En los últimos meses, los precios de la electricidad y el gas natural en Europa han alcanzado niveles que nunca antes se habían registrado. Esto ha generado una gran preocupación en toda la sociedad. Su efecto sobre la renta disponible de los hogares y sobre los costes de las empresas pone en riesgo la recuperación tras el parón de las economías en 2020 ligado a la pandemia.
Pese a su gravedad, la actual crisis de precios energéticos está motivada por factores de carácter coyuntural. Se inició por una tensión creciente entre la oferta y la demanda en el mercado global de gas natural desde finales de 2020 que dio lugar a una acusada escasez de oferta a lo largo de 2021.
Entre los principales factores inductores de precios elevados del gas natural se encuentra el rápido crecimiento de su demanda a medida que se iba recuperando la economía global (+4,1 % en 2021), impulsada también por una estación invernal 2020-21 excepcionalmente larga y sequías en lugares como Brasil o China.
En este contexto, el precio diario del gas natural en el hub holandés TTF (la principal referencia en Europa) se ha multiplicado casi por cuatro desde el inicio de 2021. Ha pasado de unos 20 €/MWh hasta situarse en valores por encima de 75 €/MWh desde septiembre de 2021, alcanzando un máximo por encima de 180 €/MWh en diciembre del año pasado.
Los precios de la electricidad y el petróleo
La presión alcista en el mercado de gas natural se ha visto acompañada de un contexto global de precios elevados de todos los productos energéticos (petróleo y sus derivados, y carbón) y, en el mercado europeo, de precios de los derechos de emisión de CO₂. Estos siguen una tendencia al alza desde 2018 y se han multiplicado por tres entre enero de 2021 y febrero de 2022.
Igualmente, los precios de la electricidad en Europa han registrado subidas muy significativas a lo largo de estos últimos meses, en línea con el incremento de los precios del gas natural. Desde hace tiempo, los precios en estos mercados se mueven de manera sincronizada. Esto es debido a que son las centrales de ciclo combinado de gas natural las que generan la electricidad que se suele consumir en el margen. Por ello, su coste variable de generación fija el precio de mercado, como ocurre en todos los mercados.
Además, otros factores geopolíticos han limitado aún más la flexibilidad en el lado de la oferta de gas natural en el mercado europeo. Entre ellos se incluyen el conflicto diplomático entre Argelia y Marruecos y, muy especialmente, el conflicto político (y ahora bélico) entre Rusia y Ucrania.
En el caso de los mercados de gas en Europa, el factor Rusia es muy relevante. Añade tensión a una coyuntura global del mercado compleja y sus implicaciones geopolíticas probablemente tendrán reflejo en las estrategias y políticas energéticas –por ejemplo, en las relativas al apoyo a las energías renovables, la energía nuclear, el uso del carbón, etc.–. En general, la situación actual no contribuye a generar expectativas de relajación en los precios de la energía en los próximos meses.
Consecuencias para la descarbonización
Las consecuencias de la situación coyuntural de tensión en los mercados de energía sobre el proceso de descarbonización son inciertas. Asumiendo que no se producen cambios estructurales en el marco normativo que regula los sistemas energéticos en la Unión Europea u otros cambios de calado que afecten al equilibrio en los mercados energéticos globales (p. ej., cambios geopolíticos), el efecto de la crisis podría ser negativo en el corto plazo y (probablemente) positivo en el medio y largo plazo.
Entre los impactos negativos de la crisis actual, debe citarse la potencial ralentización del proceso de transición energética. El incremento en el precio de la electricidad, por ejemplo, podría frenar el avance en el proceso de electrificación de la economía, necesario para alcanzar los objetivos de descarbonización a muy largo plazo.
Además, un cambio en los precios de los combustibles fósiles (por incremento en los precios del gas natural) puede detener el gradual declive en el uso del carbón y retrasar su sustitución en las matrices energéticas en muchos países y regiones.
Las consecuencias sociales, económicas y sobre la competitividad empresarial de los precios elevados de la energía son también significativas en el corto plazo. Reducen la renta disponible de los hogares y empeoran los resultados de las empresas. Esto da lugar a una fuerte presión social y política sobre las autoridades legisladoras y reguladoras para tomar medidas que mitiguen dichos efectos.
