El lunes 28 de abril todo parecía transcurrir con normalidad en el sistema eléctrico peninsular español. La demanda de electricidad era la habitual para esta época del año, claramente inferior a la capacidad total de generación disponible.
El día anterior, Red Eléctrica Española (REE, actualmente Redeia) había asignado – tras la subasta diaria y según el procedimiento establecido– qué instalaciones proveerían energía a cada hora del día siguiente. REE, el gestor de la electricidad en España, es una empresa independiente de las empresas generadoras de electricidad. En su web dice:
“Garantizamos un suministro de electricidad continuo, seguro y con altos niveles de calidad en todo momento y en todo el territorio nacional”
12:30 horas: las renovables alimentan el sistema
Sobre las 12:30 de la mañana la mayor parte de la demanda estaba siendo cubierta por fuentes renovables, especialmente la energía solar fotovoltaica, que aportaba algo más de la mitad del total. Este fenómeno se ha venido repitiendo a lo largo del mes durante las horas de máxima radiación solar, afectando directamente al precio de la luz.
En esos momentos, España exportaba electricidad a Marruecos, Portugal e incluso Francia. Además, la gran cantidad de energía disponible se estaba utilizando para bombear agua desde las partes bajas de las cuencas hacia los embalses, que es la única forma práctica de almacenar energía a gran escala. Sin embargo, esta capacidad tiene un margen y, con los embalses prácticamente llenos, no se puede seguir almacenando indefinidamente.
12:33 horas: algo extraño sucede
En los cinco minutos que transcurren entre las 12:30h. y 12:35h. ocurre algo anómalo, aún sin explicación oficial: se produce una caída súbita en la red eléctrica ibérica. En los primeros minutos reina la confusión, acentuada por la interrupción de las redes de telefonía fija y móvil.
Llega incluso a circular el rumor de que otros países europeos podrían estar afectados (eso escucho en mi radio de pilas), y se plantea la hipótesis de un posible ciberataque. Resulta llamativo, ya que lo habitual es que las redes informáticas que controlan los sistemas eléctricos estén desconectadas de internet.
Pasados unos minutos, se confirma que el apagón se ha limitado a la península ibérica. Esto refuerza la idea de que la causa más probable sea un fallo técnico en la gestión de la red.
Análisis de la situación
Al analizar los datos disponibles en REE entre las 12:30 y las 12:35 horas, se observan varios hechos inusuales. La regulación –el mecanismo para equilibrar oferta y demanda– se estaba realizando principalmente con energía hidráulica. Algo normal. Sin embargo, llegó un punto en que esta fuente agotó su capacidad de ajuste.
En paralelo, hubo un rápido incremento de la generación eólica que, sumada a la solar, provocó mas inyección de electricidad en la red. Además, Francia dejó de importar electricidad desde España, agravando el desequilibrio entre oferta y demanda.
En ese momento, las centrales nucleares, que operaban a la mitad de su capacidad habitual, según lo previsto, recibieron una señal de sobrecarga. Y conforme al protocolo, se desconectaron automáticamente al insertarse las barras de control.
Lo más sorprendente fue el comportamiento de la energía solar fotovoltaica, que pasó bruscamente de generar 18 000 MW a solo 8 000 MW. Aunque, evidentemente, el sol no había desaparecido.
Las claves apuntan a un problema en la sincronización de la red (todas las fuentes que aportan energía a la red deben estar sincronizadas a igual frecuencia, 50 hercios). Para facilitar esta sincronización se requiere una energía de base estable, que normalmente aportan las nucleares y otras grandes instalaciones. Pero en ese momento había poca base de fuentes estables y, además, las centrales nucleares que estaban operando se habían desconectado por sobrecarga en la red. En este caso, como hemos visto, la sobrecarga la produjo el exceso de oferta.
El diagnóstico
Esta situación poco común apunta a posibles fallos en los que, probablemente, hayan tenido un papel importante los programas informáticos encargados de gestionar estos eventos, que tal vez no contemplaban adecuadamente una situación como la ocurrida. Un factor importante a corregir en el futuro es la escasa conexión que tenemos con la red europea a través de Francia.
Una causa de fondo más preocupante es el peso de la gestión política en REE. Aunque formalmente es una empresa privada, el Estado posee un 20 % de su capital. Tradicionalmente, su presidencia ha estado ocupada por exministros o altos cargos políticos, pero es fundamental que organismos técnicos tan importantes como REE estén dirigidos con independencia por personal con la formación técnica apropiada.
Otro fallo a señalar ha sido la nula participación que se ha dado en la comunicación de la emergencia al personal técnico de REE, que son quienes poseen el conocimiento más profundo del sistema.
Una situación como la actual puede repetirse. Es fundamental que las decisiones políticas, como el todo renovable, cuenten con un soporte técnico independiente, que analice e informe con rigor y transparencia a la ciudadanía.
Afortunadamente, en el momento de publicar este artículo se ha recuperado en su practica totalidad el sistema eléctrico. Tenemos que tomar medidas para que una situación como esta no vuelva a suceder.