Tras largos meses de ardua lucha, indígenas y ecologistas lo han conseguido: el polémico oleoducto que debía atravesar las tierras de los sioux en el estado norteamericano de Dakota del Norte no se construirá. El Cuerpo de Ingenieros del ejército estadounidense, que administra esas tierras, anunció esta semana la denegación del permiso y una revisión del impacto medioambiental de la tubería veinticuatro horas antes de que venciera el plazo dictado por los militares para que los 3.000 activistas acampados desde abril desalojaran el lugar desde el que paralizaban las obras desde abril.
Durante este tiempo se han producido numerosos choques violentos entre manifestantes y fuerzas de seguridad públicas y privadas que trataban de expulsarlos del lugar para que pudieran comenzar los trabajos. Las mismas llegaron a emplear cañones de agua, perros y aerosoles de pimienta contra los acampados, miembros del pueblo sioux, simpatizantes de otros grupos nativos americanos llegados del resto del país para solidarizarse con ellos y activistas medioambientales, hiriendo a 30 personas, entre ellas algunos niños.
Obama atendió las reivindicaciones, pero su sucesor podría revocar la decisión
El oleoducto Dakota Access, de 1.885 kilómetros de longitud y 760 milímetros de diámetro, y en el que estaba prevista una inversión de 3.800 millones de dólares (algo más de 3.500 millones de euros), debería transportar casi 500.000 barriles de petróleo diarios obtenidos en yacimientos bituminosos de Baken y Three Forks (Dakota del Norte), explotados mediante el contaminante sistema de fracking, al enlace de Bakota (Illinois), donde otra canalización permitiría llevarlo a las costas del Golfo de México para ser refinado y embarcado.
El trazado previsto, que ahora deberá revisarse, atravesaba –bajo tierra– el río Misuri y el lago artificial Oahe en las tierras ancestrales de la tribu sioux Standing Rock, cuyos miembros se opusieron porque se veían afectados los parajes donde vivieron y están enterrados sus antepasados y por temor a que pudieran contaminarse las aguas de las que depende su modo de vida.
Desde la pasada primavera, miles de personas se concentraron en la zona y acamparon sobre la carretera por la que debía acceder la maquinaria pesada para impedir el inicio de las excavaciones, cientos de veteranos del ejército se les había sumado en los últimos días ofreciéndose como escudos humanos y una campaña de recogida de firmas contra el proyecto convocada a través de la plataforma Credo.org recogió más de 500.000 apoyos en todo el mundo. En Iowa, uno de los cuatro estados por los que pasaría la tubería, diversos granjeros habían acudido a los tribunales para evitar que pase por sus tierras.
Liderazgo climático
Todas estas acciones han dado sus frutos. En setiembre, el presidente saliente Barack Obama se hizo eco de las reivindicaciones de los manifestantes y abogó por posponer la concesión de los últimos permisos para tratar de conseguir un acuerdo con los indígenas y definir un recorrido alternativo. Por supuesto, su sucesor Donald Trump ha expresado su intención de hacer cuanto esté en su mano para que el proyecto salga adelante.
La administración Obama se opuso también hace un año, pocas semanas antes de la Cumbre del Clima de París que aprobó en nuevo compromiso mundial contra el cambio climático, al proyecto Keystone XL, otro enorme oleoducto –de 2.700 kilómetros– que conectaría los yacimientos de arenas bituminosas de la provincia de Alberta (Canadá) –escenario de uno de los más impresionantes ejemplos de devastación ambiental del planeta– con Steele City (Nebraska), donde se conectaría a otras canalizaciones que llevarían el crudo hacia el centro y sur de Estados Unidos, con destino a las refinerías situadas a orillas del Golfo de México. Se trataba de la cuarta fase de un gran proyecto de tuberías que ya está operativo desde 2014. El país cuenta con una red de 3,7 millones de kilómetros de oleoductos y gasoductos.
Hace un año se paralizó otro proyecto similar, el Keystone XL, de 2.700 kilómetros
"Estados Unidos es ahora un líder mundial cuando se trata de tomar medidas serias sobre el cambio climático", declaró Obama tras anunciar su veto al Keystone XL tras siete años de intensa oposición al mismo por parte de granjeros, agricultores, indígenas y ecologistas, algunos de los cuales llegaron a encadenarse a las puertas de la Casa Blanca. En su opinión, la obra "no serviría a los intereses nacionales de los Estados Unidos", pero su decisión decepcionó gravemente al gobierno de Canadá, su gran valedor, y a la empresa TransCanada, responsable del proyecto. No obstante, de nuevo esta medida podría ser revocada por Donald Trump en cuanto asuma la presidencia. Así lo anunció durante la campaña electoral.
En otro ejemplo de la capacidad de movilización de las naciones indígenas norteamericanas, el pueblo lummi consiguió a principios de este año dar el carpetazo el proyecto del mayor puerto para la carga de carbón en Estados Unidos, en Cherry Point (en el estado de Washington, al noroeste del país). De nuevo el Cuerpo de Ingenieros descartó conceder el permiso para una infraestructura que amenazaba los derechos de pesca reconocidos a los nativos. Una vez más, en lo que se refiere a esta iniciativa es de temer una contraofensiva de Trump a partir de enero.
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