Un análisis realizado por la investigadora de la Universitat Jaume I, Juana María Delgado-Saborit, junto a diversos expertos de la Universidad de Exeter, la University College London, la Universidad de Bristol y Public Health England concluye que la exposición prolongada a la contaminación del aire puede contribuir al deterioro cognitivo y la incidencia de la demencia en las personas mayores, así como a la reducción de la conciencia espacial.
El estudio, titulado A critical review of the epidemiological evidence of effects of air pollution on dementia, cognitive function and cognitive decline in adult population, se ha publicado en acceso abierto en la revista Science of the Total Environment y supone una revisión actualizada de la literatura científica sobre la relación entre la exposición a la contaminación atmosférica y el rendimiento cognitivo, la aceleración del declive cognitivo, el riesgo de desarrollar demencia, cambios en la morfología cerebral y neuroinflamación.
Concretamente, se han evaluado 69 estudios epidemiológicos publicados entre 2006 y 2019, según ha informado la UJI en un comunicado.
"La evidencia científica sugiere que la exposición prolongada a la contaminación del aire puede contribuir al deterioro cognitivo y la demencia en las personas mayores y también es probable que reduzca su conciencia espacial, es decir, la capacidad de comprender el movimiento de los objetos que nos rodean", según ha explicado la investigadora del grupo de Epidemiología Perinatal, Salud Ambiental e Investigación Clínica de la UJI.
Sin embargo, ha asegurado que no encuentran evidencia científica clara de que la contaminación del aire afecte negativamente a otras funciones cerebrales, como la memoria, la capacidad de atención o las habilidades del lenguaje.
Exposición crónica a la contaminación atmosférica
En los estudios analizados se utilizaron varios métodos para estimar la exposición crónica a la contaminación atmosférica, como modelos de proximidad -por ejemplo, la distancia a la carretera más cercana-, las concentraciones de contaminación tomadas en el lugar de monitorización más cercano o modelos geoestadísticos, entre otros. Los resultados del rendimiento cognitivo se evaluaron utilizando diferentes pruebas neuropsicológicas mientras que para el diagnóstico de la demencia se utilizaron bases de datos de salud o registros médicos.
Aunque las pruebas examinadas indican una asociación clara entre la exposición crónica a la contaminación atmosférica y la reducción de la cognición global, el desempeño en las habilidades visuoespaciales y el riesgo de desarrollo de la demencia, los estudios no son concluyentes en cuanto a qué contaminante está más estrechamente asociado con estos efectos adversos sobre la cognición, debido a la diversidad en el diseño de los estudios y los contaminantes analizados.
En este sentido, Delgado-Saborit señala que es necesario estudiar en mayor profundidad si esta exposición asociada al declive cognitivo y la demencia se debe a un componente específico de la contaminación atmosférica o a una mezcla de componentes de la contaminación urbana y si también juegan un papel determinante otros factores relacionados con el urbanismo como el ruido, el estrés, la exposición a la luz artificial por la noche, el acceso deficiente a los espacios verdes, el sedentarismo o la dieta desequilibrada.
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