Después de décadas de difíciles negociaciones, el 29 de abril de 1997 entró en vigor la Convención sobre las Armas Químicas (CAQ), con la que se han comprometido 193 estados –todos los del mundo salvo Corea del Norte, Sudán del Sur, Israel y Egipto– para no desarrollar, producir, almacenar, transferir o emplear nunca este tipo de instrumentos de destrucción.
Más del 99 % (unas 71.614 toneladas métricas) de todos los arsenales de armas químicas declarados ya han sido destruidos bajo la verificación del órgano de aplicación de esta convención: la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Por sus grandes esfuerzos para eliminarlas, esta organización recibió el Premio Nobel de la Paz en 2013.
Más del 99 % de todos los arsenales de armas químicas declarados ya han sido destruidos, y lo poco que queda se espera que sea eliminado en 2023
Pero a pesar de su enorme éxito, “después de 25 años, la CAQ y la OPAQ se encuentran ahora en una encrucijada”, advierte Tuan H. Nguyen, del Centro de Investigación en Seguridad Global del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore en EE UU.
Su opinión aparece esta semana en un policy forum de la revista Science (1), donde repasa los logros alcanzados y los retos que quedan por delante para adaptarse a la futura amenaza de las armas químicas.
Desde su creación, una de las misiones principales de la OPAQ ha sido destruir los depósitos y la capacidad de producción de este tipo de armas. Se espera que en 2023 se hayan eliminado completamente los pocos almacenes y equipos de armas químicas declarados que quedan.
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas debe pasar de centrarse en el desarme a prevenir que no reaparezcan
TUAN H, NGUGYEN , Laboratorio Nacional Lawrence Livermore
“EE UU debe hacerlo antes del 31 de septiembre de 2023”, apunta Nguyen a SINC, “según la Oficina Ejecutiva del Programa de Alternativas a las Armas Químicas Ensambladas, a 15 de abril de 2022 quedan 334,8 toneladas de gas mostaza en la instalación de destrucción de Pueblo, en Colorado, y 252,2 toneladas de agente nervioso VX en la instalación de destrucción de Blue Grass, en Kentucky”.
Según el experto, el hito que supone eliminar todas las armas químicas declaradas representa también un cambio fundamental para la OPAQ, ya que tendrá que pasar de ser una organización centrada en el desarme de las armas químicas a otra enfocada en prevenir que no reaparezcan.
Nueva organización OPAQ 2.0
Con la vista puesta en la próxima conferencia de revisión de la CAQ en 2023, Nguyen apunta las oportunidades y desafíos de una denominada OPAQ 2.0 de próxima generación: “Debe ser capaz de reforzar las normas internacionales contra las armas químicas, incorporar más elementos cualitativos al sistema de verificación y seguir el ritmo de los avances científicos y tecnológicos”, lo que incluye los nuevos métodos de síntesis y producción química a pequeña escala.
La OPAQ ha confirmado que la Fuerza Aérea Siria utilizó armas químicas en 2018 y también ha prestado asistencia técnica cuando se usó el agente nervioso VX para asesinar al hermanastro del líder de Corea del Norte
Sin embargo, el autor plantea todos estos retos en un contexto internacional en el que “las armas químicas han vuelto”, como demuestran varias acciones bélicas e intentos de asesinato recientes. Un ejemplo son las que utilizó la Fuerza Aérea Siria en Saraqib el 4 de febrero de 2018, según confirmó el Equipo de Investigación e Identificación de la OPAQ.
Esta organización también prestó asistencia técnica al gobierno de Malasia en 2017 cuando se utilizó el agente nervioso VX para asesinar a Kim Jong-nam, el hermanastro de Kim Jong-un, líder de Corea del Norte. Y en 2018 la OPAQ ofreció su ayuda cuando se utilizó novichok para envenenar al exoficial militar ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Salisbury (Reino Unido).
Los novichok son una clase de agentes nerviosos desarrollados por la antigua Unión Soviética utilizados para envenenar al exoficial militar ruso Sergei Skripal y su hija Yulia, así como al opositor Alexei Navalny
Los novichok son una clase de agentes nerviosos organofosforados desarrollados por la antigua Unión Soviética durante la Guerra Fría que no figuraban en el anexo de la Convención sobre las Armas Químicas en el momento del ataque de Salisbury. La OPAQ confirmó la conclusión del Reino Unido de que se utilizó esta sustancia en el atentado, pero no se pudo identificar a los autores del intento de asesinato.
No obstante, el caso de Salisbury dio lugar a la inclusión de los novichok en la lista de sustancias químicas de la CAQ. A pesar de ello, se volvió a utilizar un agente de este tipo en el intento de asesinato en 2020 de Alexei Navalny, opositor de Vladímir Putin.
Sospechas en la guerra de Ucrania
Nguyen prefiere no comentar el caso de Rusia y el posible uso de armas químicas durante su invasión a Ucrania, aunque la Secretaría Técnica de la OPAQ ha informado que está “preocupada por informaciones no confirmadas de medios de comunicación sobre el uso de este tipo de armas en Mariupol, así como de bombardeos dirigidos a plantas químicas situadas en Ucrania, junto con las acusaciones vertidas por ambas partes sobre el posible uso indebido de sustancias químicas tóxicas”.
Los programas promovidos por los gobiernos son una de las formas en las que están resurgiendo las armas químicas, pero también hay otras vías, como las organizaciones terroristas, los grupos delictivos o incluso personas que actúan en solitario, ya que estos instrumentos de destrucción se pueden elaborar a pequeña escala en laboratorios reducidos o incluso en entornos domésticos.
El mayor reto para la OPAQ 2.0 no está en el marco jurídico de la Convención ni en las herramientas necesarias para adaptarse, sino en la voluntad política de utilizarlas
TUAN H. NGUYEN, Laboratorio Nacional Lawrence Livermore
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, que dirige el diplomático español Fernando Arias, trabaja de diversas formas para impedir que se produzcan cualquiera de todas esas posibilidades. “El tratado incluye varias disposiciones que pretenden ser una red de seguridad y verificación para hacer frente a las actividades no declaradas y clandestinas, y que pueden ayudar a prevenir el terrorismo químico”, apunta Nguyen.
Este experto en seguridad global considera que, en general, “el mayor reto para la OPAQ 2.0 no está en el marco jurídico de la Convención ni en las herramientas necesarias para adaptarse, sino en la voluntad política de utilizarlas”, y concluye: “El camino que tome esta organización determinará si la Convención sobre las Armas Químicas se siga celebrando como un modelo para su control y desarme negociado de forma multilateral, así como un pilar de nuestra estrategia para contrarrestar las amenazas, o bien si corre el riesgo de volverse menos eficaz en el futuro entorno de seguridad internacional”.
Referencias
- (1) Tuan H. Nguyen. “Countering the future chemical weapons threat”. Science, 2022