En verano se ven por todas partes, más que nunca. Y el acto de sorber un refresco o un cóctel a través de una pajita de plástico puede parecer trivial. Pero no lo es en absoluto. Estos tubitos son uno de los residuos plásticos más abundantes del mundo. Sólo en Estados Unidos se consumen –una cada vez– 500 millones de unidades diarias, que pesan 1,4 millones de kilos. Puestas en fila darían dos veces y media la vuelta a un planeta que están ayudando a destruir. Y podrían llenarse con ellas 127 autobuses diarios.
Según datos de la misma cadena de comida rápida, en los McDonald's de todo el planeta se usan y tiran al día 60 millones, entre otros muchos envases y adminículos innecesarios que hacen de un almuerzo en estas populares hamburgueserías todo un atentado al medio ambiente. Nadie conoce los datos totales de uso de pajitas a nivel mundial, aunque con seguridad se contarán en millones de millones de cañitas de plástico cada año.
En los McDonald's de todo el mundo se usan y tiran cada día 60 millones
Estos utensilios totalmente prescindibles –salvo para algunas personas con dificultades para alimentarse o tragar– elaborados principalmente con polipropileno y polietileno, que prestan servicio durante apenas unos minutos pero pueden tardar 200 años en degradarse en los aún más dañinos microplásticos, conforman una buena parte de los ocho millones de toneladas de este material que acaban cada año en los mares.
Según estimaciones de Ocean Conservancy, las pajitas de beber suponen el 4% de todo el plástico que se encuentra flotando, entero o disgregado en micropartículas, sumergido entre dos aguas o depositado en el fondo de los océanos, aunque también con gran frecuencia en los sistemas respiratorios y digestivos de los animales que los habitan. Se cree que el 90% de las ballenas, delfines y tortugas marinas han ingerido o tenido un desagradable contacto con alguna. Las tristes imágenes del rescate de una tortuga con una pajita clavada en sus orificios nasales en Costa Rica lo atestiguan.
Un estudio de esta misma organización sobre los materiales de desecho recogidos en las playas situó estos tubitos en el cuarto lugar entre los residuos más habituales devueltos por las olas, tras las colillas, los envoltorios de comidas preparadas y los tapones de botellas.
De bambú, acero o cristal
Para tratar de reducir su uso la Plastic Pollution Coalition estadounidense, que lucha contra el alud de plásticos de un solo uso de la sociedad de consumo, ha puesto en marcha la campaña La última pajita de plástico, cuyo objetivo es más que concienciar a los consumidores convencer a las empresas, restaurantes, cafeterías, cines, de que dejen de ofrecerlas, o las sustituyan por alternativas más sostenibles, preferiblemente compostables –se pueden hacer de materiales orgánicos como el bambú o el papel, de cristal, de acero inoxidable–, o, cuando menos, que solamente se las dispensen a los usuarios que las reclamen explícitamente.
La ciudad de Seattle, en el extremo noroeste de Estados Unidos, se ha puesto a la cabeza de la lucha contra este problema y prohibirá a partir del 1 de julio del año próximo el uso en los restaurantes tanto de pajitas para bebidas como de otros utensilios de plástico de un solo uso como cubiertos o platos. Y tampoco se podrán usar los envases de poliestireno y otros materiales no reciclables ni compostables en la comida para llevar. También están prohibidas desde 2010 las bolsas de plástico en los comercios, lo que hizo caer el volumen de estos residuos de 273 toneladas en 2008 a 59 en 2012.
De hecho, la normativa que elimina las pajitas de los vasos en Seattle ya estaba aprobada desde aquel mismo 2010, pero hasta ahora el Gobierno de la ciudad no se había atrevido a ponerla en vigor. "Al principio no había muchas opciones alternativas de compostaje y algunas no funcionaron bien, pero ahora todo ha cambiado", se disculpa Sego Jackson, asesor estratégico de Prevención de Residuos de la administración local.
Diversas campañas piden a los restaurantes que sólo se las pongan a quien se las pida
Gran parte del mérito es de los ecologistas locales. Más de medio millar de establecimientos ya se habían comprometido voluntariamente a dejar de distribuir pajitas este setiembre gracias a la campaña Strawless in Seattle (Sin pajitas en Seattle) impulsada por la organización ambientalista Lonely Whale Foundation, con el actor Adrian Grenier como cara más visible. Los estadios de los equipos locales Seattle Seahawks (fútbol americano) y Seattle Mariners (béisbol), el acuario, el aeropuerto y el puerto de la ciudad también se sumaron a la misma y sus restaurantes las vetarán ya este otoño. Si se vive en otras partes del país o del mundo, los organizadores animan a sumarse individualmente a la campaña StopSucking (Basta de sorber).
Las iniciativas contra los tubitos para sorber bebidas florecen por todo el país, y por otros puntos del mundo. Berkeley, en California, se plantea seguir los pasos de Seattle. La iniciativa There is no away ha lanzado la campaña Straws upon request (Pajitas bajo demanda) en la que anima a estudiantes de secundaria estadounidenses a ir a bares y restaurantes para solicitar que sólo se las pongan en las bebidas a los clientes que lo soliciten. También en Estados Unidos, Milo Cress, un niño de 9 años, puso en marcha en 2011 la iniciativa Be straw free, creando todo un movimiento nacional contra el uso indiscriminado de las pajitas. En Australia, Plastic Free July también anima a bares y restaurantes a quitar las pajitas de la barra y darlas sólo a aquellos clientes las exijan. En el Reino Unido, StrawWars ha elaborado un directorio de bares y restaurantes donde no las usan. En Colombia empezó recientemente la campaña Mejor sin pitillo (que es como llaman allí a estos utensilios). Allí calculan que algunos restaurantes usaban 45.000 al año. En España, Vivir sin plástico ha diseñado la versión española de la iniciativa colombiana. Pero hacen falta más.