La ciudad con el aire más contaminado del mundo no lo es a causa del tráfico (aunque también ayuda), ni de las actividades industriales en sus alrededores. Zabol, en el sureste de Irán, sufre una permanente invasión de polvo en suspensión que provoca graves problemas de salud e incontables incomodidades a la población. Durante cuatro meses al año, sus 140.000 habitantes deben resistir estoicamente grandes tormentas de polvo y arena.
Pero las mismas se deben en gran medida a la intervención humana: la sequía, agravada por el cambio climático, y los usos agrícolas han deforestado la zona y desecado en su práctica totalidad el cercano lago Hamun, una zona húmeda que se extendía sobre unos 1.600 kilómetros cuadrados. También ha contribuido al desastre el que el vecino Afganistán impida la llegada de un caudal suficiente del río Helmand, que alimentaba el humedal. Y el viento, que alcanza en esta región fronteriza rachas de 130 kilómetros por hora, se va llevando día a día su polvoriento lecho.
El viento arrastra el lecho del hoy seco lago Hamún, que tenía 1.600 kilómetros cuadrados
Zabol tiene el triste privilegio de encabezar la lista en la última actualización de la Base de datos global sobre la polución del aire en ambientes urbanos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde aparecen los datos de 3.000 urbes de 103 países. Le siguen Gwalior (1,2 millones de habitantes) y Allahabad (cerca del millón), ambas en India -de hecho, la mitad de las veinte ciudades más contaminadas se hallan en este país-. Y la capital india, Delhi (10 millones de habitantes, pero más de 20 en su área metropolitana), era la anterior número uno de este lamentable ranking, según la actualización de hace dos años, basada en datos de 2010.
Riyadh y Al Jubail, las dos en Arabia Saudí, ocupan en cuarto y el quinto lugar en la lista de urbes con mayor concentración de partículas en suspensión de 2,5 micras de diámetro en el aire que respiran sus habitantes. Zabol registró 217 partículas de estas dimensiones por metro cuadrado, Gwalior 176 y Allahabad 170. Curiosa y significativamente, 19 de las 20 primeras de esta clasificación son ciudades asiáticas: indias (10), chinas (4), árabes (3), una pakistaní y una iraniana. La única de otro continente es la africana Bamenda, en Camerún.
Competidora africana
Pero otra ciudad africana tiene el dudoso honor de ser la peor del mundo si se mide la presencia de partículas de hasta 10 micras. Se trata de Onitsha, en el sur de Nigeria, una localidad de 350.000 habitantes situada a orillas del río Níger. Sus niveles de polución son treinta veces superiores a los de Londres o Madrid -que a causa de la misma esta semana ha tenido que prohibir el acceso al centro de la mitad del parque automovilístico- y casi el doble que los de megacapitales tan gravemente afectadas por este problema como Pekín o Teherán.
La causan la quema de combustibles diésel de mala calidad en la circulación rodada y la fluvial, de residuos en sus inmensos vertederos y las emisiones de sus talleres metalúrgicos. Además, las aguas de la ciudad registran altísimos niveles de arsénico, mercurio, plomo, cobre y hierro. La siguen en la lista Peshawar (Pakistán) y la ya mencionada Zabol. Entre las cincuenta primeras en esta categoría, mayoría abrumadora de urbes asiáticas, con unas cuantas africanas compitiendo con ellas. No aparece ninguna de otros continentes. Sin embargo, desde la OMS se advierte de que los datos de Onitsha podrían no ser totalmente fiables porque proceden de una sola estación de monitoreo.
Entre las 20 urbes más polucionadas hay mayoría de asiáticas, y la mitad son indias
Las partículas de 10 micras (PM10) son mayoritariamente granos de polvo levantados por los coches o el viento, hollín de las chimeneas y restos de la combustión de carbón, petróleo o madera. Las de 2,5 (PM 2,5), más peligrosas porque penetran más profundamente en los pulmones y pueden llegar a la sangre, son habitualmente producto de la quema de combustibles fósiles. Son las que se consideran la mejor medida para evaluar los riesgos de la contaminación de una ciudad sobre la salud de su población. Los países más ricos suelen tener mayores niveles de PM 2,5 y los menos desarrollados, mayor presencia de PM 10. Pero ambas son letales.
En Zabol, la población se ve aquejada por numerosos casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, alergias, infecciones por hongos y problemas oculares. Cada año se diagnostican más de 500 casos de tuberculosis, también relacionados con la presencia del polvo. "Cuando hay tormenta de arena, da igual estar fuera o dentro de casa. Fuera, el ambiente es irrespirable, pero el polvo penetra en las casas por la menor rendija y nos despertamos cubiertos por el mismo", señala una residente. Los aparatos de aire acondicionado son una de las principales vías de entrada del mismo, aunque las elevadas temperaturas que se alcanzan en verano, cuando se superan con facilidad los 40 grados centígrados, serían insoportables sin ellos con las puertas y ventanas cerradas a cal y canto. Las tormentas de polvo son continuas entre la primavera y el otoño, unos 120 días al año. Y lo seguirán siendo mientras el Hamun no vuelva a estar cubierto por una lámina de agua.
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