¿Cuándo nace y por qué Igualdad Animal?
Fundamos la organización, junto con José Valle y Sharon Núñez, en 2006, en Madrid. Al principio, sobre todo, hicimos mucho trabajo de investigación: presentamos la primera investigación en mataderos de España y desvelamos también las prácticas de la industria de los visones. Al mismo tiempo, hicimos mucha desobediencia civil: saltamos por primera vez y durante tres años consecutivos en la pasarela Cibeles para denunciar el tema de las pieles y saltamos a plazas de toros. También hicimos campañas contra los circos con animales. Finalmente, acabamos centrándonos en denunciar la situación de los animales de granja.
¿Son ellos los grandes olvidados?
Matamos 70.000 millones de animales al año sólo para consumo humano. En España, por ejemplo, unos 600 millones de pollos. Imaginemos las cifras…
Sin ninguna duda, el mayor maltrato se comete con diferencia en la ganadería industrial. Y, sin embargo, es el ámbito al que menos recursos se destina y el que menos se cuestiona porque está institucionalizado y normalizado.
Se ha avanzado mucho en distintos ámbitos como la tauromaquia, los circos con animales... se ven anacrónicos y ya hay parte de la sociedad que se posiciona en contra, pero eso no pasa con la ganadería. Por ello, creemos que hace falta pedagogía y visualizar la problemática para que la sociedad sea consciente.
¿Cómo ha evolucionado Igualdad Animal?
Durante esta última década hemos buscado constantemente nuevas formas de comunicar y de tener el mayor impacto posible. Con el tiempo, nos hemos convertido en una organización internacional –trabajamos en ocho países–, tenemos una capacidad de impacto mucho mayor y somos mucho más eficientes. Por ejemplo, hemos conseguido que la India prohibiera la importación de foie gras, convirtiéndose en el primer país del mundo en tomar esta medida, tras las investigaciones que hemos hecho de la industria en España.
¿Pensabais llegar tan lejos?
Cuando empezamos en 2006 ya éramos activistas desde hacía varios años y ya teníamos experiencia en el movimiento de derechos animales. Y aunque no teníamos recursos económicos, teníamos una determinación que compartíamos: teníamos claro que íbamos a dedicar nuestra vida a acabar con el sufrimiento de los animales.
¿Conseguir mejoras para los animales de granja, es decir, apostar por el bienestar animal obstaculiza vuestro objetivo final de abolir la ganadería?
Todos los avances en protección animal, sobre todo en la ganadería, son pasos necesarios. Puedes ir sensibilizando a los ciudadanos uno a uno y decirles que tienen que cambiar sus hábitos de consumo (una acción muy necesaria), pero es indispensable lograr cambios estructurales. Y de repente no va a existir un cambio estructural que sea la abolición de la ganadería. Tenemos que ser conscientes del contexto histórico en el que estamos y de que hay distintas etapas: hay que avanzar eliminando las prácticas más crueles.
Así pues, conseguir que se prohíban las jaulas en la producción de huevos, que es uno de los sistemas más crueles y que más sufrimiento genera a los animales, no es sólo positivo para los millones de animales a los que va evitar ese sufrimiento extremo sino que también lo es porque está creando un contexto favorable en el que la preocupación por los animales llega a la agenda pública y política, y la sociedad empieza a ver que este tema es importante.
En este camino, ¿qué papel podría jugar la carne de laboratorio?
La ganadería industrial es insostenible. Y ya se está empezando a invertir en otros modelos… Hay una revolución increíble en el ámbito de la alimentación que tiene dos vertientes que me parecen fascinantes. Por un lado, ya hay compañías como Impossible Foods que han creado una hamburguesa con proteína vegetal que es igual en sabor y textura a la de carne; o la empresa Beyond Meat, que produce alternativas a la carne a base de proteína vegetal y que ya se comercializa en grandes superficies. Por otro lado, está el desarrollo de la ‘carne limpia’ de la mano de empresas como Memphis Meats.
Seguramente estemos ante una nueva revolución, al igual que cuando los coches sustituyeron a los carruajes y se dejaron de utilizar en gran medida caballos y otros animales para tirar de ellos, una nueva revolución que va a dejar obsoleta la ganadería y el concepto de maltratar y matar animales para alimentarnos. No tengo dudas de que las futuras generaciones se escandalizarán por el brutal maltrato al que sometemos a los animales y se preguntarán también cómo pudimos mantener durante tanto tiempo un modelo tan ineficiente.
¿En qué punto está el movimiento animalista en España?
