El Ayuntamiento de Valencia ha extraído en los dos últimos años 5.000 toneladas de residuos, principalmente toallitas higiénicas, del Colector Norte de la ciudad durante las tareas de limpieza y desobstrucción de este canal de salida de aguas y residuales y pluviales, unos trabajos en los que en este tiempo el consistorio ha invertido ocho millones de euros.
Así lo ha revelado esta semana el concejal responsable del Ciclo Integral del Agua y presidente de la Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos (Emshi), Vicent Sarrià, en declaraciones a los medios de comunicación durante su participación en el
XXXV congreso de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento, donde estimó que "cuando se complete este proceso" serán "más de diez" los millones.
Sarrià destacó que se trata de "un coste económico considerable" que equivale a lo que "se gasta la ciudad ordinariamente en el mantenimiento de la red de alcantarillado y saneamiento". El responsable municipal destacó que "la primera causa" de esa obstrucción se debe al hábito de tirar al inodoro las toallitas higiénicas, así como otros productos como los bastoncillos de los oídos o los preservativos, ha apuntado.
Preservativos y bastoncillos contribuyen también al colapso de la red
"No es problema solo de las toallitas higiénicas, también de los bastoncillos de los oídos, de los preservativos y de toda una serie de productos que estoy convencido que, sin mala fe, muchas veces se tiran al inodoro sin saber que eso tiene un efecto catastrófico sobre el sistema de saneamiento", dijo sobre "un nuevo hábito higiénico que ha llegado para quedarse. Hay que ir dando soluciones de futuro", opinó.
Para Sarrià, para hacer frente a este fenómeno se debe, por un lado, trabajar en "concienciación" e "información ciudadana", con el fin de que los ciudadanos sean "conscientes de que el inodoro no es una papelera". En este sentido, defendió las campañas que desarrolla con este fin el ayuntamiento de Valencia, principalmente, dirigidas "a los más pequeños y jóvenes" por ser "el público más sensible".
Por otro lado, el concejal considera que se tiene que "conseguir que los fabricantes vayan desarrollando productos menos nocivos para la red" de saneamiento, "que tengan un impacto menos negativo", desde "un punto de vista nacional".
Sancionable, pero de difícil aplicación
Preguntado por si sería posible sancionar a quienes desechan las toallitas y otros productos por el inodoro, Sarrià respondió que "en la ordenanza está" y que esa práctica "es sancionable" pero de "difícil aplicación" porque "no se puede entrar en cada domicilio".
"El Ayuntamiento por sí solo no puede acometer unas inversiones que estimamos en más de 160 millones de euros. Por eso, abrimos la vía para, a través del Banco Europeo de Inversiones, obtener una nanciación de alrededor del 50 por ciento", ha opina Sarrià, que ha estimado que esta financiación "en quince años permitiría acometer una renovación integral en la red de saneamiento" que redujera el impacto de estos vertidos.
Otros ejemplos similares y recientes son los de Málaga, donde se han invertido más de medio millón de euros para reducir el impacto de las toallitas; Galicia, donde varias localidades ya tienen que hacer limpiezas diarias o el de Palma de Mallorca, donde solo en 2017 tuvo que destinar 400.000 euros para retirar más de 1.000 toneladas de toallitas.
Algunas comunidades de vecinos llenan 20 bolsas de basura al limpiar las cañerías
La Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), en la que se engloban los principales fabricantes de toallitas y papel higiénico húmedo, presentó hace una semana, con motivo del Día Mundial del Agua, un conjunto de medidas que obligan a los productores a mejorar la evaluación técnica de los productosy a armonizar la información al consumidor según la Norma UNE sobre productos desechables por el inodoro con el fin de fomentar su eliminación de manera responsable con el medio ambiente.
La directora general de Stanpa, Val Díez, afirma que el objetivo es reforzar el compromiso del sector con el medio ambiente, haciendo obligatoria una norma que ofrece una información clara al consumidor sobre cómo desechar correctamente los productos, según ha informado la asociación en un comunicado.
Díez recuerda que las toallitas deben tirarse a la papelera y que solamente el papel higiénico húmedo, que tendrá que pasar hasta cinco pruebas para asegurar su degradabilidad, podrá desecharse por el inodoro, aunque sería preferible no hacerlo tampoco, una distinción que se indicará en el etiquetado de todos los productos con dos tipos de logos, para que acrediten que cumplen con los criterios en materia de composición, sedimentación, dispersión, desintegración y biodegradación.
Las toallitas húmedas y sus estragos en el alcantarillado y las depuradoras son un problema que en 2014 costó 1.000 millones de euros a los europeos, según EurEau, organización que agrupa a las principales asociaciones profesionales del
Después de tirar una toallita al retrete, ésta recorre las bajantes (los conductos por los que discurre el agua) y las arquetas (depósitos que sirven para conectar tuberías), los "puntos conflictivos" donde estos "monstruos" se acumulan hasta atascar las tuberías, señala la Organización de Consumidores y Usuarios. En una intervención para limpiar estos conductos en solo una comunidad de vecinos pueden llenarse de toallitas hasta 20 bolsas de basura.
Las toallitas que no quedan atascadas siguen su camino hasta las estaciones de bombeo de aguas residuales (que impulsan el agua hasta las depuradoras) y muchas de ellas se quedan adheridas a las bombas obstaculizando el paso al resto de residuos y obligando a hacer intervenciones de limpieza de forma periódica.
El quebradero de cabeza para las empresas de gestión del agua con las toallitas no termina aquí, ya que muchas llegan hasta las depuradoras, donde existen unos filtros en los que también se quedan atascadas impidiendo el paso del agua y causando en ocasiones que se paralicen las instalaciones o incluso que se desborden y llegue al cauce de los ríos el agua residual sin tratar, con el consiguiente daño medioambiental.
Si las toallitas consiguen llegar al entorno natural por no haberse eliminado antes de llegar a la depuradora, pueden tardar hasta 600 años en desaparecer. Además, están compuestas por microplásticos, un material que se ha convertido en uno de los principales enemigos del medio natural, más en concreto de los mares y océanos donde pasan a ser consumidos por animales marinos y terminan entrando en la cadena alimenticia.