En la provincia de Zamora, al noroeste de España, viven 177.400 personas y 424.000 cerdos. En el pequeño pueblo de Noviercas (Soria), de 155 habitantes, una enorme granja en proyecto criará 23.500 vacas. Son ejemplos de como enormes explotaciones agroganaderas están invadiendo extensas zonas rurales poco pobladas de comunidades como Castilla y León, Andalucía y, muy especialmente, Castilla-La Mancha. Se trata de macrogranjas con un gran impacto sobre el despoblamiento rural y el medio ambiente.
“La proliferación de macrogranjas supone un problema para el campo y provoca la disminución del empleo en el sector ganadero porque son plantas concentradas y altamente mecanizadas donde con poca gente se puede hacer una producción masiva”, denuncia Florent Marcellesi, diputado de Equo en Bruselas. “Están buscando ahora mismo las zonas más despobladas, con la menor movilización social posible, con la pirámide de edad muy alta y donde la legislación sea lo más permisiva posible”, detalla el parlamentario europeo.
Su creación destruye el empleo rural: un solo empleado puede criar 5.500 cerdos
Mientras en los últimos años han desaparecido en España cerca de 6.000 pequeñas explotaciones ganaderas extensivas, de las que vivían un número similar de personas, en algunas de estas macrogranjas de cría intensiva, la mayoría de ellas porcino, un solo trabajador puede hacer posible una producción de hasta 5.500 cerdos al año.
Además de perjudicar el empleo en las zonas donde se instalan, estas instalaciones, que en muchos casos tienen como finalidad atender la creciente y gigantesca demanda de carne del mercado chino, favorecen de otras maneras el despoblamiento rural: generando enormes cantidades de residuos con su inevitable efecto secundario de malos olores y contaminación de las aguas.
“El boom proviene principalmente del fuerte aumento de la exportación hacia países como China, donde las nuevas clases medias han incrementado de forma exponencial el consumo de carne”, diagnostica Marcellesi. “Es un buen momento para invertir porque está creciendo la exportación. El consumo interno está estancado pero está creciendo la demanda exterior”, corrobora Tomás Recio, director de la Asociación Regional de Ganaderos de Porcino de Castilla-La Mancha.
Estas comunidades autónomas tratan de atraer esta clase de iniciativas. La más activa, Castilla-La Mancha, aprobó en junio de 2016 una serie de ayudas para las grandes explotaciones ganaderas y el sector porcino fue declarado como estratégico para la región. Hasta ese momento se presentaban a la administración una media de cuatro proyectos al año. Desde entonces se han recibido casi un centenar.
Metano y amoníaco
Precisamente cuando se ha demostrado el enorme impacto del consumo de carne tanto para la salud humana como para el cambio climático, además de la contaminación ambiental que genera, proliferan en nuestro país estas verdaderas factorías de producción cárnica, con su tremendo consumo de recursos naturales y colosal generación de residuos: hay que recordar que cada uno de esos cientos de miles de cerdos que matamos y nos comemos consume en sus pocos meses de vida más de 5.000 litros de agua, genera 2.150 litros de purines, un kilo de amoníaco y casi 2 kilos de metano, un gas con mucho mayor efecto invernadero que el CO2.
Las macrogranjas son así un inmejorable ejemplo de insostenibilidad: precisan de enormes cantidades de agua que agotan los acuíferos de zonas ya de por sí secas y amenazadas de empeorar por el calentamiento global; generan inmensas cantidades de purines, que contaminan las aguas con nitratos y nitritos, causan muy malos olores y atraen a numerosos insectos; utilizan abundantes antibióticos que acaban igualmente en las aguas residuales contaminando los recursos hídricos y emiten a la atmósfera los citados metano y amoníaco a gran escala.
Cada animal consume 5.000 litros de agua y genera 2.150 de apestosos purines
Además, las zonas rurales donde su ubican, algunas de ellas próximas o incluso situadas dentro de espacios de la Red Natura 2000, sufren los efectos de la construcción de grandes naves y el tránsito de camiones de gran tonelaje y, desde el punto de vista de la ética y el bienestar animal, cabe no olvidar las horrendas condiciones de vida que esperan a los hacinados animales que se crían en ellas.
En algunas comarcas, una creciente protesta social ha impedido el desarrollo de algunos proyectos. La movilización popular a pie de calle se ha visto apoyada por miles de firmas recogidas en papel o a través de campañas en internet. En la provincia de Guadalajara, las poblaciones locales lograron frenar las macrogranjas porcinas de Riofrío del Llano, Brihuega y Cincovillas, aunque no muy lejos ya están en marcha las de Alcoroches, Pobo de Dueñas, Setiles, Poveda de la Sierra y Tordesilos y hay en proyecto otras tres en Luzón, Traíd y Castellar de la Muela.
Para poner en común la lucha de numerosos grupos dispersos ha nacido la Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial, que reúne a movimientos vecinales de Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Murcia y Comunidad Valenciana.
Cabe recordar que España es el tercer exportador de carne de cerdo del mundo, solo detrás de los mucho más extensos y poblados Estados Unidos y China, según señala el informe Spain, towards a pig factory farm nation? (España, hacia un país granja factoría de cerdos?) de la organización Food & Water Europe. El 37% de los animales criados para el consumo humano en España son cerdos y el sector supone el 14% de la producción agraria. Con 30,1 millones de animales, la cabaña porcina hispana es la mayor de Europa, según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística.
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