Que una antigua plaza de toros en Barcelona acoja la primera feria vegana más importante de Europa, que precisamente Cataluña haya prohibido las corridas de toros y los circos con animales, que la población haya reducido el consumo de carne en los últimos años… son algunos de los indicadores por los que de debemos ser optimistas y estar contentos de todos los avances que se han logrado en un contexto tan difícil como es el de España, país que cuenta con una cultura tan anacrónica y arraigada de ese maltrato a los animales, como son la tauromaquia y los festejos populares. Está emergiendo un movimiento revolucionario que está dejando atrás todo esto y hay que estar contento con todo lo que se ha conseguido y con todo lo que vamos a conseguir.
¿Es el ecologismo, otro movimiento en alza, compatible con el animalismo?
Son dos movimientos con bases filosóficas distintas, que aunque compartan ciertas similitudes a veces chocan de raíz, ya que el ecologismo se preocupa más por los ecosistemas que por los propios individuos. Se ve claramente cuando hay normativas como la Ley de especies exóticas invasoras que permite directamente matar animales porque sí, porque son considerados una plaga, unas medidas defendidas por los ecologistas a las que los animalistas nos oponemos.
Pero sí que pueden ser compatibles a otro nivel porque ambos le dan importancia a que el planeta es nuestro hábitat y que lo compartimos con otros animales. Y además determinados agentes ecologistas están empezando a introducir finalmente en su narrativa las consecuencias de la ganadería y el consumo de carne para el medio ambiente y el cambio climático. Era una asignatura pendiente, pero precisamente por las evidencias irrefutables que hay, ya a principios de este siglo la FAO publicó La larga sombra del ganado, están empezando a hablar de los efectos negativos de la ganadería. Es escandaloso que a la ciudadanía se le diga que controle el agua que gasta duchándose cuando para producir una sola hamburguesa se necesitan 2.500 litros de agua, es decir, ¡dos meses de duchas!
¿En qué consiste vuestro último proyecto de realidad virtual, iAnimal?
Es la primera vez en el mundo que se utiliza la tecnología inmersiva de 360 grados para transportar a los espectadores al interior de la ganadería industrial para que puedan ver in situ el sufrimiento que están viviendo los animales. Cuando las personas se ponen las gafas ven la vida de un cerdo desde que nace hasta que llega al matadero… Ven una historia, una auténtica tragedia, de un animal que acabará despedazo y envasado en un supermercado, un proceso que la industria cárnica nos oculta a los consumidores. Hemos documentado prácticas habituales, no casos aislados.
Esta herramienta tiene un poder transformador increíble, porque permite trasladar realidades a la población que suelen estar lejanas y hacer que sean conscientes de las mismas. Creo que esta tecnología supone un punto de inflexión para la concienciación de la problemática de la ganadería.
¿Cómo conseguís las imágenes y vídeos de vuestras investigaciones?
No podemos dar mucha información, muchas veces en las investigaciones que hacemos se asumen muchos riesgos. Lo que puedo decir es que en España, por ejemplo, una de las cosas que nos ha sorprendido siempre es que muchas de las investigaciones que hacemos son a cámara descubierta, es decir, que los ganaderos saben que están siendo grabados aunque desconocen, obviamente, que somos investigadores de Igualdad Animal. Y aun así, hemos visto como reventaban animales contra la pared o los tiraban vivos a los contenedores, entre otras barbaridades. Esto nos lleva a reflexionar sobre lo interiorizado que está el maltrato en esta industria: ¿si se comportan así delante de una cámara qué no harán detrás?
¿Qué investigaciones de Igualdad Animal han tenido un mayor impacto?
Cuando diseñamos las campañas y estudiamos cómo queremos impactar en la sociedad, buscamos una estrategia para conseguir cambios estructurales, que no se quede sólo en ‘esto es lo que está pasando y esto es lo que puedes hacer como consumidor’. En este sentido, la investigación de mataderos que hemos hecho recientemente en México, que es de lo más aterrador que hemos visto en más de 10 años (gente matando animales con hachas, animales desangrándose durante minutos…), ahora se puede traducir en una iniciativa legislativa que tipifique el maltrato a los animales de granja como delito.
Otra muy importante fue la investigación sobre carne de perro en China, que dio la vuelta al mundo. Asumimos mucho riesgo porque nos infiltramos en mafias de traficantes de perros, pero conseguimos que se cerraran 33 negocios y cuatro mataderos. Fue un trabajo muy potente que hizo que muchas personas al ver el sufrimiento de esos perros pudieran conectarlo con el sufrimiento de otros animales que consumimos en otros países.
En definitiva, cada investigación que hacemos es una grieta que se abre en esos altos muros que ha construido la industria cárnica, cada investigación abre un poco más la grieta y permite que vaya entrando ese rayo de luz y de esperanza para los animales.