Las carreteras del futuro van cogiendo forma. La firma constructora holandesa VolkerWessels ha presentado el producto PlasticRoad (Carreteras de Plástico), con el que propone una combinación recicladora casi perfecta: reutilizar residuos y reducir las emisiones de dióxido de carbono aportando, además, ventajas a las vías de circulación.
El volumen de nuestros residuos de plástico aumenta cada vez más rápido y su mala gestión da como resultado que muchos de ellos se viertan sin control por doquier. Y lo que es peor, degradándose muy lentamente, lo que incrementa su impacto ambiental: sólo en 2010, entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica fueron a parar a los mares, lo que equivale a entre el 1,5% y el 4,5% del plástico producido mundialmente, según una investigación publicada en la revista Science a principios de año.
Aportando una posible solución al problema, la compañía holandesa se ha planteado construir carreteras con material obtenido de las botellas de plástico, una alternativa sostenible para las vías rodadas convencionales. Según sus impulsores, éstas son más ligeras –una característica que evitaría los peligrosos hundimientos del firme–, requieren de menos mantenimiento que las de asfalto, tienen una vida útil tres veces superior y soportan mayor rango de temperaturas (entre 40 y 80 grados centígrados).
Las nuevas vías son más ligeras y requieren menos mantenimiento que las de asfalto
Dichas carreteras estarían formadas por piezas prefabricadas desmontables –como grandes piezas de Lego–, fabricadas totalmente con material reciclado, que requieren de muy poco tiempo para encajarlas in situ –con lo que se reduciría así el tiempo que el tráfico tiene que permanecer cortado para llevar a cabo una obra vial–. Además, son más resistentes a la corrosión química y tienen en su interior un espacio hueco que permite la instalación de cableado y tuberías, y que también puede ser utilizado para canalizar el agua pluvial y ayudar a almacenarla.
Los elogios al proyecto no han cesado desde que éste se hiciera público a principios de mes y la ciudad holandesa de Rotterdam ya ha mostrado su interés. “Rotterdam es una ciudad abierta a experimentos e innovaciones”, proclama el vicealcalde de la urbe, Pex Langeberg. “Nuestro equipo de ingenieros municipales ha desarrollado un ‘laboratorio en la calle’, un área abierta al público, con tráfico normal, donde empresas como VolkerWessels pueden probar sus ideas, especialmente si se trata de nuevas tecnologías y materiales para un espacio público más sostenible. El objetivo es hacer la ciudad cada vez más verde, mejorar la calidad del aire y reducir los costes y el uso de la energía. Si los nuevos pavimentos o mobiliario urbano resultan ser un éxito, también se utilizarán a mayor escala en Rotterdam”, detalla Langeberg a EcoAvant.com.
Pero todavía es pronto para visualizar tal escenario, puesto que el proyecto por ahora es sólo una idea sobre el papel con algún que otro interrogante importante, como su coste. De momento, según asegura la compañía a este medio, están investigando la mejor manera de fabricar el material para realizar la primera prueba piloto y así comprobar que es seguro en condiciones resbaladizas y húmedas. Por su parte, las autoridades municipales esperan que la empresa ya pueda probar el pavimento de plástico en 2016. Si todo sale como está previsto, la primera carretera de plástico podría ser una realidad en tres años.
Reducir el impacto ambiental
PlasticRoad es una alternativa más verde al asfalto o betún, que, a pesar de encontrarse disponible en grandes depósitos naturales, como el Mar Muerto, entre Palestina, Jordania e Israel, se obtiene, por ser más barato, como subproducto en las refinerías petroleras.
La fabricación de la mezcla asfáltica utilizada en la construcción y en el mantenimiento de carreteras emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero: la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) calculó que las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la industria del transporte (construcción de las infraestructuras y tráfico) suponen el 25% de las emisiones globales.
En la búsqueda de un modelo más sostenible, con el que disminuyan las emisiones y se implemente una economía circular, en los últimos años se han planteado diversos diseños de las carreteras del futuro. En 2012, en Vancouver (Canadá), las botellas de plástico y bolsas se mezclaron con asfalto convencional para pavimentar las calles. Los neumáticos usados, pulverizados y convertidos en polvo de caucho, también se introducen en las mezclas bituminosas del asfalto para cubrir vías de circulación.
La industria del transporte supone el 25% de las emisiones de CO2 globales
En Australia, hace un par de años, se empezó a utilizar polvo de tóner de impresoras mezclado con aceite reciclado con el mismo fin. Cada tonelada del producto TonerPave –desarrollado por la compañía de infraestructuras Downer en colaboración con la de reciclaje Close the Loop– equivale a 600 kilogramos de betún y 400 kilogramos del resto de materiales de la mezcla. Desde que se inició el proyecto, en 2013, se ha conseguido reciclar más de 20.000 toneladas de residuos de cartuchos.
La pareja formada por Scott y Julie Brusaw, fundadores de la empresa Solar Roadways, ha ido un poco más allá en el diseño de las vías del futuro: han ideado carreteras inteligentes capaces de aprovechar la energía solar para producir energía para las poblaciones que atraviesen, cargar las baterías de los vehículos eléctricos que las transiten y evitar las peligrosas placas de hielo.
Para construirlas, han convertido los paneles solares en hexágonos que se pueden conectar para formar un tapiz. Tras el éxito de una campaña de micromecenazgo con la que recaudaron más de dos millones de dólares (unos 1,8 millones de euros) ya han empezado a materializar su proyecto. Una gran pequeña idea que puede contribuir a mejorar la salud del planeta.