¿Funcionan bien los mercados de la energía?
En línea con esta tendencia, se ha generado un debate sobre el diseño de los mercados de energía y sobre la construcción del mercado único europeo con implicaciones potencialmente muy negativas. El mensaje de que “los mercados de electricidad no funcionan”, por ejemplo, se basa en concepciones erróneas sobre la operación de los mercados energéticos, la recuperación de los costes por parte de los generadores o la generación de señales económicas eficientes en el corto, medio y largo plazo.
Por un lado, la situación actual de precios elevados responde a un funcionamiento adecuado de los mercados de energía: los precios suben cuando hay escasez relativa de oferta, como ocurre ahora. El incremento de precios estimulará decisiones eficientes de consumo, producción e inversión.
Por otro lado, los mercados de electricidad y gas natural que se han desarrollado en la Unión Europea en los últimos años han permitido garantizar un suministro de energía seguro y a un coste razonable en condiciones normales de los mercados. Además, han apoyado la transformación del mix energético (p. ej., facilitando la penetración de energías renovables).
Diseños alternativos del mercado de electricidad que no respondan a los principios de la teoría económica generarán inevitablemente ineficiencia y, a largo plazo, mayores costes del suministro energético para los consumidores.
En resumen, intervenciones no justificadas en los mecanismos de mercado pondrán en peligro no solo la capacidad del sistema energético de garantizar un suministro seguro de energía al mínimo coste, sino también las inversiones en tecnologías limpias y energías renovables.
Un impulso para actuar
Los potenciales impactos positivos sobre el proceso de descarbonización en el medio y largo plazo están relacionados, por el contrario, con las fuerzas del mercado y con la influencia de las señales económicas que generan los mercados de energía sobre el comportamiento de los agentes económicos (hogares y empresas).
Por un lado, los mayores precios de la energía inducen mayor eficiencia: un mejor uso de la energía y los materiales y decisiones de cambio de combustibles y de inversión en nuevas tecnologías orientadas hacia opciones más limpias y eficientes. Los precios más elevados de la electricidad tenderán a inducir inversiones en energías renovables, acelerando de esta manera la transición energética, complementando las mejoras en eficiencia energética señaladas arriba.
En el ámbito geoestratégico, la situación actual del mercado de gas natural obliga a la Unión Europea a revisar su estrategia y sus políticas sobre seguridad de suministro con el objetivo de reducir la influencia de Rusia por la dependencia del mercado energético europeo del gas ruso.
Medidas para avanzar en la transición energética
En definitiva, la crisis de precios actual pone de relieve, además, que la solución a medio y largo plazo consiste en desplegar medidas que permitan avanzar en la transición energética, acelerando la penetración de las energías renovables –lo cual reducirá la dependencia de los combustibles fósiles–, desarrollando redes energéticas inteligentes y resilientes, mejorando el diseño de los mercados de energía y afianzando el papel central (y activo) de los consumidores de energía en el mercado único de energía en la UE.
Junto a esta visión, se están implementando políticas de apoyo a hogares y empresas con carácter temporal para dar respuesta a la crisis de precios. La estrategia de mitigación del impacto de los altos precios de la energía que propone la UE recoge una serie de posibles medidas de intervención en el corto plazo que no interfieren con el funcionamiento o el diseño de los mercados energéticos ni, por tanto, con su capacidad de impulsar la transición energética y el proceso de descarbonización de la economía.
Probablemente el principal riesgo para la descarbonización de la economía que genera la actual coyuntura de los mercados de energía es que intervenciones regulatorias no justificadas hagan descarrilar o retrasen el proceso de transición energética. Para evitar esto se requiere, por un lado, un marco regulatorio estable, y, por otro, mercados de energía bien diseñados, que generen un conjunto de señales regulatorias y económicas adecuadas para que los agentes tomen decisiones de inversión en línea con los objetivos energético-medioambientales de alcanzar las cero emisiones netas en la economía en 2050.