El año 2021 iba a marcar el final de las bolsas de plástico y de otros plásticos de un solo uso como pajitas y cubiertos. A pocos meses de iniciar la puesta en marcha de estas medidas, este material, aparentemente en horas bajas, rebrota como la pandemia que lo sustenta en forma de mascarillas, guantes y máscaras protectoras, entre otros equipos de protección individual, los llamados EPI.
Para evitar el riesgo de infección frente al coronavirus, nos acompañan millones de productos de plástico, la mayoría desechables. En abril se recibían en España cuatro millones de mascarillas a la semana, según expuso el Ministro de Sanidad, Salvador Illa. Ahora se importan cinco veces más.
Hasta el 22 de mayo se han distribuido a comunidades autónomas y otros organismos más de 113 millones de mascarillas, más de 36 millones de guantes de nitrilo, más de 210.000 gafas de protección, más de 353.000 batas, 4,7 millones de test rápidos, más de 852.000 kits PCR y más de 880.000 de calzas o delantales, entre otros. Desde el 10 de marzo, en total el material sanitario supera ya los 159 millones de unidades.
La confección de mascarillas higiénicas de uno o varios usos ha empezado a ser ahora nacional, a cargo de una empresa española cuyo objetivo es la producción de diez millones de mascarillas mensuales.
A escala internacional, y según datos recogidos por los servicios aduaneros chinos, en el mes de marzo China vendió cerca de 3.860 millones de mascarillas a los países afectados por la pandemia, además de 37,5 millones de trajes de protección, 16.000 respiradores y 2,84 millones de kits de detección de la COVID-19.
En la actualidad, todos estos productos de plástico, la mayoría de usar y tirar y de complicado reciclaje –ya que se trata de artículos sanitarios– se fabrican por millones. En busca de un material para frenar los contagios en la pandemia de COVID-19, el plástico ha sido el mejor candidato.
“Es liviano, económico, duradero y versátil. Es raro encontrar todas esas características en un solo material. Pero todo eso conlleva un coste ambiental que, hasta hace poco, no se había incluido en la ecuación. Eso está empezando a cambiar”, indica a SINC Nicholas Mallos, director senior del programa Océanos Libres de Basura de la asociación Ocean Conservancy.
Además, no solo es ligero, ideal como material de protección personal, “su gran éxito radica también en su bajo coste económico”, recalca a SINC Ethel Eljarrat, investigadora en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del CSIC en Barcelona. Los precios bajos del petróleo debido a la pandemia podrían permitir fabricar mucho plástico aún más barato.
Medidas antiplástico
Además de los EPI, durante el confinamiento ha aumentado el empleo de otros productos como los envases alimentarios y bolsas de plástico, artículos incluidos en algunas medidas, como el Real Decreto 293/2018, para reducir su uso.
“No es sorprendente que el consumo de plásticos de un solo uso haya aumentado drásticamente desde el comienzo de la pandemia: mientras que las personas soportan el confinamiento, la comida para llevar y la entrega a domicilio se han disparado”, señala Mallos.
Desde 2018, la directiva europea ha disminuido progresivamente el uso de las bolsas de plástico, que ya no eran proporcionadas gratuitamente en los comercios. A partir de enero de 2021 se iba a prohibir la entrega gratuita o no a los consumidores.
Eljarrat considera que lograr ahora esta medida será complicado debido a la situación. “La pandemia ha cambiado completamente nuestros hábitos de uso de plástico”, añade la experta. Este material de usar y tirar se ha convertido en el preferido por la sociedad ante el miedo al contagio y habrá que esperar a que se resuelva la pandemia para volver a concienciar sobre la problemática de los residuos.
Al decreto sobre las bolsas de plástico se sumaba la prohibición, gracias a la Directiva (UE) 2019/904 en la Unión Europea de ciertos artículos de un solo uso como bastoncillos de algodón, cubiertos, platos, palitos de globos y pajitas a partir de julio de 2021, y que será traspuesta al ordenamiento español a través del Anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados.
“La irrupción de la pandemia no debería afectar a esta medida y los estados miembros deberían afrontar estos objetivos evitando retrasarlos con la excusa de la COVID-19”, declara a SINC Eljarrat.
En este sentido, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) ha presentado esta semana unas orientaciones para la prevención y gestión de los residuos durante este periodo. Todas ellas van encaminadas a apoyar la economía circular y el cumplimiento de las directivas europeas.
Desde el Ministerio, además de la protección de los trabajadores, se recomienda, entre otras medidas, fomentar el uso y fabricación de mascarillas higiénicas reutilizables; reducir la utilización de guantes de un solo uso y ser rigurosos con las medidas de higiene; ofrecer soluciones alcohólicas o geles de desinfección para los clientes a la entrada y salida de los establecimientos; evitar en la hostelería el uso de vajillas desechables; disponer de un contenedor de envases independiente; y fomentar el empleo de las bolsas reutilizables –que deberán ser desinfectadas– ante las de un solo uso.
Pero “para que esto sea efectivo, el Ministerio debería lanzar mensajes más claros y concretos a toda la sociedad”, asegura Eljarrat. Según la experta, sería conveniente clarificar qué mascarillas son reutilizables, dejar claro que los guantes no aportan un beneficio extra o indicar cómo se deben lavar y desinfectar las bolsas reutilizables.
