El Ayuntamiento de Madrid ha comunicado hace unos días que pretende iluminar ornamentalmente un tramo renaturalizado del Manzanares a su paso por Madrid Río.
La alteración de los niveles naturales de luz por la introducción de luz artificial es conocida como contaminación lumínica. Esta forma de contaminación tiene múltiples impactos ambientales, ecológicos, sociales, económicos y de salud humana. Además, es una de las múltiples amenazas que provocan el cambio global que está sufriendo nuestro planeta. Entre ellas, es la amenaza que más rápido ha crecido, lo que la hace más virulenta y dificulta la adaptación de las especies.
A continuación, trataré de explicar por qué no es buena idea iluminar (más) el Manzanares aportando evidencias científicas.
La iluminación es incompatible con un paisaje natural
El texto del comunicado señala que el proyecto pretende iluminar para “potenciar el paisaje” del río. Pero la iluminación artificial no puede potenciar un paisaje natural. Es una contradicción en sí misma.
Dada la multitud de impactos ecológicos y ambientales de la iluminación artificial que se extienden a ambientes terrestres, dulceacuícolas y marinos, su uso no es compatible con la renaturalización. Y mucho menos cuando se pretenden realizar ampliaciones futuras y espectáculos de luces, lo que aumentaría los niveles de luz artificial y sus consecuencias.
Diferentes formas de contaminación lumínica
El proyecto prevé aplicar “soluciones que minimizan la contaminación lumínica”. Sin embargo, esta contaminación no es solo el brillo del cielo. Hay otras formas de contaminación lumínica como la intrusión lumínica o el deslumbramiento, las cuales afectarán notablemente a los organismos que han recolonizado el río.
Entre los efectos que podría ocasionar la contaminación lumínica podemos citar la atracción de pequeños pájaros migratorios. Las zonas iluminadas actúan como trampas ecológicas concentrando a las aves y aumentando la mortalidad durante su migración.
La luz artificial también impide el sueño de las aves y afecta a su reproducción y a sus patrones de canto naturales.
Además, puede alterar las relaciones tróficas. De hecho, en ambientes riparios –en la ribera del río–, la luz influye en múltiples respuestas de los invertebrados, alterando la comunidad y la función del ecosistema a través de cambios en los flujos de invertebrados acuáticos-terrestres.
El crecimiento, la respiración, el consumo, la liberación de hormonas, la reproducción y el comportamiento de peces y anfibios son también afectados por la luz artificial.
Los LED también contaminan
Pese a que se utilizarán LED, los focos más eficientes son los que no se encienden. Cada vez que se mejora la eficiencia energética en los desarrollos tecnológicos, como es el caso de los LED, se produce un efecto rebote incrementándose el gasto energético.
Además, la fabricación y producción de los LED tiene impactos ambientales nada despreciables. Requieren de más materias primas que otros tipos de lámparas y contienen elevadas concentraciones de metales, por lo que se les clasifica como desechos peligrosos.
Se estima que alrededor del 20 % de la electricidad producida globalmente se utiliza para iluminar, lo cual se traduce en grandes cantidades de emisiones de CO₂ a la atmósfera (6 % de las emisiones totales de CO₂). Por tanto, ante el escenario ambiental en el que nos encontramos, no parece que el despilfarro energético y la emisión de más CO₂ sea prioritario ni necesario.
Mayor espectro cromático, mayor impacto
Los focos instalados tendrán un “mayor espectro cromático dentro de la luz visible”. El espectro es la gama de longitudes de onda de la luz emitida por las lámparas. Así, hay lámparas que emiten colores fríos, con alto contenido de emisiones en el rango del espectro visible correspondiente al azul, o cálidos, con mayores emisiones en la parte amarilla-roja del rango visible.
Los fotorreceptores de los organismos son sensibles a longitudes de onda concretas, por lo que si se amplía el espectro cromático, más fotorreceptores serán excitados. Así, el impacto de la iluminación artificial afecta a un mayor número de células fotorreceptoras de distinto tipo y a un mayor número de especies (cada especie tiene fotorreceptores con sensibilidad diferente a varios tipos de longitud de onda). Por tanto, la ampliación del espectro cromático producirá efectos mayores en la fauna.
Un mensaje erróneo
Aparte de las consideraciones ambientalistas, ecológicas o de bienestar animal, estos proyectos de iluminación ornamental dan un mensaje erróneo a la ciudadanía. Esto es particularmente relevante en el caso de un lugar renaturalizado y que constituye uno de los pocos lugares donde la naturaleza penetra en una ciudad como Madrid.
Dichas iniciativas proyectan a la sociedad que la iluminación exterior es inocua. Animan a que los particulares hagamos lo mismo en nuestras propiedades (jardines, terrazas o balcones). Y por último, condicionan los criterios estéticos de la sociedad, dando la falsa impresión de que la naturaleza iluminada artificialmente es más bonita.
Sin embargo, la iluminación artificial es una fuente de contaminación lumínica. Tiene considerables efectos en la biodiversidad y en la salud humana e importantes costes económicos y ambientales. Y parece pasarse por alto cada vez que los dirigentes deciden iluminar ornamentalmente nuestras ciudades.
Un posible laboratorio experimental
Lo único interesante del proyecto es la posibilidad de controlar cada lámpara con independencia del resto. La instalación podría utilizarse como un laboratorio experimental sobre los efectos de la iluminación en la biodiversidad. Desgraciadamante, no se ha tenido en cuenta la opinión de los científicos, aunque tampoco parece el objetivo ni la mejor ubicación para tal fin.
Dadas las crisis ambientales y energéticas que estamos viviendo, la iluminación de el Manzanares no parece una decisión acertada en el marco de la Unión Europea, en la que se incentivan ciudades más verdes y ecológicas. Así lo han visto los vecinos que han promovido una recogida de firmas que ha conseguido en un solo día más de 25 000 apoyos.
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