Los arquitectos Karine Chartier y Thomas Corbasson se han inspirado en los andamios de bambú que se utilizan habitualmente en las edificaciones asiáticas para diseñar una torre de oficinas con forma de pirámide rectangular a la que podrían añadirse nuevas plantas a medida que aumente la demanda de espacio.
La obra se eleva con los deshechos de plástico, vidrio y papel de los inquilinos
La idea, que podría materializarse —inversores mediante— en el vibrante y artístico barrio de Shoreditch, al noreste de la capital británica, está animada por un doble objetivo: procurar una solución creativa para la gestión de residuos y conseguir, al mismo tiempo, una reducción considerable en los costes de construcción.
Si en la naturaleza los desechos que generan los organismos se descomponen en materia orgánica, que sirve para nutrir el suelo y las plantas, de donde proceden nuestros alimentos, del mismo modo, este prototipo de rascacielos crece y se eleva a partir de los residuos de plástico, vidrio y papel producidos por sus propios inquilinos.
Estos materiales serían recogidos, separados y reconvertidos en paneles comprimidos de gran resistencia y durabilidad. El proceso de transformación tendría lugar dentro del propio edificio, con lo cual, los costes de construcción se recortarían de forma drástica y se repartirían a lo largo del tiempo, haciendo más asequible y manejable el abultado desembolso económico inicial que, por lo general, se requiere para levantar un gran rascacielos.
“Actualmente, en Europa, muchos rascacielos se dejan sin terminar debido a la falta de capital. La inversión necesaria es tan elevada que es muy difícil encontrar el dinero. Con nuestra propuesta, los costos podrían rebajarse a la mitad o más”, indica Thomas Corbasson.
Andamiada de bambú
Según el arquitecto, la cantidad de plástico generada en el plazo de un año podría bastar para producir los paneles reciclados que se necesitan para terminar la fachada del edificio. Esta parte de la estructura estaría compuesta principalmente por paneles translúcidos, hechos de vidrio o plástico, que dejarían pasar la luz natural al interior, al mismo tiempo que brindarían protección frente a un exceso de radiación solar.
El rascacielos crecería “orgánicamente” e iría ganando altura en respuesta a la demanda de nuevas oficinas o viviendas. A medida que los espacios vacíos se fueran llenando, se podrían completar nuevos apartamentos gracias a la mayor cantidad de residuos reciclables generados por su uso.
Las plantas de procesado de los desechos estarían ubicadas en la parte superior del edificio, para facilitar la ampliación de la estructura hacia arriba. Los ascensores, moviéndose por el centro, transportarían los residuos desde los apartamentos hasta el centro de transformación y de ahí, al nuevo piso en construcción. En la base del rascacielos se ubicarían otros puntos de recolección de materiales, como vidrio, que requieren de procesamiento externo.
Los residuos se reconvierten en paneles comprimidos de gran resistencia
Para hacer posible que la torre esté en estado de autoconstrucción de forma semipermanente, bastaría, según la firma de arquitectos franceses, con incorporar un andamiaje hecho con bambúes, un elemento muy presente en la industria de la construcción asiática.
Las cañas, de diámetro y longitud uniforme, se usarían para crear el marco estructural del rascacielos, lo que eliminaría la necesidad de una grúa y aseguraría que el único proceso requerido en el proceso constructivo sea el de fijar los elementos prefabricados.
Una vez finalizada la obra, los andamios no tendrían por qué ser retirados, generando nuevos residuos, sino que quedarían en su lugar y se convertirían en parte del edificio.
La propuesta plantea, además, que los tubos huecos de los bambúes podrían alojar pequeñas turbinas que aprovecharían las fuertes ráfagas de viento que hay en las alturas para generar energía limpia para las viviendas del edificio.
Chartier-Corbasson propone levantar los pisos bajos del rascacielos usando materiales descartados de otras torres de apartamentos próximas al solar de la High Street de Shoreditch, donde sugieren su ubicación, muy cerca de la City londinense.
Aunque la mayor parte de la base del edificio estaría ocupada por oficinas, también habría espacio para instalaciones comunitarias y servicios como restaurantes, bares, salas de conferencias, un gimnasio e incluso una plataforma de observación.