Una desescalada “plastificada”
Estas recomendaciones surgen a raíz del aumento del uso de plásticos de un solo uso durante la desescalada por razones de higiene. En el sector hotelero, por ejemplo, se ha anunciado la instalación de mamparas de metacrilato en las recepciones, la entrega de un kit de prevención (mascarillas y guantes de protección de uso obligatorio) o la sustitución de los buffets en los restaurantes por paquetes monodosis para cada cliente.
Además, se va a incrementar el uso de bolsas de plástico entre el personal de hoteles y restaurantes para almacenar la ropa de calle que ha estado en contacto con el exterior. Los empleados solo podrán llevar uniforme y el calzado en su lugar de trabajo, según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, por lo que cada día deberán usar una bolsa de plástico, que antes de la pandemia, no era necesaria.
El plástico estará más presente que nunca también en las cartas y menús de los bares. Cuando estas no puedan ser “cantadas”, digitalizadas (QR) o apuntadas en carteles o pizarras, tanto hoteles como restaurantes deberán presentar a sus clientes cartas desechables u optar por un documento plastificado que se desinfecte después de cada uso. También se priorizarán las monodosis desechables en los productos de autoservicio como vinagreras o aceiteras.
Lo que preocupa a los expertos es que los desechos plásticos relacionados con alimentos y bebidas constituyen la mayoría de la basura que se acumula cada año en las playas y a lo largo de las vías fluviales.
“De hecho, en 2018, todos menos dos de los 10 artículos principales registrados por voluntarios estaban relacionados con alimentos o bebidas, como botellas, tapas de botellas, pajitas y cubiertos”, recalca Mallos, sobre las campañas de recogida de Ocean Conservancy. Ese año, la asociación recogió unos 400.000 artículos como tampones, condones, pañales y jeringas en solo un día.
El medio ambiente se ahoga en plásticos
Como ocurre con las botellas y otros productos, muchos de los equipo de protección utilizados durante la pandemia acabarán en el medio ambiente. “Lamentablemente, ya se han empezado a ver mascarillas flotando en las playas del archipiélago de Soko, situado entre Hong Kong y Lantau, lo que nos indica ya una mala gestión de este nuevo residuo”, apunta la investigadora del CSIC.
Hasta ahora, cada año llegaban a mares y océanos cerca de 12 millones de toneladas de residuos plásticos, el equivalente a 1.200 veces la Tour Eiffel, según Greenpeace. “Si durante los últimos años se ha observado el impacto ambiental de estos desechos tanto en el medio acuático como en el terrestre, es evidente que el incremento en la producción de material plástico a raíz de la COVID-19 traerá consecuencias negativas para el medio ambiente”, afirma Eljarrat.
La enorme cantidad de máscaras, guantes y otros artículos de EPI, que hoy ya están poblando calles y aceras de todo el mundo, terminen llegando al océano. “Y si actúan como otro tipo de desechos, las tortugas marinas, las aves marinas y otros animales oceánicos podrían ingerirlos o enredarse en ellos”, señala Mallos.
En un estudio, publicado en la revista Marine Policy, se estimó que los artículos relacionados con la pesca, los globos y las bolsas de plástico eran los elementos más peligrosos para que estas especies queden enredadas. A ellos se añadía el riesgo de asfixia con bolsas y otros utensilios de plástico que eran ingeridos por los animales.
Pero los mares no serán los únicos ecosistemas afectados, los terrestres también se verán perjudicados no solo por la longevidad de este material –que puede permanecer cientos de años en el entorno–, sino también por su composición. Los polímeros, así como la gran cantidad de aditivos químicos, muestran efectos nocivos, incluso para la salud humana.
Sin embargo, el material ha encontrado en la pandemia un aliado para justificar su presencia. De hecho, los ecologistas temen que la industria del plástico haya explotado la emergencia sanitaria para sostener que el plástico de un solo uso es necesario para asegurar la vida de las personas seguras. Ante su uso masivo actual, solo queda la gestión eficiente de estos residuos y un correcto reciclaje, además de fomentar materiales biodegradables.
Alternativas biodegradables
Las medidas como las de la reducción de plásticos de un solo uso fueron aprobadas pensando en alternativas fácilmente disponibles y asequibles. “Otra solución para la problemática del plástico se halla en el desarrollo de materiales alternativos a los plásticos más biodegradables y más reciclables, así como el avance en el diseño de nuevos aditivos químicos que sean menos contaminantes”, señala a SINC Eljarrat.
En España, un grupo de científicos del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA) del CSIC, liderado por José María Lagarón, ya ha empezado a desarrollar materiales de filtración biodegradables y viricidas para introducirlos en las mascarillas.
Además de ofrecer mayor protección en estos dispositivos frente al SARS-CoV-2, el objetivo es evitar que los residuos generados por las mascarillas se conviertan en un problema medioambiental. Los filtros fungibles obtenidos se podrán intercambiar cada día para no tener que desechar el producto en su totalidad.
“Si a día de hoy dispusiéramos de estas soluciones, el actual incremento del uso de material plástico no estaría afectando tan negativamente al medio ambiente”, concluye Eljarrat. Tras la pandemia, cuando la seguridad sanitaria esté asegurada, habrá que inculcar de nuevo a la sociedad la importancia de la importancia del desarrollo de la economía circular.
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