El mercurio, una sustancia neurotóxica, circula globalmente y se almacena de manera significativa en los suelos a través de la deposición atmosférica y la descomposición de las plantas. A pesar de estar depositado, el mercurio puede removilizarse y liberarse a la atmósfera y al agua, mejorando su ciclo global.

Investigaciones recientes sugieren que el calentamiento climático puede amplificar la removilización del mercurio del suelo, facilitando su incorporación a las redes alimentarias que los humanos explotan.

El aumento del crecimiento de las plantas debido al cambio climático puede agregar aún más mercurio al suelo, cuya presencia sigue creciendo pese al convenio de reducción de emisiones de 2017.

 

Contaminante ambiental persistente

 

Es la conclusión de un nuevo estudio publicado en Environmental Science & Technology (1) sobre este contaminante ambiental persistente que se mueve a través del aire, el agua y el suelo, y se acumula en plantas y animales.

El suelo es el principal reservorio de mercurio, ya que almacena tres veces la cantidad que se encuentra en los océanos y 150 veces la cantidad que se encuentra en la atmósfera. Por lo general, el metal pesado se mueve naturalmente a través de estos reservorios, pero los humanos han alterado este ciclo.

El cambio climático provocado por los humanos aumenta los niveles de dióxido de carbono, lo que promueve el crecimiento de la vegetación y, muy probablemente, deposita más mercurio en el suelo cuando la vegetación se descompone

El cambio climático provocado por los humanos aumenta los niveles de dióxido de carbono, lo que promueve el crecimiento de la vegetación y, muy probablemente, deposita más mercurio en el suelo cuando la vegetación se descompone.

Los estudios anteriores sobre los niveles de mercurio en el suelo se han centrado principalmente en pequeñas escalas regionales. Pero Xuejun Wang, Maodian Liu y sus colegas de la Universidad de Pekín querían desarrollar un modelo mundial más preciso de los niveles de mercurio en el suelo que pudiera tener en cuenta los efectos de un clima en continuo calentamiento.

El equipo comenzó por recopilar casi 19.000 mediciones de mercurio en el suelo publicadas anteriormente, lo que produjo una de las bases de datos más grandes de su tipo. El conjunto de datos se introdujo en un algoritmo de aprendizaje automático para estimar la distribución global del mercurio tanto en la capa superficial como en el subsuelo. Descubrieron que la cantidad total de mercurio almacenado en las primeras 40 pulgadas (alrededor de 1 metro) de suelo es de aproximadamente 4,7 millones de toneladas. Este valor es el doble de lo que concluyeron algunas estimaciones anteriores, aunque algunos de esos estudios dieron cuenta de una profundidad menor del suelo.

La cantidad total de mercurio almacenado en las primeras 40 pulgadas (alrededor de 1 metro) de suelo es de aproximadamente 4,7 millones de toneladas

El modelo del equipo identificó los niveles más altos de mercurio en áreas con alta densidad de plantas, como las latitudes bajas de los trópicos, pero también en el permafrost y las áreas con alta densidad humana. Por el contrario, las tierras desnudas, como los matorrales o los pastizales, tenían niveles relativamente bajos de mercurio en el suelo.

Para entender cómo el calentamiento climático podría afectar los niveles de mercurio en el suelo, los investigadores combinaron su modelo inicial con conjuntos de datos de factores ambientales que representan escenarios climáticos futuros. Su modelo predice que a medida que las temperaturas aumenten en todo el mundo, también se promoverá el crecimiento de la vegetación, lo que a su vez podría aumentar los niveles de mercurio en el suelo. Este efecto simbiótico superaría los esfuerzos de reducción propuestos por los esquemas de control actuales a nivel mundial, como los del Convenio de Minamata.

Aunque se necesitan más investigaciones y observaciones, los investigadores dicen que este trabajo enfatiza la necesidad de un control más estricto, a largo plazo y simultáneo de las emisiones de mercurio y dióxido de carbono.

Referencias