A partir del 1 de enero, las tradicionales aceiteras desaparecerán de las mesas de los bares y restaurantes españoles, de cuyo paisaje han formado parte durante siglos. Las sustituirán envases no rellenables, con frecuencia de un solo uso. El Gobierno, que aprobó la medida mediante un decreto del pasado 15 de noviembre, la defiende como una forma de favorecer los intereses de los productores y los derechos de los consumidores.
Pero la decisión tendrá consecuencias muy dañinas para el medio ambiente: por una parte, cientos de millones de envases desechables pasarán a engrosar el ya ingente volumen de residuos no siempre reciclables o reciclados. Por otra, se favorecerá el derroche del alimento, que se tirará cada vez que el cliente no utilice la totalidad de una dosis individual.
El Real Decreto 895/2013, por el que se modifica su homólogo 1431 de 2003, establece, en su único artículo, que “en los establecimientos del sector de la hostelería y la restauración y en los servicios de catering, los aceites se pondrán a disposición del consumidor final en envases etiquetados y provistos de un sistema de apertura que pierda su integridad tras su primera utilización”.
“Los envases que por su capacidad se puedan poner a disposición de los consumidores finales más de una vez, dispondrán además de un sistema de protección que impida su reutilización una vez agotado su contenido original”, añade la normativa, que concede un periodo de gracia hasta el 28 de febrero para las botellas adquiridas por los restauradores antes de su entrada en vigor.
"Mejorar la imagen" del sector
La medida inundará el mercado con 400 millones de envases desechables más al año
Con ello, se afirma en el preámbulo del texto, se conseguirá "mejorar la imagen" del sector del aceite de oliva, del que España es el primer elaborador y exportador mundial, con una producción que ha llegado a alcanzar los 1,4 millones de toneladas al año fruto de la explotación de 300 millones de olivos sobre 2 millones de hectáreas, más del 25% de la superficie olivarera mundial, según datos de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva.
El uso de botellas no rellenables supondrá para el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, “la garantía de la calidad y autenticidad de los aceites puestos a disposición del consumidor final”.
La obligatoriedad de los envases no rellenables era una de las acciones inicialmente contempladas en el Plan de acción sobre el sector del aceite de oliva de la Unión Europea. Sin embargo, la Comisión retiró esta iniciativa ante las presiones de diversos países miembros, especialmente del Reino Unido, los Países Bajos y Alemania. El Gobierno español, no obstante, ha decidido aplicarla, como también hará Portugal y se plantea Italia, no por casualidad otros dos grandes productores de este alimento.
El secretario general de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR), Emilio Gallego, considera que la prohibición “innecesaria” de las aceiteras conllevará un "derroche absoluto" del producto. En su opinión, una monodosis de aceite "es excesiva para una tostada o para una ensalada" y el producto sobrante será “obligatoriamente desperdiciado". Además, todo ello tendrá una "incidencia indudable sobre los costes" y provocará "una mayor generación de residuos". “No nos gustan las prohibiciones. Hubiéramos preferido una medida en positivo”, señala.
Botellas no rellenables y formatos individuales
Quienes se frotan las manos son los fabricantes de envases. En España funcionan no menos de 350.000 bares, restaurantes y empresas de catering, y cerca de 18.000 hoteles. Fuentes del sector creen que el nuevo decreto hará necesario poner en el mercado hasta 400 millones más de botellas no rellenables y formatos individuales. En el mejor de los casos, acabarán en un contenedor amarillo, pero el destino de millones de ellas serán los vertederos o sitios peores. Y, a menudo, con buena parte de su contenido aún en su interior.
“Es un disparate. Sólo el 30% de los envases llega a una planta de reciclaje, por lo que es obvio que habrá muchos más residuos. Miles de envases acabarán en el vertedero”, clama Daniel López, responsable del área de Residuos de Ecologistas en Acción.
Para López, el decreto contradice la política de contención de desperdicios y consumo responsable que dice defender el Gobierno, plasmada en la estrategia Más alimentos, menos desperdicio. Según la UE, España es el sexto país miembro (sobre 28) que más comida desaprovecha, con 7,7 millones de toneladas anuales, mientras la crisis económica no deja de engrosar el número de personas que tienen que acudir a la ayuda de los bancos de alimentos y otras organizaciones solidarias.
El dirigente ecologista coincide en que “es muy raro que un cliente se tome toda la monodosis de aceite cuando se lo echa en la tostada”. Los defensores de la medida, Gobierno y productores, argumentan que el que un envase sea irrellenable no significa que sólo pueda utilizarse una vez. Ponen como ejemplo de ello el uso de las botellas de licores y bebidas espirituosas en los bares. Pero López no tiene dudas sobre que “los restaurantes, aunque sólo sea por una cuestión de imagen, abrirán una botella por cada grupo de comensales".
Evitar el despilfarro de aceite
La nueva legislación entra en vigor el 1 de enero para casi 370.000 establecimientos
Como una forma de evitar el despilfarro de aceite, pues buena parte del aliño de las ensaladas se queda en el fondo del plato, la Fundación Alícia (acróstico de Alimentación y Ciencia), impulsada por el chef Ferràn Adrià y el cardiólogo Valentí Fuster, ideó hace años el caviar de aceite, unas pequeñas cápsulas de zumo de aceituna que estallan al masticarlas en la boca y que comercializa la marca Caviaroli de Esparreguera (Barcelona).
Pero no parece que sea este modelo el que vaya a imponerse. La fábricas de envases serán las grandes beneficiadas por el nuevo sistema. La aceitera Capricho Andaluz, pionera internacional hace una década en la fabricación de dosis individuales, similares a las de mantequilla o mermelada utilizadas en hoteles y aviones, tiene previsto que en 2014 salgan de sus cadenas de envasado 100 millones de tarrinas individuales de aceite de oliva. Serán 40 millones más que las que vendieron el año pasado en todo el mundo.
Vidrimon, de Montilla (Córdoba), que produce botellas de cristal para aceite, calcula que tendrá que duplicar “como poco” los 75 millones de unidades que vendió en todo el mundo en el último ejercicio. Su máximo responsable, Rafael Jordano, presume de que serán inequívocamente de un solo uso: "No habrá quien pueda con ellas: todas son inviolables. Para manipularlas hay que forzar el tapón, y eso deja marca”.
Por su parte, la empresa Soplados, de Jaén, con una producción anual de 60 millones de envases de plástico, prevé colocar 40 millones de botellas irrellenables de cuarto de litro, medio y tres cuartos. “Esto para arrancar, pero podemos llegar fácilmente a 200 millones”, se felicita su portavoz, José Óscar Martínez. Sólo queda esperar que la mayor parte posible de ellas sean gestionadas adecuadamente cuando se conviertan en residuos.
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