ocupacionales.
Precisamente hoy arranca la duodécima edición de la campaña internacional Semana sin Pesticidas. La iniciativa, de origen francés, está organizada por Génération Futures y ACAP (Acción Ciudadana por la alternativa a los pesticidas), y se celebra exitosamente desde el año 2005 para informar en estos primeros días de la primavera sobre los impactos de los pesticidas en nuestra salud y en el medio ambiente y también para promover alternativas saludables. Para 2017 hay organizados más de un millar de eventos en 18 países.
España consume más de 40.000 toneladas anuales de estas sustancias
“La primavera no sólo comienza con los primeros rayos del sol, flores bonitas y con los pájaros cantando, sino también con la fumigación de pesticidas en los campos. Por ello te invitamos a informarte sobre los efectos que los pesticidas tienen sobre la salud y el medio ambiente, así como a aprender más sobre los métodos alternativos que existen, participando en uno de los cientos de eventos que tienen lugar en todo el mundo”, destacan en el comunicado.
En España, la Fundación Alborada, la Fundación Vivo Sano y Ecologistas en Acción se unen el 18 de abril en una jornada divulgativa que tiene como protagonistas a las víctimas de los plaguicidas: personas que han sufrido las consecuencias de una exposición aguda o crónica a estas sustancias en el ámbito profesional o doméstico.
Nuestro país es el país europeo con mayor consumo de pesticidas, con más de 40.000 toneladas anuales y la aplicación media de tres kilogramos por hectárea, alcanzando en el caso del viñedo los 12 kilogramos por hectárea entre herbicidas, insecticidas y fungicidas, tal y como detalla Ecologistas en Acción.
Un reciente estudio de los ecologistas desvela que los alimentos españoles tienen residuos de 33 pesticidas disruptores endocrinos, tóxicos relacionados con daños para la salud como problemas reproductivos, cáncer de mama, próstata y tiroides, enfermedades neurológicas y enfermedades metabólicas, como obesidad y diabetes. “La normativa actual, que permite una cantidad supuestamente segura de pesticida en los alimentos, no protege frente a los pesticidas disruptores endocrinos para los que cualquier pequeña exposición supone un riesgo, especialmente en etapas de mayor vulnerabilidad como el desarrollo uterino y la primera infancia, donde pueden producir efectos irreversibles”, denuncian.