El Ekoplaza LAB, ubicado entre los números 105-109 de la calle Jan Pieter Heije, en el Oud-West, la zona occidental del centro, a un kilómetro aproximadamente de la concurrida zona de los museos de la capital, ofrece cerca de 700 productos alimentarios de todo tipo, siempre de producción ecológica u orgánica, en cuyos envasado no interviene de ninguna manera el plástico de un solo uso.
Las estanterías son de metal y madera, y la señalización del local, de cartón
Los productos, a fecha de hoy tienen referenciados 680 artículos diferentes, se venden en algunos casos a granel y se entregan envueltos en papel o cartón, o se comercializan en envases de cristal o empaquetados con bioplásticos. La intención de la empresa es de ir abriendo en el futuro más comercios sin plásticos, y que el resto de las tiendas de la cadena tengan por lo menos un pasillo donde se ofrezcan artículos envasados de forma sostenible, a poder ser antes de fin de año.
“Estamos hartos de productos empaquetados en capas y más capas de plástico, ¡y nuestros clientes también!”, proclama Erik Does, director ejecutivo de Ekoplaza, cadena que ofrece en la tienda y también mediante venta online artículos rodeados y protegidos por "biomateriales compostables innovadores" que “tienen aspecto de plástico, pero no lo es”. Para que la coherencia de la propuesta sea total, tampoco hay plástico en las instalaciones del supermercado: los puntos de iluminación están cubiertos por pantallas recuperadas, las estanterías son de metal y madera y la señalización, de cartón.
La iniciativa del Ekoplaza LAB es fruto de la colaboración de la cadena de distribución con la organización británica A plastic planet (Un planeta de plástico), para cuyo fundador, Sian Sutherland, "la presentación de la primera tienda pop-up sin plásticos del mundo es un hito en la batalla mundial contra la contaminación por plástico". "Durante décadas, a los compradores se les ha vendido la mentira de que no podemos vivir sin plástico envolviendo nuestros alimentos y bebidas", explica Sutherland, pero "un pasillo sin plástico disipa todo eso”, añade.
Un producto perecedero en un envoltorio indestructible
El activista británico opina que “carece de lógica envolver algo perecedero como la comida con algo tan indestructible como el plástico” y recuerda que solo el 9% de los miles de millones de toneladas de plásticos procedentes de los hidrocarburos fabricados en el mundo desde la década de 1950 se han reciclado. El sector minorista de la alimentación genera el 40% de todos los envases de plásticos de un solo uso.
La tienda de Amsterdam abre sus puertas cuando Europa empieza a darse cuenta de que no puede hacer frente a las colosales cantidades de plásticos convertidos en residuos que produce, especialmente después de la negativa china a seguir importando residuos occidentales para su recuperación, y empieza a adoptar medidas para reducir su cantidad. Cumpliendo las directivas de la UE, los Países Bajos prohibieron las bolsas de plástico de un solo uso en 2016. Antes de hacerlo, sus 17 millones de habitantes consumían 3.000 millones de unidades al año.
El Congreso insta a prohibir vasos, platos y cubiertos de un solo uso en 2020
En España se ha registrado estos días otro avance en la lucha contra los plásticos, aunque de momento se limite al terreno de las intenciones: el pasado martes, la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley en la que se insta al Gobierno a adoptar medidas para la prohibición en un plazo de algo menos de dos años de vasos, platos y cubiertos de plástico de un solo uso. La iniciativa fue presentada por el grupo de Unidos Podemos y logró el apoyo, mediante transacciones, de los grupos de Ciudadanos y el PSOE, mientras recibía el voto contrario aunque insuficiente del PP.
El texto definitivo reclama al Gobierno “impulsar las modificaciones legislativas necesarias para prohibir, con fecha de efectos de 1 de enero de 2020, el uso, comercialización, importación y exportación de utensilios como platos, vasos, copas, tazas, cubiertos y pajitas desechables, es decir, diseñados para su retirada después de un solo uso, íntegramente fabricados en cualquier variedad de plástico”.
Asimismo, reclama que, a partir de la misma fecha, “estos productos deberán ser fabricados al menos en un 50% con sustancias biodegradables procedentes de materias orgánicas, como el almidón o la fécula de patata y a partir del 2025, en al menos el 60%”. Ahora falta que se cumpla, algo que el actual Gobierno no parece muy proclive a la hora de adoptar medidas en favor del medio ambiente.
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