A finales de setiembre, Yi Long, de 25 años, se convirtió en el sexto trabajador de la fábrica Foxconn de Guanlan (Shenzhen, sur de China), donde se producen elementos para teléfonos iPhone para la multinacional estadounidense Apple (además de para otras marcas electrónicas internacionales), que fallecía de leucemia en pocos años. Desde 2010, han contraído la enfermedad 13 empleados de la factoría.
Dos semanas antes, su madre, Chen Fuying, había hecho un llamamiento al máximo responsable de Apple, Tim Cook pidiendo un tratamiento adecuado para su hijo. Fue en balde. Yi Long, que trabajaba en las instalaciones de la gigantesca planta dedicadas a trabajar para la marca del logo de la manzana, dejó de existir en la casa de su familia en una aldea rural de Hunan. Un portavoz de Apple replicó poco después que, tras una investigación de cuatro meses, la empresa había concluido que en sus procesos de producción no existían “evidencias de que la salud de los trabajadores o su seguridad se pongan en riesgo”.
En mayo, el gigante coreano Samsung pedía disculpas y ofrecía indemnizaciones a sus empleados aquejados por leucemias y otros tipos de cáncer, que la asociación que los representa cifraba en unos 160 a finales de 2012, de los que unos 70 habían fallecido. Desde los años 90 han enfermado en Corea del Sur 243 trabajadores del sector a causa de dolencias que podrían estar relacionadas con sus condiciones laborales. Para 92 de ellos, cualquier posible solución ya llegará demasiado tarde.
La exposición prolongada al benceno puede provocar cáncer y otras enfermedades
“Varios trabajadores en nuestras plantas de producción sufrieron leucemia y otras enfermedades incurables, lo que también causó algunas muertes”, admitió Samsung Electronics en un comunicado leído con semblante grave por el consejero delegado Kwon Oh-hyun. “Deberíamos haber resuelto antes este tema, y estamos profundamente entristecidos por no haber logrado hacerlo. Expresamos nuestras más profundas disculpas”, añadió.
En septiembre, un tribunal de apelación sentenció que Samsung era el responsable de la muerte por leucemia de dos antiguas empleadas. En 2011, un juez de Seúl ya había establecido la existencia de una relación entre los fallecimientos y el cometido profesional de las trabajadoras Hwang y Lee. “Durante su trabajo, Hwang y Lee probablemente resultaron expuestas a substancias cancerígenas como el benceno o a radiaciones”, dictaminó el tribunal, que consideró que “aunque la forma en que contrajeron la enfermedad no está probada médica o científicamente, es posible asumir la correlación entre su trabajo y la leucemia que padecían”. La empresa impugnó la resolución, pero tres años más tarde ha visto rechazado su recurso.
La asociación que representa a los afectados responde a las siglas en inglés SHARPS, por Supporters for the Health and Rights of People in the Semiconductor Industry (Personas que apoyan la salud y los derechos de la gente que trabaja en la industria de los semiconductores). Porque es precisamente en esta parcela concreta de la producción de aparatos electrónicos donde se produce la mayor parte de los casos de cánceres, especialmente leucemia.
La organización asegura que, aunque en la fabricación de estos dispositivos se utilizan “miles de productos químicos”, la lista de los mismos no es revelada. Para el Gobierno surcoreano, al que apelaron los afectados, se trata de un legítimo “secreto comercial” que Samsung puede reservarse.
Condiciones laborales deplorables
Los activistas creen que los trabajadores se exponen a sustancias cancerígenas como el benceno, entre otras, además de a los efectos de rayos X, ultravioleta y radiaciones electromagnéticas, y que las escasas medidas de protección, como los filtros de aire de las factorías, van más dirigidas a salvaguardar las obleas (las finas planchas de materiales conductores, como el silicio, sobre las que se montan los chips) que a los trabajadores.
Aunque es un elemento incoloro presente en pequeñas cantidades en la naturaleza (lo incorporan los gases de los volcanes, o los de los incendios forestales), el benceno se ha convertido en una de las 20 sustancias químicas más fabricadas por su gran número de aplicaciones industriales. Se evapora muy rápidamente, y por ello resulta fácil inhalarlo si se trabaja con él. Y es altamente inflamable. Dado que lo generan la evaporación de gasolina u otros combustibles, y también los cigarrillos, los habitantes de las zonas urbanas están expuestos frecuentemente a su presencia.
El benceno produce de manera inevitable alteraciones en la sangre y en la médula espinal. También daña el sistema inmunitario. Una exposición de cinco a 10 minutos a niveles muy altos de benceno en el aire (10.000 a 20.000 partes por millón, ppm) puede producir la muerte. Niveles más bajos (700 a 3.000 ppm) pueden causar letargo, mareo, aceleración cardíaca, dolor de cabeza, temblores, confusión y pérdida del conocimiento.
Y hay unanimidad entre los científicos sobre que la exposición incluso a niveles bajos durante largo tiempo puede provocar cáncer y otras enfermedades: “El benceno es un carcinógeno humano. Puede que no exista un nivel seguro de exposición a un carcinógeno y, por consiguiente, todo contacto debe reducirse al mínimo nivel posible”, advierten las autoridades sanitarias estadounidenses.
“Por hacer nuestros móviles y ordenadores, hay gente que muere”, proclama una campaña
El hecho de que una gran parte de las plantas electrónicas se encuentren hoy en día en países asiáticos escasamente democráticos y con condiciones laborales deplorables, especialmente en China, y la gigantesca demanda del mercado internacional de móviles, ordenadores, tabletas y otros aparatos electrónicos no hacen más que agravar el problema. Solamente en las fábricas de Foxconn, la empresa china donde trabajaban Yi Long y sus cinco compañeros fallecidos, están empleadas unas 230.000 personas.
Además de la exposición a productos peligrosos, los trabajadores sufren la supresión de derechos sindicales, trabajan durante semanas enteras con horas extras obligatorias y sin tiempo libre y cobran salarios de miseria. Las grandes multinacionales que externalizan su producción en estas plantas asiáticas para reducir costes suelen alegar que no son responsables porque no tienen contratos directos con estas subcontratas.
Sin embargo, un reciente estudio de la organización Electronics Watch afirma con rotundidad que "hay una relación directa entre los ciclos de vida cortos de los productos, la competencia para bajar precios y la necesidad de flexibilidad, por un lado, y los salarios bajos, las horas extraordinarias y la contratación mediante las empresas de trabajo temporal, por otro".
“Hay gente que muere por hacer nuestros móviles y ordenadores”, proclama una campaña puesta en marcha en la plataforma online Change.org bajo el nombre No más muertes en la industria electrónica, en la que se solicita que las instituciones públicas europeas (que compran uno de cada cinco equipos electrónicos comercializados en el continente) dejen de adquirir productos fabricados en estas condiciones.
Tratan de conseguir 10.000 firmas para erradicar las causas de la muerte de quienes constituyen apenas una pequeña parte de la gente que enferma o fallece en el mundo en desarrollo para satisfacer las ansias de consumo electrónico de la sociedad moderna. La búsqueda del coltán a buen precio puede haber costado la vida a cientos de miles de personas en la República Democrática del Congo, como denuncia el estremecedor documental Blood in the mobile, del realizador danés Frank Piasecki Poulsen.